16. Miénteme como siempre

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Capítulo 16: "Miénteme como siempre"

Los besos de Ryan solo podían calificarse de una forma: exquisitos. Iniciaban con un toque de labios, inocente y acogedor. La intensidad subía paulatinamente, sus belfos se separaban y envolvían a los de Oliver con cuidado, como si temiera romperlos. Fields jamás había imaginado que besar a un chico podría llevarlo al cielo. Quizás su odio hacia los homosexuales fue todo este tiempo un intento por satisfacer los ideales de su padre más que su propio criterio.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando sintió una mano traviesa colarse por debajo de su camisa. Se apartó de repente, rompiendo el beso que el rubio había iniciado. Ryan le dedicó una mirada de falsa inocencia con una sonrisa que dejaba ver su perfecta dentadura.

—Lo siento —depositó un último beso en su nariz; Oliver cerró los ojos, disfrutando de ese acto tan íntimo—. Todo de ti es adictivo y me dejé llevar.

—¿Tanto así? —el rubio se alzó de hombros—. ¿Al menos podrías soltarme? Mis muñecas comienzan a doler.

Luego del desafortunado incidente con los reporteros, ambos llegaron al departamento que compartían. Ryan notó cómo Oliver se había dirigido casi de inmediato a la habitación y cuando lo vio recostado boca arriba no pudo evitar acercarse con cautela para acabar encima suyo y unir sus labios. Para Ryan, besar a Oliver era como resguardarse en su lugar seguro. Un momento acogedor. Como detener el tiempo en la hora exacta, donde el sol reparte su calidez por cada rincón de la pequeña alcoba y llena los fríos vacíos de un alma solitaria.

—¿Podemos quedarnos así para siempre, Oliver?

El aludido frunció el ceño.

—No creo en los para siempre —confesó—. Nada dura tanto tiempo. El amor entre dos personas es efímero. El tiempo es una maldita ilusión. Lo bueno, lo malo, incluso el aire que respiramos. Todo es pasajero, todo tiene fecha de caducidad. Los para siempre son, a mi forma de verlo, una mentira esperanzadora para las almas perdidas del mundo —detuvo abruptamente su discurso para reírse de sí mismo; otra vez había empezado a divagar—. Perdona, debo parecerte molesto.

—No es así, me gusta escucharte.

—Mentiroso —el castaño lo golpeó con la almohada que tenía a sus espaldas—. Lo dices porque te gusto.

—Culpable, no lo negaré. Pero hablo en serio, tu labia es muy bonita. ¿Nunca has pensado en dedicarte a eso?

Oliver rio. Sin embargo, aquella risa se transformó de a poco en un quejido abatido, más cercano a lo lastimero. Ryan no quiso preguntarle por ello. Si algo había aprendido era el poco interés que le ponía el chico a sus emociones, sobre todo si otra persona lo presionaba para expresarlas. No, dejaría que Oliver contara lo que sea cuando quisiera, cuando estuviera preparado para hacerlo. Ryan sabía respetar sus tiempos y eso a Oliver lo enamoraba más que cualquier beso que pudiera darle.

—Lo he pensado —dijo por fin—. Ayer me preguntaste qué cosas me hacen quien soy y no supe cómo responder. La verdad es que estuve tanto tiempo preocupándome por mantener una máscara para no decepcionar a mis padres, que había olvidado lo mucho que disfrutaba algo tan simple como leer un libro. Cuando iba a la escuela primaria, en lugar de prestar atención en clases, leía a escondidas de mis profesores. Claro que muchos de ellos me descubrían y los retenían hasta que la hora finalizaba.

—¿Quién lo diría? Eras todo un rebelde.

—Algo así. Al entrar a la secundaria, muchos compañeros se burlaban de mí porque pensaban que lo hacía para llamar la atención —chasqueó la lengua y alzó los hombros—. De todos modos, nunca me importó lo que dijeran. Prefería ser el rarito antes que tener que votar listas sobre si prefería traseros o tetas.

Fuego en fuego [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora