Capítulo 8: A él le gustas
—¿Qué estás haciendo aquí, papá?
—¿Acaso no puedo visitar a mi propio hijo en el departamento que yo le regalé?
Rogger Davies era de esos señores divertidos y relajados que disfrutan de bromear sobre cualquier tema. Rara vez se enojaba y perdía la cordura. Básicamente, Rogger era todo lo contrario a Albert Fields y quizás por eso a los ciudadanos de San Francisco les agradaba tanto. No parecía un verdadero político, ya que su empatía y buena personalidad ocultaban la verdadera razón por la que el viejo se había unido a la política en primer lugar.
Aunque casi todo sobre él era admirable y te hacía entrar en una reconfortante confianza, Ryan no pudo evitar sentir el miedo recorrer su cuerpo. Las visitas sorpresa de su padre eran comunes desde el día en que se había mudado al apartamento, pero nunca se había sentido en una situación tan comprometedora.
—¿Estás cocinando? —su cara demostraba asombro genuino. Su hijo, el vago, estaba preparando comida casera. Es decir, ya no estaba gastando dinero en esa comida chatarra que le engordaba hasta las uñas de los pies—. Creí que no te gustaba la sopa.
—Y no me gusta —bueno, al menos no había iniciado la oración con una mentira. Ryan odiaba la sopa con su alma—. Pero estoy tratando de hacerte caso con eso de aprender a ahorrar. Los materiales para la universidad están muy caros y con lo poco que puedo comprar tengo que ser práctico.
Rogger asintió con una sonrisa. Jamás pensó que llegaría el día en que su hijo se comportara como un muchacho responsable. Estaba orgulloso.
—Y yo que creía que ya habías metido a alguien a la casa o que habías organizado fiestas sin mi permiso.
Ryan rio, nervioso.
—¿Cómo me creíste capaz de eso? Me ofendes.
—Lo sé, pero no lo siento —el hombre se acercó a la olla, donde un sabroso aroma ya comenzaba a emanar para llegar a sus fosas nasales y abrirle el apetito—. ¿Te molestaría si me quedo a almorzar, hijo?
A Ryan se le borró cualquier expresión que tuviera en la cara. Si su padre se quedaba más de lo necesario y veía a Oliver, lo mataría. De eso estaba seguro.
—Para nada —sí, era muy estúpido—. Quédate todo lo que gustes.
En los siguientes veinte minutos, el rubio paseaba sus ojos de la olla al pasillo que daba a las habitaciones y a su padre, quien ya estaba instalado en su sofá viendo el canal de las noticias. Si Oliver seguía durmiendo hasta después de que su padre se marchara, no tendría de qué preocuparse.
—Pensé que hoy tenías una entrevista en el Canal 7.
—La tenía programa para las dos de la tarde, pero se canceló por un inconveniente con Albert Fields.
Su hijo frunció el ceño, mientras sacaba dos tazones de uno de sus estantes.
—¿Qué tenía que ver el señor Fields con tu entrevista?
—Al parecer los productores del canal nos dijeron por separado que ambos tendríamos entrevistas individuales. Pero todo terminó siendo un engaño para tenernos a ambos debatiendo sobre nuestras promesas de campaña.
—¿Les mintieron?
—Así fue. Creyeron que sería muy interesante ver a dos viejos políticos peleando como animales por cosas sin sentido. Es una forma para entretener a las personas con diálogos llenos de insultos que no nos llevan a ningún lado. Nos enteramos una vez llegamos al edificio y él se molestó mucho.
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Fuego en fuego [✔️]
RomansaOliver está harto de ser una marioneta. Para su suerte, o su desgracia, Ryan tiene las tijeras perfectas para cortar los hilos que controlan su vida. *** Oliver Fields tiene tanto que no tiene nada y no se había dado cuenta de lo vacía que era su vi...