𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞

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Un mundo sin esperanza.

Respiraba, aún estaba respirando. Mis ojos estaban en algún punto de este callejón, mientras que me encontraba arrodillada sin movilidad en el suelo. Podía sentirlo, podía sentir la sangre aún estar escurriendo por mi rostro, bajando por mis mejillas y llegando a la mandíbula, las gotas caían en mis manos. No era mía. Ni siquiera tenía un solo rasguño, pero a mi alrededor, había un profundo silencio luego de la aniquilación de esos titanes que se comieron a mis compañeros. Pero, al único que no pude acabar, fue al que provocó que su sangre estuviera manchada en todo mi cuerpo. Me helé, y lo dude. Así que deje ir al titán que se había comido a Eren delante de mi. Su mano, aún estaba tirada en el suelo a mi lado. Era perturbador, pero más perturbador era que haya dejado que todos mis compañeros murieran. Baje la cabeza, mis ojos se humedecían mientras que podía escuchar el grito de cada uno de mis compañeros en mis tímpanos. Los escuchaba con tanta claridad, esa exclamación llena de miedo, de pánico, querían ser salvados y aún así, los he dejado morir como cerdos. La brisa se apegaba a mi, removía mi cabello, el cual yacía suelto por los movimientos involuntarios. No podía levantarme sin que me pesara, no tenía un solo golpe, pero mi interior estaba abatido. Tan abatido, que me impedía el levantarme sin sentir que me caería de rodillas otra ves, así que, me quede en esa misma posición.

Era las consecuencias de mis acciones, el sentimiento de duelo, de impotencia me consumía por mis decisiones egoístas. Pero me tense y chasquee la lengua en cuanto ese recuerdo llego a mi, ese amargo recuerdo.—Ainara, gracias. Porque si no hubieras portado tu grano aquel día, no hubiese podido lograrlo.—él yacía de espalda, mirando al distrito.—Estaré siempre en deuda contigo.—añadió, por lo cual solo me quede denegando. No, no podía ser mi mente tan cruel. Giré de reojo, viendo la inmóvil mano de Eren, la cual fue despedazada de su cuerpo en cuanto la dentadura se cerró. Se lo trago. Simplemente se lo trago, y yo me resbalé del tejado sin poder hacer nada más que gritar eufórica y aturdida por lo que había visto. En este momento, la desilusión se apega a mi como una plaga, agradecerme no valió de nada cuando no pude ni siquiera estirar mi mano para sacarte de ahí. No sé en qué estaba pensando, o porque mi cuerpo tambaleaba, no te salve Eren y eso nunca me lo podría perdonar. Parpadeé, las lágrimas bajaron por mis mejillas, aún tenía su sangre en todo mi cuerpo, no me atrevía ni siquiera a limpiarme. Quería castigarme y culparme, necesitaba sentir dolor, necesitaba molestarme para perjudicarme, porque no hice nada, cuando prometí y juré pelear, no hice nada, cuando dejé morir a mis amigos de una manera tan dolorosa como esa. Sus huesos crujiendo, su piel siendo masticada como un trozo de pan. Así que, cerré los ojos.

—¡No!—grite en aquel suave tacto que dirigieron a mi hombro, abriendo mis ojos impulsivamente.

—¡Ainara, cálmate! ¡Mírame, soy yo!—los ojos de Connie me examinaban, me obligaba a mirarle en ese transe que me estaba sofocando.—Ainara... —me llamo, pero avergonzada baje la mirada, impidiendo que pudiera mirarme, no entendía porque, pero de un momento a otro, yo tenía mi espada puesta en el cuello de Ymir.

—¿Qué?—me pregunté, estaba en el tejado, sintiendo las gotas de lluvias caer encima de mi.—¿Qué ha pasado?—volví a cuestionarme, viendo como ella me miraba con detenimiento, yo hace unos segundos estaba arrodillada en el suelo.

—Estás aturdida.—musitó Ymir, delante de mi, mirándome fijamente con una fría expresión.

—¡Esto es tu culpa Ymir, tú la provocaste!—expresó Connie, pero yo aún no despegaba mi hoja del cuello de Ymir. Ainara, bájame ahofa

𝐎𝐂𝐄𝐀𝐍──𝐀𝐫𝐦𝐢𝐧 𝐀𝐫𝐥𝐞𝐫𝐭 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora