Perdí la vida intentando cazar un tigre

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Su madre siempre se ha sentido desvalorizada cada vez que su padre sale de viaje, aún ahora que llevan más de cuarenta años de matrimonio. Ella suele llorar mientras las sirvientas hacen las maletas para que el señor de la casa viaje, y si se va más de tres días llama a los abogados para exigir el acta de divorcio. A Kiyoomi siempre le pareció una actitud desesperada, y se preguntaba por qué su padre, una persona enérgica, centrada y racional, se había casado con alguien como su madre, una criatura totalmente pasional y visceral.

—Es porque me gusta —explicó Yuta Sakusa el día en que su hijo lo increpó al respecto. 

—¿Te gusta que mi mamá te acose y te interrumpa? —preguntó Kiyoomi. 

Yuta se rió bebiendo su té. 

—Si un día te casas, sea por amor o compromiso —porque Yuta sabía que su hijo iba a dar prioridad a su estatus y negocios antes que el amor—, lo vas a comprender. 

Con Wakatoshi jamás tuvo un contratiempo porque los dos tenían los mismos objetivos y comprendían perfectamente la importancia de sus tiempos, sus citas y compromisos, hacían que sus secretarios acordaran sus citas y jamás había peleas innecesarias, cuando las habían terminaban por llegar a acuerdo por medio de sus asistentes. Su forma de trabajo, de vida y de relacionarse, era tan parecida que Kiyoomi llegó a desacreditar, totalmente, lo que su padre le había dicho. Mientras más crecía más ridícula le parecía la forma en que su madre se aferraba a su padre, sin embargo, ahora con Atsumu comiendo delante de él los platillos que pidió para cenar empezaba a cuestionarse que era el calor que subía desde su vientre hacia su pecho. 

—¿Quieres más jugo? —pregunta Kiyoomi mientras que extiende su mano para alcanzar la jarra de jugo de uva que se le antojó a Atsumu y que mandó a pedir de inmediato Kiyoomi. El omega se encuentra descalzo, ya no lleva puesto el abrigo o el saco del traje con el que llegó. 

—No, no... bueno, sí —el rubio empuja el vaso hacia Kiyoomi que sirve el jugo, Atsumu recupera el vaso antes de empinarlo. 

Atsumu vuelve a comer con gusto y ganas. Se limpia las comisuras de sus labios. Kiyoomi solo toma café, pensaba cenar pero ver comer de ese modo, a su parecer, desesperado al rubio le hace que el estómago le duela, dándole una falsa sensación de saciedad. El moreno frunce el ceño cuando el rubio se chupa los dedos tras comerse una pierna de pollo y vuelve a beber de su jugo. 

—¿Puedo pedir una cerveza? —pregunta Atsumu. Kiyoomi está por contestar que no pero Atsumu ya está llamando servicio a la habitación—. Traiga dos cervezas, por favor, a la suite... 

—Yo no quiero. 

El rubio aparta un poco el teléfono de su oreja. 

—Ok —alza el dedo en afirmación antes de pegar su oreja otra vez al teléfono—. Sí, que sean dos... gracias. 

—¿Te vas a tomar las dos? 

—Sí, para relajar el cuerpo después de comer... Dios, sé que tengo un hueco en alguna parte —se toca el estómago—. Hacía años que no comía así de bien... viajar con hambre y luego comer en un hotel lindo es lo mejor del mundo, ¿sabes qué sería mejor aún? 

—¿Jugar a ver quién lanza el chorro de orina más largo en el baño? —pregunta irónico Kiyoomi, asqueado por imaginarlo, dando un sorbo a su bebida, aunque se arrepiente de estar tomando café. No puede sacarse de la mente a ambos jugando con su orina, dios, eso es desagradable. 

—No, eso lo haremos después —se queja Atsumu y Kiyoomi por poco escupe el café, pero al ver cómo ríe Atsumu sabe que le ha jugado una broma, así que solo suspira sonriendo, porque fue gracioso.

Los omegas también huelen a alquitrán [Haikyuu!! - SakuAtsu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora