TREINTA

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Sigo andando sin rumbo alguno por la ciudad, no sé donde estoy y tampoco quiero alejarme demasiado ya que tenemos que volver juntos.

Siento que si me alejo del problema duele menos, pero es estúpido. Mi mente reproduce una tras otra las imágenes que he apreciado hace escasos minutos, no puedo creer que Ethan me haya hecho esto, podría esperarlo de cualquier otra persona pero de él no y menos ahora cuando hace menos de una semana le entregué mi corazón al completo.

Me duele el hecho de que le haya contado todos mis miedos, le haya contado entre lágrimas todo lo que he tenido que superar poco a poco y con mucha dificultad yo sola por culpa de Marcos y que coja y me haga lo mismo cuando creía que él sentía lo mismo que yo.

Me paro en el paseo de la playa y me siento en el bordillo quitándome los tacones y enterrando mis pies en la arena, alzo la vista y me pierdo en el movimiento de las olas, como se rompen en la orilla, como mi corazón.

No sé el tiempo que pasa hasta que empiezo a escuchar unos pasos acercándose, me asusto ya que estoy sola y me giro para ver quién es, mi cuerpo se relaja automáticamente cuando mis ojos se encuentran con los de Adriano.

Se acerca hasta mí y sin decir nada se sienta a mi lado pasándome el brazo por los hombros obligando a mi cuerpo a acomodarse contra el suyo, dibuja círculos en mi espalda y sin soportarlo más suelto el primer sollozo sin poder evitar los siguientes. Nos tiramos en la misma postura por media hora, no ha dicho nada, solo escucha como lloro sin parar.

-¿Qué ha pasado Atenas? –rompe el silencio que nos envuelve consiguiendo que me incorpore de nuevo.

Tardo más de la cuenta en contestar, estoy aguantando las ganas de llorar e intentando apaciguar el nudo de mi garganta.

-Es... Estaba liándose con otra chica, Adriano –agarra mi mano evitando que siga clavándome las uñas en la palma y vuelve a dibujar círculos, pero esta vez en la palma de mi mano.

-Entonces he visto bien.

¿Lo ha visto también?

-¿A qué te refieres con eso? –pregunto mirando de nuevo al horizonte.

-Cuando has vuelto del baño y has preguntado por él no sabía dónde estaba, solo sé que había salido un momento a fuera, cuando ha entrado a dicho que necesitaba beber algo y ha ido a la barra y ahí ya le he perdido la pista, entonces cuando has empezado a buscarle iba detrás de ti para que no te perdieras y cuando te has parado en seco les he visto. Has pasado delante de mí, te he llamado varias veces pero no me has oído estabas sumida en tus pensamientos o algo así.

Mi mente revive el momento y mi cuerpo tiembla al intentar aguantar otro sollozo.

-¿Por qué ha hecho eso? –Murmuro. -¿Por qué me ha hecho esto?

-No lo sé, realmente no lo sé. Tampoco lo entiendo la verdad, te puedo asegurar que perdía los estribos por ti Atenas, te lo juro.

-Pues me parece a mí que no les perdía tanto.

El silencio nos engulle de nuevo y los pensamientos me comen otra vez, empiezo a llorar de nuevo sin darme cuenta y Adriano me acurruca de nuevo contra él.

Tengo miedo, tengo miedo de no poder salir de esta, tengo miedo a no lograr reconstruirme de nuevo...

-Adriano –llamo su atención.

No dice nada pero siento su mirada encima de mí, sé que me está dando tiempo para que diga lo que mi mente está pensando.

-¿Tú crees que soy mala persona? –me muerdo el carrete por dentro ahogando el sollozo, los ojos me arden y las lágrimas caen cada vez más rápido.

Todo lo que quede de nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora