Las navidades de Ryan siempre le eran memorables. Recuerda que, cuando era niño, ansiaba que esa fecha llegara lo más pronto posible porque era uno de los pocos días al año en que su familia estaba completa y reunida bajo el mismo techo.
El doctor de su madre le daba permiso para que la sacaran del hospital, al menos para Nochebuena, y así pasara un momento con sus seres queridos antes de una muerte probable después de tanto batallar contra el cáncer.
Su padre, gran amante del trabajo, pedía el día libre en la oficina donde solía ser empleado antes de entrar en el mundo de la política. Pasaba por una tienda de barrio y ordenaba pollo rostizado con ensalada de papas, luego a la pastelería por una tarta de frutos rojos. Con mucha crema. A sus hijos les encantaba la crema.No tenían una larga mesa ni un abundante banquete como otras familias, pero se tenían los unos a los otros y eso era más que suficiente para ellos.
También tenían un árbol enorme que días previos a la víspera de Navidad era adornado por Zoe y Ryan, quienes terminaban luchando en el suelo como dos animales por ver quién colocaba la estrella llena de brillantina dorada.
Las guirnaldas rodeándolo y las esferas colgando de sus ramas. Por último, las luces de tonos cálidos que emanaban una energía peculiar en aquella fría sala cuya chimenea siempre permanecía apagada.Jamás le daban lugar al silencio, siempre había alguien riendo o contando alguna anécdota graciosa de años anteriores. A veces, se daban el lujo de abrir una sidra para brindar por la familia y el amor que, a pesar de todo, seguía manteniendo su optimismo de pie.
Los fuegos artificiales no tenían lugar en aquel vecindario; no cuando muchas personas de su comunidad habían expresado el malestar que el ruido ocasionaba en mascotas y parientes sensibles a él. Sin embargo, su padre siempre los sorprendía con esas varillas que lanzan chispas cuando las enciendes y te permiten trazar líneas anaranjadas en el aire.
¿Su parte preferida? Abrir los regalos y ver las caras de emoción de sus remitentes. Darse fuertes abrazos y agradecerle al otro por haber pensado en él al momento de comprarlo. Tal vez por eso disfrutaba ir de compras, contrario a quienes consideraban que era lo que mayor estrés conlleva en época festiva.
Ryan Davies amaba la Navidad. Por eso, cuando Oliver le confesó que no tenía buenos recuerdos de su fecha favorita quiso arrancarse el corazón. El rubio deseaba que su novio pudiera sentir la misma emoción que él sentía cada vez que realizaba pequeñas acciones que alimentan el Espíritu Navideño en las personas de bien. Ir de compras, ver las calles decoradas con adornos rojos y verdes, armar el árbol juntos. Cosas que ya formaban parte de la cultura popular y que nunca se ponían en discusión.
Pero Oliver Fields siempre le había parecido un reto. Uno maravilloso, obstinado y muy hermoso, pero un reto al fin y al cabo.
Y de la misma forma que se había propuesto a conquistarlo teniendo todo en contra, tuvo como meta principal lograr que el castaño comenzara a apreciar la Navidad al igual que el resto. Se tuvo tanta confianza en sí mismo y estuvo tan seguro de que su plan funcionaría que la decepción fue más fuerte de lo que creyó cuando pasó todo lo contrario.
Oliver estaba triste y se sentía completamente responsable por ello. Ya habían pasado varios días desde su salida al centro comercial, su departamento estaba lleno de decoraciones bonitas y llamativas, incluso había horneado galletas con chispas de chocolate que fueron atacadas por Pelusa apenas salieron del horno. A pesar de esto y de que la Navidad estaba cada vez más cerca, Ryan se sentía diferente. Como si una nube negra tapara de repente el hermoso sol en un día de playa, arruinando toda la energía positiva a su alrededor.
¿Eso quería decir que Oliver era su nube negra? Para nada. Simplemente, sentía que había hecho algo incorrecto y que la Ley del hielo que le estaba aplicando el castaño era consecuencia de eso.
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Fuego en fuego [✔️]
RomanceOliver está harto de ser una marioneta. Para su suerte, o su desgracia, Ryan tiene las tijeras perfectas para cortar los hilos que controlan su vida. *** Oliver Fields tiene tanto que no tiene nada y no se había dado cuenta de lo vacía que era su vi...