𝐨𝐧𝐜𝐞

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La esperanza de la humanidad.

Caí fuertemente al suelo, mi espalda chocó, y en ese parpadeo, aún la sangre de aquella boca se escurría en mi rostro. Era espesa, pero era muy perturbador ver con lentitud como del tejado se deslizaba aquella extremidad, hasta chocar en mi rostro. Mis ojos estaban abiertos grandemente, escuchando los fuertes gritos desgarradores que Armin lanzaba. No podía entender como pude dudar entre salvar a Eren, cuando él ni siquiera dudó en meterse en la boca de aquel titán, aún sin tener la determinante fuerza para hacerlo. Me quede tirada en el suelo, con toda su sangre manchando mi rostro, hasta que empecé a escuchar fuertes sonidos. No quería abrir los ojos, no podía escapar de esta pesadilla, tenía que obligarme a recordar que cada ves que me arrepintiera de mis decisiones, algo malo siempre sucedería. Cañones. Los cañones me sobresaltaban, estábamos envueltos en una bruma de humo del que no podíamos escapar. Estaba sujetada a la espalda de Mikasa, me inmovilizaba para no sustentar fuerza en mi torcido tobillo, pero de cualquier caso, tendría que terminar esforzándome por pelear si era necesario huir. Detenida en su espalda, en la bruma de aquel humo, veía fijamente las facciones faciales de aquel a quien creí ver morir. De igual manera, estaba abrumada como toda esa línea de soldados que arremetía en contra de nosotros. ¿Como alguien tenía la capacidad de desarrollarse como un titán? Era lo único que me preguntaba, observando fijamente a Eren.

Estaba en una sola pieza. Las extremidades faltantes, habían renacido en su regeneración. Era insensato explicarlo, pero él estaba aquí. Su pecho subía y bajaba, nadie podía explicarlo, ni siquiera nosotros podíamos hacerlo cuando fuimos testigos de su perturbador sacrificio, aquel que lo condució a la muerte. Chasquee la lengua, deslizándome de la espalda de Mikasa. Él me miró, examinándome, pero estaba confundida. Pensarlo, me masacraba la cabeza. ¿Era esto algo que debíamos defender? No, no podía preguntarme eso cuando la persona de la quien estaba hablando confiaba ciegamente en mi. Gracias a él, yo estaba aquí detenida, ¿pero a quien debía agradecer porque Eren estaba aquí con nosotros? No sabía describirlo como un milagro, una coincidencia, o una aberración. Solo se que está era una oportunidad de la que debía no solo renacer Eren, si no, todos nosotros como humanos. Respire hondo, yo era una líder. Nací para ser fuerte y enfrentar cada uno de los misterios de este mundo, por eso, hoy debía adoptar una firme posición de la que no debía arrepentirme. No dudaría esta ves, aunque uno de esos cañones destroce cada uno de mis órganos, defendería la postura de Eren Jaeger hasta el final. Si eso implicaba la deshonra y el repudio, lo aceptaría sin cuestionarlo. El hecho de que yo estuviera aquí con ellos no era coincidencia, el destino nos necesitaba juntos.

—Voy a matarlos a todos, los aniquilare a todos.—me tensé , escuchando la débil voz de Eren pronunciarse con claridad en medio de la lentitud; Armin lo miró ido, al igual que yo.

—Eren... —le llamo, aún sosteniéndole, Eren suspiraba, encontrándose aturdido hasta que pareció entender la magnitud de la situación cuando miró hacia adelante, sobresaltándose en una bocanada de aire.

—Eren.—le llamó Mikasa, denotando cómo retomó su conciencia, ella estaba postrada delante de ellos, los cubría con sus hojas, una acción que copié para demostrar mi lealtad.

—Eren, ¿ya puedes moverte?—le preguntó Armin, estábamos acorralados.—¿Volviste a ser tu mismo? ¡Debes decirles todo lo que sabes! ¡Yo se que ellos entenderán!—le decía Armin, todos esos soldados nos miraban, le temían, estaban atónicos.

—No, no creo que lo hagan.—comente con sinceridad.—Vamos a pelear aquí. Pero, espero equivocarme.—musité, observando de reojo cómo Eren estaba mirando todo, no parecía caer en tiempo.

—¿Qué dices?—se preguntó Eren, mirándonos por nuestros comentarios, inclinado aún lado de Armin.

—¿Lo escucharon? Dijo que va aniquilarnos.—me denegué, escuchando a esos soldados afirmar lo que Eren había dicho de manera inconsciente.—Así es, yo también lo escuché. Ese desgraciando quiere devorarnos.—afirmaban.

𝐎𝐂𝐄𝐀𝐍──𝐀𝐫𝐦𝐢𝐧 𝐀𝐫𝐥𝐞𝐫𝐭 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora