Los omegas también huelen a alquitrán [Haikyuu!! - SakuAtsu]

Warei Taisai: El desfile de los demonios

Siempre sostén el arma con fuerza, con ambas manos. No cierres los ojos. No te asustes. No caigas en distracciones de juegos de manos, ellos saben que eres un niño. Ellos saben que eres un niño. Juega con esa arma. Solo finge el miedo, pero tú no debes tenerlo. No puedes darte el lujo de ser débil. No puedes llorar. Llora cuando te laves las manos de la sangre de ellos, no de la tuya. Oton te ama, siempre serás su bebé pero necesitas ser un alfa si quieres sobrevivir. Oton saldrá como puede, tú encárgate de escapar. Tú encárgate de mantenerte vivo. Detrás de ti viene Oton. 

Recuerda, recuerda. El arma con las dos manos, fijamente. Separas los pies, y encorva solo un poco la espalda. No te asustes. Lo has hecho muchas veces. Si son dos oponentes, pégate contra la pared, así reduces la posibilidad de que te ataquen por la espalda. Tranquilo. Tranquilo. Respira por la nariz. No dejes de respirar. Si te atrapa y te quitan el arma tienes la navaja, apuñala el muslo, por la cara interna, el dolor del apuñalamiento en una articulación es un dolor que nadie tolera. Si te tira, lánzate hacia el tobillo, corta el ligamiento. Si tienes posibilidad, entonces directo a la yugular, o directo en la nuca.

Si te tiran al suelo enseguida dale la cara, nunca le des la espalda. Si te disparan quédate en el piso hasta que se acerquen a darte el tiro de gracia, cuando estén cerca, tírate contra ellos y muerde, y araña, y entierra los dientes y las garras. Qué importa si dicen que peleas como omegas. Si peleas como omega, pelea como el omega que te parió, Seiji. Recuerda al omega que te parió. No confíes en nadie. Todos trabajan para padre, todos le dirán que estás ahí. Ni la policía, ni los templos, ni las tiendas, ni los vagabundos, ni las mujeres que parecen muy amables. Tienes un sólo objetivo. Lávate la cara, busca ropa limpia. Alguien sucio levanta sospecha, sonríe si te sonríen y no olvides decir: por favor y gracias. 

No sueltes a Taira, no lo sueltes. 

Taira es tu salvavidas, y el de oton. Si oton sigue con papá, entonces negociarás la vida de Taira, y si tienes que matar, matarás. 

Seiji se repite las instrucciones que ha aprendido de su madre en los últimos años, y que en los últimos meses fueron un mantra a cada hora del día. Abre los ojos mientras que traga saliva y toca un timbre. Nadie responde, vuelve a tocar el timbre, y ve reojo a un hombre que sale de la puerta que está justo a su lado. El hombre le mira con sospecha y Seiji baja la mirada hacia el timbre. Traga saliva, el sujeto le da otra mirada al chico que está tocando la puerta de su vecino y decide seguir de largo, debe de ser alguno de los conocidos de la persona que vive ahí. Seiji mira como el tipo ya camina hacia las escaleras.

Vuelve su mirada a la puerta y toca por tercera vez el timbre. Cuando abren la puerta Seji saca su arma y apunta directo al pecho de quien le ha abierto mientras que la otra persona retrocede alzando las manos. 

Cierra la puerta con su pie y sigue apuntando al hombre que tiene sus dos manos alzadas. 

—Kenma, ¿era la persona de Amazo... —Kuroo que iba saliendo por el pasillo se queda petrificado en su mismo lugar mientras que ve la espalda de su pareja recta y las manos arribas—. ¿Quién eres? ¿Qué... qué quieres? —pregunta el alfa mientras que el aroma territorial empieza hacer lo suyo. 

Le responde casi de inmediato un aroma que hace caer de rodillas a Kozume y Kuroo corre a ver a su omega. Es un aroma que ahoga al omega. El del arma deja de usar su aroma, porque al ver el cuerpo del omega tirado no deja de pensar en su madre, sin embargo, lo que no se esperaba era que el alfa de ese omega reaccionara lanzándose hacia él. 

Ha entrenado con su oton, Ezota, Subaru y su padre, los tres últimos dándoles golpes cien por ciento reales, así que no se amedrenta, al ver a un alfa furioso. Se mueve contra la pared del pasillo, guardando su alma para sacar la navaja y tirarse a los pies de Kuroo, derribándolo, y después subiéndose encima presionando la navaja contra su cuello.