𝐝𝐢𝐞𝐬𝐢𝐜𝐞𝐢𝐬

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El titán hembra.

Veía el cielo, el cielo en él extenso terreno fuera del muro Rose. Desde el distrito de Karanese, toda la legión de exploración salió para su expedición do número cuenta y siete, pero pese a ese largo camino de expediciones, esta sería mi primera. Cabalgaba, cabalgaba encima de mi marrón caballo, mientras que veía a la distancia varias de las líneas centrales divididas. Las sensatas y firmes órdenes de mi padre, habían sido clara para incluso los principiantes como nosotros. Apretaba mis cuerdas con fuerza. Intentaba de no mantenerme tensa, sabía que habrían titanes fuera de los muros, todos lo sabíamos, pero la presión de aquel día en el distrito de Trost, aún me perseguía como un presagio de mis decisiones. Muchos compañeros murieron ese día por la ineptitud de no pensar fríamente para salvarlos de su agonía, pero esperaba que en este día, no tuviera que ver a nadie morir porque empezaba a darme cuenta, que estaba aborreciendo la muerte, dándole un valor a la preservación humana. Miraba el extenso terreno, aún me era irreal que estuviera portando este uniforme, donde mi capa enmarcaba las alas de la libertad que tanto deseábamos. Esta misma brisa, era la que deseaba sentir cuando pudiera salir fuera de los muros, más allá de cada una de ellas, debía haber algo, algo más que aún no hemos visto.

Mi cabello estaba envuelto en una coleta, estaba peinada hacia atrás completamente, era la mejor opción que tenía para el día de hoy. Mire el cielo azulado, donde se enmarcaba la pólvora de una bengala. Cada una tenía un significado diferente, una orden, un aviso, un peligro. Era importante no saber confundirlas e usarlas en el momento adecuado, porque aunque sonara insignificante, podría eso salvar la vida de un compañero. Aún con mi vista levantada, veía las bengalas rojizas. Habían demasiadas, lo cual daba el avistamiento de titanes en la zona de restauración. Tras de eso, la bengala verde también se apoyaba entre las rojizas. Debíamos avanzar, entre la línea u otra, debíamos seguir. Giré mi vista, al caballo aún lado de mi, donde mi corazón sintió el palpito por verle aún lado de mi. Armin miraba detenidamente el camino, él estaba examinando toda el área que había por conocer. Sus azulados ojos reflejaban el cielo que había encima de nosotros, aquel que nos observaba y abrazaba en su ventisca fresca. Él levantó la vista, al igual que yo para mirar así, la bengala negra. El avistamiento de un titán anormal, se esclarecía en dicho aviso. Armin giró su mirada, observándome detenidamente, aseguraba que hubiera visto lo mismo que él. En esta zona, sería normal que viéramos un titán así.

—Ainara, ¿estás bien?—me preguntó, intentaba de que su caballo se alineara con el mío, pero lo escuché a la perfección, por lo cual asentí; Armin había lanzado su bengala negra, suponíamos que la replicáramos cuando viese una, así lo hizo en cuanto yo logré lanzar la rojiza.

—Intentó no desmayarme, eso es lo único que importa. ¿No?—bromee, viendo como él sonrió cabizbajo mientras sostenía otro caballo a su lado, maldita sea, no me sonrías de esa manera, por favor Armin, no lo hagas.

—Si quieres sentirte mejor, yo estoy intentando de no caerme del caballo.—expresó, por lo cual sonreí sigo aliviada, tener miedo no era un pecado.—¿Tú crees que Eren y los demás estén bien?—me preguntó Armin, desconocía el paradero real de Eren, lo único que sabía, es que yacía con el escuadrón de operaciones especiales del capitán Levi y Laia.

—Estoy segura que Eren está mejor que nosotros.—murmure, viendo las aves alinearse en el cielo.—Después de todo, él esta con ellos... —murmure cuando empecé a escuchar un leve retumbar que de seguro, hacía tambalear el suelo.—¿Qué... carajos...?—abrí mis ojos grandemente cuando veía desde el lado derecho donde Armin se encontraba a mi lado, aquel titán de quince metros, no era su tamaño lo que me abrumaba, era la velocidad en la que se acercaba a nosotros, era demasiado temerario.

𝐎𝐂𝐄𝐀𝐍──𝐀𝐫𝐦𝐢𝐧 𝐀𝐫𝐥𝐞𝐫𝐭 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora