𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨

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Decaer en la falsa justicia.

Abrí mis ojos con pesadez, mirando a través de la ventana, que aún era de día. Había tomado una siesta, esta semana había sido exhausta, quería descansar aunque fuera innecesario. Restregué mis ojos, quedando sentada en ese incómodo sofá. Al parpadear, visualizando de mejor manera esa sala de estar, pude ver a Eren recostado en el sofá que estaba delante a mi. Lo miré con detenimiento, tenía sus ojos cerrados y boca entre abierta, suspiraba gruesamente. Él debía estar más cansado de lo que yo estaba. Una pena me recorrió al verlo así, recordando las pruebas tan negativas que habíamos tenido en sus exámenes. Se que él más que nadie, quería seguir, pero su cuerpo ya no le permitía someterse a tanta imprudencia con la que estábamos trabajando. Respire hondo, quedándome sentada en ese sofá para bajar mi cabeza, la cual sostuve con mis manos, pensativa. Días, seguían pasando los días y no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado. Reiner, Berthold, Annie, ellos seguían en mi mente como un presagio de su falsa amistad. Los labios me temblaban de pensarlo. Mis nudillos se apretaban de recordarlo. Todo seguían retumbando en mi cabeza.

—Maldición, aún las sorpresas siguen... —murmuraba para mi misma.—Los titanes que estaban en el sur de la muralla Rose... hay una gran probabilidad de que provengan de la villa Ragako donde Connie creció, ¿es posible que todo este tiempo los titanes hemos sido humanos deambulando?—me preguntaba, aturdida.—Además, mi compañera ha sido parte de una familia proveniente de la realeza. ¿Qué diablos?—continuaba cuestionándome.

—Ainara, ¿qué tienes?—levante la mirada, viendo como Eren se acomodaba en el sofá frente a mi, restregó sus ojos soñoliento, para así mirarme.

—Eren... —le llame, notando su aspecto tan decaído, hace mucho tiempo no lo veía tan desesperanzado.—¿Descansaste? No sabía que estabas aquí hasta que desperté.—musité, viéndome preocupada, se que me necesitaba.

—Es el lugar más silencioso en el que puedo estar. Lo lamento, estoy exhausto.—me respondió, sutilmente, tenía su cabeza baja.

—Eren, ya no tienes que seguir con esto.—le dije, viéndole detenidamente.—Debes descansar. Se que crees que no tienes opción, pero se que si.—musitaba, viendo como afligido me miraba.

—Debo hacerlo Ainara, si quiero salvarlos, debo hacer esto. Quiero que todos, tengan una larga vida.—la piel se me erizo, escuché su voz, pero era como si otra hablara a través de él.

—Yo quiero que vivas Eren.—inferí, denegando a su manera tan imprudente de desgastarse.—Recuérdalo, tú también mereces vivir. Eren, no quiero que mueras por nosotros. Así que por favor, prométeme que no intentarás de salvarnos.—le pedí, sus ojos se abrieron grandemente.

—Ainara, muchas gracias, por ser la amiga que necesito.—bajo la cabeza, apenado, él era igual de sentimental y sensible que yo, quizás, por eso nos entendíamos tan bien.—Siempre me escuchas. No es coincidencia que estes cuando algo malo sucede conmigo, pero aún así no dejas de mirarme a los ojos con esperanza, por favor perdóname, no puedo hacerte esa promesa. Moriría por ustedes si es necesario.—sonreí.

—Eres un idiota, ¿lo sabes?—le pregunté, levantándome para sentarme en el sofá aún lado suyo y apretarlo de lado junto a mi.—Siempre lo has sido.—él sonreía, mientras me abrazaba de lado.—Pero, aún así, te quiero Eren.—dije.

—Yo también, por eso te pido perdón por todo lo que pasará, por todo lo que tendrás que pasar por mi culpa.—en medio de ese abrazo, levante la mirada para ver su mirada opaca y decaída.

—¿De qué hablas?—sus ojos se humedecían, me distancié de él, viéndome preocupada.—Eren, ¿estás bien?—le pregunté, preocupada, nuevamente esa voz me susurraba al oído que no preguntara más, que solo me quedara ahí con él.

𝐎𝐂𝐄𝐀𝐍──𝐀𝐫𝐦𝐢𝐧 𝐀𝐫𝐥𝐞𝐫𝐭 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora