Epílogo + Agradecimientos

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Epílogo + Agradecimientos

El sonido de la botella de champán siendo abierta inició el bullicio y los vítores de sus invitados. La primavera había llegado y con ella la refrescante sensación de un nuevo comienzo para todos. Las elecciones ya habían terminado y Rogger Davies era el nuevo alcalde de la ciudad. Irónico sería pensar que alguien con los ideales que el señor Fields defendía a capa y espada podría coronarse como ganador en una ciudad tan abierta y respetuosa por la diversidad como San Francisco.

Aunque las primeras semanas lo dejaron exhausto, el señor Davies solía pasar tiempo de calidad con Ryan, Zoe y Rose. Rose había ganado al fin la batalla contra el cáncer. Su cabello comenzaba a crecer de a poco y su cuerpo se veía mucho más sano. Su relación con Rogger iba mejorando, tanto que este le rogó que jamás se fuera de su casa otra vez. Ryan y Zoe tenían todavía la pequeña esperanza de que el amor entre ellos floreciera de nuevo, pero era demasiado pronto como para sacar conclusiones.

Oliver bebió un poco de alcohol, viendo a Deva bailar con su madre en el centro de la pista. Sabía lo mucho que a su amiga le emocionaba celebrar su cumpleaños, razón suficiente para que aquella radiante sonrisa fuera la verdadera protagonista de la tarde. Tal como había prometido, la pelirroja regresó de su viaje a Escocia apenas las primeras flores extendieron sus pétalos. Su madre lucía muchísimo más joven y vivaz que antes, haciendo que las revistas de chismes tuvieran de qué hablar por un buen tiempo. Por fortuna, la felizmente divorciada había aprendido a hacer oídos sordos a las maliciosas lenguas del mundo mediático.

Por otro lado, uno no tan feliz, el señor Lussac había sido absuelto de los cargos en su contra. Pues, cuando eres parte de la política y la corrupción corre por tus venas, no es demasiado difícil echarle la culpa a otro pobre diablo que nada tuvo que ver. La justicia injusta —otra de tantas ironías— lo había perdonado. Sin embargo, la familia que antes lo apoyaba en las buenas y en las malas ya no existía. Ambas mujeres, esposa e hija, le dieron la espalda cuando él más necesitó de su consuelo.

Unas manos se pasearon alrededor de su cintura, provocándole cosquillas. Su novio hundió la nariz entre su cuello y hombro, depositando suaves besos en un camino hasta su oreja.

—Ya no me golpeas cuando hago esto —susurró el mayor para que las personas cercanas no pudieran escuchar—. ¿Debería felicitarte por ser un buen chico?

—Hazlo y te patearé las pelotas.

—Eres malo conmigo —se quejó con un tierno berrinche, haciendo que el castaño rodara los ojos. Era tan jodidamente lindo cuando se lo proponía—. Por cierto, mamá y papá quieren que pasemos este fin de semana con ellos.

—A mis suegros les gusta verme seguido —alardeó con una enorme sonrisa.

Ryan asintió.

—Créeme, si fuera por ellos te pedirían que vayas tú solo. Mis propios padres me han olvidado.

—Eres tan dramático —espetó con burla, siendo él ahora quien dejaba besos en su mejilla—. Apostaría todo lo que tengo a que te atarían a las columnas de su casa para tenerte más tiempo con ellos. Tus padres te aman y Zoe quiere a sus hermanos cerca también. Diles que iremos con Pelusa incluido y que nos quedaremos hasta el domingo por la tarde.

Ryan asintió repetidas veces, estrujando a Oliver entre sus fuertes brazos. Pensó que tal vez en su vida pasada había salvado a alguien de la muerte porque ahora el universo lo estaba recompensando con el tesoro más valioso. Tener el honor de poder decir que era novio de Oliver Fields.

No Oliver Fields, el niño mimado. Ni el charlatán. Ni el ególatra. Tampoco el títere de un viejo político al que ni siquiera su esposa aguantaba. Sino el Oliver Fields cuyo corazón ardía cuando solo eran ellos dos en la habitación. El Oliver del que se enamoró y del que seguiría enamorado por muchos años más.

Fuego en fuego [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora