Silencio. Silencio como en la nada. Un sitio vacío ¿Has intentado imaginar el vacío? Quizá al hacerlo vez una extensión blanca infinita. Pero ese no es el vacío. La nada es algo inimaginable. No hay arriba, no hay abajo. No hay luz tampoco oscuridad, ni siquiera transparencia. A ese sitio Daishinkan tuvo que llevar a Malta para que se extinguiera. No pudo encontrar una manera de evitar que ella colapsara. Pese a todo su poder no consiguió salvarla. Él nunca se involucraba en nada. Estuviera o no de acuerdo obedecía y sus contadas intervenciones eran extremadamente limitadas. Jamás experimento la impotencia como lo hizo ese día. Mas ahí estaba, imperturbable, como siempre.-Malta dejó algunas anomalia en el universo Siete- le dijo el Gran Sacerdote a Zen Oh Sama- Una de ellas está en el planeta de su amigo, el señor Gokú..
-Eso es malo- comentó el Rey De Todo- ¿Puedes solucionarlo?
-Por supuesto- contestó Daishinkan y en unos cuantos segundos, con un ligero ademán, se libró de aquel pequeño problema.
Después y con permiso de sus señores se retiró. Whis y Bills volvieron a su hogar una vez el Gran Sacerdote les dió la beña para que lo hicieran. Goku perdió el escudo que le dió Daishinkan y los demás pensaban en como ayudar a Vegeta, cuya mente se había extinguido. Era, literalmente, un cuerpo vacío. Unos días después una visita de Whis lo ayudo a reponerse, pero le tomó varios días volver a la normalidad.
Todo siguió su curso. Todo continúo avanzando. Nada parecía haber cambiado. A la solitaria habitación poblada de árboles, Daishinkan nunca volvió. Permaneciendo intacta por varios años. Tiempo después ese sitio colapsó súbitamente. Escombros quedaron flotando en el espacio, siendo el silencio el epitafio de lo que se podría haber definido como una tumba o un memorial a Malta, cuyo nombre Daishinkan no volvió a pronunciar.
El tiempo pasa diferente para hombres y dioses. Las eras son un suspiro en la vida de un ángel. Mucho cambió en seis mil años, pero Daishinkan seguía siendo Daishinkan. Un día o una noche, de un año cualquiera, Zen Oh Sama llamó a su mano derecha para hacerle una inusual pregunta:
-¿Has mirado en la nada?
-No- fue la respuesta del Gran Sacerdote y el Rey De Todo no volvió a hablar.
Pasó un tiempo antes de que Daishinkan tomara su cetro y mirase hacia el vacío donde dejó a Malta. Para su sorpresa allí encontró una pequeña galaxia. Muy sorprendido viajo a dicho lugar. No estaba equivocado, realmente ahí había una galaxia con varios jóvenes planetas. Pero uno de ellos era diferente a los demás. A simple vista parecía una pequeña luna, pero era todo un mundo y a diferencia de los otros ese tenía agua y un bosque de árboles jóvenes que lo cubría casi por completo. La vegetación estaba salpicando la superficie inundada. El Gran Sacerdote no pudo evitar recordar aquel cuarto donde mantuvo a Malta. No había otro tipo de vegetación, ni fauna. Solo árboles y agua de poca profundidad. Daishinkan caminó por aquel paraje largo rato. No había un ki. No había ninguna presencia como su corazón anhelo encontrar. Por un momento, al ver ese mundo, tuvo la esperanza de volver a verla. No hablaba de ella y tampoco la evocaba con frecuencia, pero desde luego nunca la iba a olvidar.
Malta tenía una partícula del génesis. Eso y la gran cantidad de energía que produjo su cuerpo podían explicar el surgimiento de aquella pequeña galaxia. Al principio todo es energía. Después viene la materia y con ella la vida como se conoce. Era asombroso que un ser como Malta haya podido creer todo eso. Sin duda ella era una criatura excepcional que pudo volverse algo único. Algo totalmente opuesto a Zen Oh Sama. Quizá por eso el Rey De Todo prefería verla destruída o bien por eso mismo siempre insistió que tenía que haberla dejada en la nada. Daishinkan suspiro, se dió la vuelta y se dispuso a volver a su lugar, mas entonces escuchó un sonido que reconoció de inmediato. Fue muy breve, pero su agudo oído pudo detectarlo. Miró en aquella dirección y voló hasta allá sin prisa. Desde arriba solo veía árboles. Agudizó el oído, pero no volvió a oír aquella voz, sin embargo, tras unos minutos logró divisar un cuerpo blanco, desnudo y boca abajo en un claro. Descendió de inmediato y se quedó parado a unos tres metros de aquella femenina figura, cuyos pies estaban metidos en el tronco de un árbol frondoso. La muchacha levantó un poco la cabeza cuando las ondas en el agua, que Daishinkan provocó, llegaron a ella.
El Gran Sacerdote estaba impávido en fachada, pero su corazón siempre tranquilo latía un tanto más rápido. Es que era ella. Realmente era Malta. Y estaba ahí tal y como la primera vez. La chica lo miró con curiosidad. Tras unos segundos en sus ojos apareció el brillo del reconocimiento y con cierta urgencia levantó su mano hacia él mientras movía la boca intentando hablar, pero solo emitía musicales sonidos que estremecieron a Daishinkan. Sin prisa, sin perder su postura, él fue hacia ella y se hincó en frente para tomarla por los brazos ayudándola a ponerse de rodillas. Malta estaba inquieta. Quería hacer cosas, sus miembros estaban todavía demasiado torpes y simplemente pasaba su mano sobre el rostro, del Gran Sacerdote, con mucha ansiedad.
-Riiuuunnn nium- dijo la chica y tocó la mejilla del Gran Sacerdote con su nariz. Estaba muy fría.
-Sí, soy yo, Daishinkan- le dijo él mientras la cubría con un vestido blanco para después levantarla en sus brazos.
- Dai-Dai... Dai...-balbuceo Malta con entusiasmo mientras seguía acariciando la mejilla de Dai con su nariz.
-Dai, si, ese soy yo mi querida Malta- le dijo cerrando los ojos complacido y se la llevó de ahí.
Nunca más la dejaría sola y confinada en una habitación. Nunca más ocultaria su existencia así que a la primera persona a la que reveló el retorno de Malta fue a Zen Oh Sama. El Rey De Todo no se mostró sorprendido con aquel evento. Él lo supo antes que Daishinkan, pero estaba muy reacio a permitir su existencia, sin embargo, dijo que había recibido una instrucción respecto a ella y que por tanto no podía interferir. Había alguien más allá de Zen Oh Sama. Otro ser y su palabra era absoluta. Malta podía vivir en el universo siete, pero lo haría bajo varias restricciones para evitar que su cuerpo colapsara en un tiempo corto. Ya que al poseer una partícula del génesis, ella era capaz de crear muchas cosas llegando al punto crítico. Básicamente Malta podía hacer un Big Bang con cada extinción. Paulatinamente terminaría creando un universo, aunque no estaban seguros si en los planetas que nacían de ella era posible albergar vida.
Daishinkan no podría vivir con ella, pero la dejo a cargo de su hijo Whis que en ese momento servía a otro dios de la destrucción. Alguien a quien Malta reconoció por lo que se escondió detrás del Gran Sacerdote.
-No te preocupes por él, querida- le dijo Whis- Ha madurado bastante desde la última vez que lo viste.
La muchacha escondió la cabeza entre los hombres y no se movió. Daishinkan les pidió que los dejarán a solas un momento para poder despedirse. Malta guardaba sus memorias. Así que todo fue más fácil de explicar después de su primer encuentro, pero también hacia todo más difícil a la hora de apartarse, pues ella quería permanecer junto a Daishinkan un poco más.
-Te vendré a visitar- le dijo el Gran Sacerdote tomando la mano de la muchacha.
-¿Pronto?
-Sí.
-Voy a... ¿Moriré otra vez?
-Sí.
-¿Y volveré de nuevo?
-Sí- afirmó Daishinkan.
- ¿Y vas a estar aquí... esperándome?
Daishinkan sonrió gentil y le hizo una tierna caricia en la mejilla a la dulce muchacha, que esperaba una respuesta.
-Aqui estaré, mi amada Malta- dijo finalmente y ella brincó a sus brazos con el candor de la inocencia, todavía intacta.
Fin.
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Innocent
FanfictionUn ángel híbrido a permanecido en cautiverio desde la destrucción de los seis universos. Su origen desatará la destrucción.