20. Simplemente existir

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Capítulo 20: "Simplemente existir"

—El nombre científico de las margaritas es Bellis Perennis —leyó la niña para después enseñarle a Oliver la pequeña flor pegada con cinta adhesiva en la hoja—. A mi mamá le encanta esta flor.

El castaño sonrió con tristeza. No podía imaginar lo que Zoe sufriría si su madre dejaba este mundo por culpa del cáncer. Miró a Ryan, quien no despegaba los ojos de la niña que se mantenía entretenida con sus propios asuntos.

—A veces es difícil.

—¿Qué cosa? —se animó a preguntar.

—Ser sincero con ella —dejó escapar una risa dolorosa—. Puede ser muy inteligente y mucho más atenta que los demás niños, pero apenas tiene diez años y hay cosas de las que no se puede hablar.

—¿Hablas de tu mamá?

Ryan asintió con la mirada perdida.

—Toda mi vida me han dicho que no debo perder las esperanzas y que mamá podrá vencer al cáncer algún día. Al principio les creía, pero luego fueron pasando los años y me di cuenta de que solo lo decían para mantenerme optimista —se pasó la lengua por sus labios resecos, tratando de buscar las fuerzas para continuar; a veces estaba tan harto de todo—. Sé que mi mamá va a morirse y que podré superarlo algún día. Ahora dime, ¿cómo diablos lo superará ella?

Aquella pregunta le atravesó el corazón, estirando cada capa de su tejido. Giró su cabeza hacia el suelo, donde Zoe ojeaba en silencio su tan preciado diario; ese que su madre le había regalado cuando su amor por la naturaleza empezó a manifestarse.

—No creo que la muerte de un ser querido pueda superarse. Sin embargo, tampoco es imposible convivir con sus recuerdos —le regaló una bonita sonrisa—. Aunque no conozco lo suficiente a Zoe, estoy seguro que con tenerte a su lado ya le será suficiente.

Ninguno de los dos volvió emitir sonido en los segundos que siguieron. Habían descubierto que ambos se sentían cómodos con el silencio que le regalaba el otro, que a veces las palabras eran innecesarias. Algo que se había vuelto enteramente suyo.

—Entonces —llamó su atención; siempre lo hacía, incluso si no la intención—, nosotros somos...

—No —declaró con firmeza, permitiéndole al castaño respirar aliviado—. Tú y ella tienen el mismo padre, conmigo solo comparte la misma madre. Tú y yo no tenemos ni un ápice de sangre que nos una, Oliver.

El muchacho asintió con cierta vergüenza. Ya incluso podía sentir el calor apoderarse de sus mejillas.

—No puedo creer que pensaste que éramos hermanos.

—Solo me aseguraba, estúpido.

Ryan rio a carcajadas, siendo analizado bajo la juzgadora mirada de su hermana, quien estaba más perdida que astronauta en la luna.

—¿Quién es el estúpido que creyó que le iba al incesto? Zoe, ve a cambiarte. Iremos a visitar a mamá.

La pecosa pegó un salto en el lugar, mostrando así su profunda emoción. No había podido visitar a su madre en las últimas semanas por la apretada agenda de su papá y las escasas visitas de su hermano. Una vez subió las escaleras, los jóvenes se permitieron charlar con mayor libertad.

—Albert Fields representa a los escasos sectores conservadores que siguen plagando San Francisco. Una hija fuera del matrimonio sería la razón perfecta para que sus opositores cuestionaran y derrumbaran su imagen política, razón por la que jamás reconoció a Zoe como suya.

Fuego en fuego [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora