ONCE

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Habían pasado unas semanas desde lo que pasó en la discoteca con Ethan, no hemos hablado de ello en ningún momento y ambos hemos hecho como si no hubiera pasado nada. Estábamos como siempre, nos vacilábamos de vez en cuando pero también nos seguíamos el juego aun que no habíamos llegado al extremo de la última vez.

Iba de camino a San Sebastián a casa de mis padres, era puente y tenía casi una semana de fiesta así que decidí hacerles una visita ya que desde navidades no iba.

Me encantaba esta ciudad, había crecido junto a mis mejores amigas allí, Gina y Tesa, me había enamorado por primera vez... En fin, casi todas mis primeras veces habían sido allí y volver siempre me traía muchos recuerdos.

Iba de sorpresa, no lo sabía nadie así que esperaba y rezaba por que hubiese alguien en casa para abrirme la puerta, mi madre últimamente me llamaba más a menudo a pesar de que establecimos un horario, me echa de menos y en realidad yo también, últimamente tenía muchas emociones en el cuerpo y pasar un tiempo con ellos haría que despejara mi mente y volviera como una rosa.

Llegué casi a las doce del mediodía, me encantaba viajar en tren y las horas se me pasaban realmente volando, podría recorrer el mundo en tren si me lo propusiera.

Cuando llegue, la puerta del portal estaba abierta así que aproveche y entré.

ASCENSOR ESTROPEADO.

¿Cómo? ¿Tenía que subir cinco pisos con mi pedazo de maleta a cuestas?

Empezaba bien mi viaje sorpresa.

Cuando conseguí llegar a mi piso toque el timbre y esperé pero nadie me abría, no me jodas, volví a probar por si acaso no me escuchaban y justo antes de darme la vuelta y sentarme en las escales para esperar a que alguno de mi familia viniera escucho la voz de mi madre.

-VOOOOY –grita mientras escucho como corre por el pasillo.

Me incorporo rápido y me pongo enfrente de la puerta con una sonrisa en los labios, al abrir la puerta mi madre se queda estupefacta.

-¡Sorpresa!

-AAAAAH, ¿pero hija que haces aquí? –sale de su shock y me abraza súper ilusionada –Dios mío hija pasa, pasa.

-Juan, Juan –llama a mi padre a gritos –La niña, ha venido Atenitas.

Sigo a mi madre por la casa en busca de mi padre para saludarle también, entro al sofá y le encuentro en su sillón con sus gafas leyendo uno de sus trescientos mil libros, levanta la vista y me ve.

-Atenitas mi pequeña –se levanta del sillón y me abraza.

-Hola papi –le devuelvo el abrazo alargándolo un poco más.

Nos sentamos en el sofá los tres y les pongo un poco al día hasta que vienen las famosas preguntas de mi madre.

-¿Y el novio hija? –pregunta y mi padre la mira por encima de las gafas, he crecido pero siempre seré su pequeña y sobre ese tema no le gusta hablar. Por eso no saben lo que pasó con Marcos.

-Mamá no empieces –la ruego.

-No hay novio ni nada –miro a mi padre.

-Pero seguro que hay algún chico que te hace tilín –insiste mi madre.

-Que no mamá no insistas tanto.

-Bueno y las clases ¿cómo van? –pregunta mi padre cambiando la conversación.

-Genial la verdad, me encanta la carrera cada vez más –admito.

-Bueno hija ¿y qué tal la comida? ya sabes no quiero que comas todos los días comida de esa que a ti te gusta, ni que te saltes comidas y te abrigaras ¿no? Porque está haciendo mucho frío y no me gusta que vayas con esas cosas tan cortas en pleno invierno que luego te pones mala –suelta de carrerilla mi madre.

Todo lo que quede de nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora