Cinco

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-¡Ya déjame en paz!- le gritó Bills y Malta voló para apartarse de él, con una expresión de cachorrito regañado.

-Señor Bills, no le grite por favor- le pidió Whis por décima vez en el día.

-¡Manten a esa mocosa lejos de mí ¿Quieres?!- le contestó levantando el puño- No entiendo por qué tenemos que cuidar a esta criatura irritante. Lo único que sabe hacer es molestarme.

-Lo siento- le respondió Malta poniendo las manos tras la espalda y agachando la cabeza, mientras volaba del otro lado de la sala.

Bills la miró con enojo, Whis soltó un suspiro. Malta llevaba dos días ahí y el dios no la soportaba. En parte el ángel podía comprenderlo. Es que Malta sentía una enorme curiosidad por todo, en especial por el señor Bills. Él era un ser muy diferente a todo lo que ella conocía ( y no es que ella conociera mucho). Todo el tiempo estaba observándolo, intentando tocarlo y acosandolo con preguntas de todo tipo.

-Le recuerdo que es un encargo del Gran Sacerdote, pero sino está de acuerdo con esto puedo llamarle y explicarle los motivos por los que usted quiere que Malta se vaya- le dijo Whis tomando su cetro como cuando quería comunicarse con alguien.

-¡No, no hagas eso! ¡Déjalo así!- exclamó el dios bastante alarmado y es que no quería enfadar al Daishinkan. Con resignación miró a la muchacha y está metió la cabeza entre los hombros- ¿Por qué no la llevas a la Tierra?

-¿A la Tierra?- repitió Whis.

-Sí, ahí podrá ver toda clase de cosas y aprender a respetar el espacio personal- le contestó Bills de una forma un poco molesta.

El ángel miró arriba y aún costado mientras se llevaba el dedo índice a la barbilla. No era mala idea que Malta viera a más personas, pero la advertencia de su padre lo hizo rechazar la propuesta.

-Ella todavía no sabe muchas cosas. Encierra un enorme poder y podría ser peligroso  sobreetimular a esta criatura- le contestó Whis a su señor, en voz baja- Malta ve a jugar al jardín.

-Sí señor- respondió la muchacha y salió volando por la ventana.

-¿Me puedes decir que es exactamente esa chica?- le preguntó el dios cruzando los brazos sobre su pecho.

Whis miró a su señor. A él no se le dijo nada más fuera de que Malta viviría con ellos y su seguridad sería su responsabilidad (suya y de Whis).

-Ella es un tabú- le contestó el ángel con seriedad y una mirada un poco oscura.

-Así que de eso se trata- exclamó Bills con gravedad y soltando sus brazos para caminar hacia la ventana. Malta estaba en el jardín junto al Pez Oráculo- Que criatura más miserable. Me pregunto por qué el Gran Sacerdote mantiene con vida a este ser.

-No lo sé- le dijo Whis, acercándose a la ventana también- Sin embargo, no es nuestro deber cuestionar sus decisiones u órdenes.

-¿Crees que Zen Oh Sama esté enterado de esto?

-Por el bien de Malta y el nuestro, espero que así sea- le respondió, pero la verdad es que suponía todo lo contrario.

Ambos se quedaron viendo a la muchacha volar entre las mariposas. Era un ser demasiado inocente y eso ponía nerviosos al dios y su ángel.

Malta estaba contenta de ver la luz del sol, de disfrutar la brisa fresca y sobretodo poder ver tantas cosas nuevas, sin embargo, la compañía de Whis y el dios le era difícil de asimilar. Muy diferente a la de Daishinkan. A él podía tocarlo siempre que quería, cuando trataba de hacer lo mismo con Whis este le decía que era inapropiado aproximarse así a las personas y no era cómodo que estuviera intentando tocarlo todo el tiempo. No lo decía con enojo o malestar, pero a Malta le sonaba muy frío. Si quería acercarse al señor Bills, todo terminaba en gritos. Esa criatura era muy enojona. Pese a estar en un sitio donde era libre y tenía compañía constante, Malta seguía sintiendo las mismas sensaciones que cuando estaba en esa habitación inmensa y vacía. Lo peor era que Daishinkan no iba a visitarla para aliviar esos sentimientos. Malta seguía pensando, que él estaba molesto con ella. Molesto como nunca lo había estado, pues no quería verla. 

Innocent Donde viven las historias. Descúbrelo ahora