Once

628 129 2
                                    


Daishinkan cerró los ojos, levantando un poco los hombros y la cabeza. En un segundo concidero todas las opciones posibles antes de responder esa pregunta.

-Así es- dijo al fin, con voz firme y tranquila -He estado ocultando algo. Realmente no quería que usted lo descubriera... Hasta que estuviera listo.

-¿Hasta que estuviera listo?- repitieron los Zen Oh Sama a dúo.

-Así es. Aún no está terminado, pero si lo desean puedo enseñarles en que he estado trabajando -les dijo capturando el interés de los Reyes De Todo.

Acabaron en una habitación muy parecida a la que mantuvo aislada a Malta, sólo que en lugar de agua y plantas habían toda clase de juguetes y atracciones, incluso una montaña rusa. El lugar había sido preparado previamente por Daishinkan, quién sabía estaba siendo vigilado por uno de los guardias de Zen Oh Sama. Él podía parecer y actuar como un niño, pero era un dios. Uno con millones de millones de años a cuestas. Había momentos en que podía demostrar una gran inteligencia y desde luego era capaz de notar el más leve cambio de actitud en él, el Gran Sacerdote. Al fin que llevaban juntos demasiado tiempo. Con toda certeza, en algún momento delató sus nuevas preocupaciones o postergó más de la cuenta alguna salida. Sin duda iba a cometer un error que dejara en evidencia estaba haciendo algo a espaldas del Rey De Todo, sin embargo, confiaba en poder manejar la situación.

-Es un patio de juegos- le explicó al Rey De Todo- Quería que fuera una sorpresa. Últimamente he notado que se cansa rápido de todo por lo que pensé en preparar algo especial para usted.

Los Reyes De Todo estaban tan entusiasmados con todo lo que veían, que apenas si escucharon lo que les dijo el Gran Sacerdote.
Olvidándose del asunto que los hizo llamar a su asistente comenzaron a volar por todo el lugar para escoger que hacer primero. Daishinkan lució ligeramente aliviado y sonrió amistoso a los guardias. Su mirada en cambio decía algo totalmente diferente, logrando incomodar a aquellos sujetos.

-Nos está mintiendo- le dijo un Zen Oh Sama al otro mientras volaba.

-Sí, pero podemos aprovechar eso un rato- respondió el primero.

-Es cierto- exclamó el otro y se enfilaron hacia la montaña rusa.

El la Tierra, Malta abría los ojos después de permanecer inconsciente por casi una hora. Se quedó viendo el techo un tanto desorientada. Oía voces en el exterior, pero parecían estar muy lejos. Lentamente comenzó a distinguir personas por medio de ellas y recordar dónde estaba como también lo que había sucedido. Se sentó con cierta dificultad descubriendo tenía una manta blanca encima. Aquella prenda contrastaba con la oscura loza en que estuvo recostada y que parecía hecha de piedra. Todavía demasiado confundida se llevó la mano izquierda al rostro y cerró los ojos, pero los abrió en seguida al oír a Whis preguntar cómo se sentía. La pobre chica casi brinco de su improvisada cama. No lo había visto, pero él estuvo sentado a su costado durante todo el tiempo que ella durmió.

-Estoy bien- respondió con timidez cuando se recuperó de la sorpresa- Pero me duele la cabeza y... estoy cansada ¿Podemos volver a casa?

-Me gustaría, pero el señor Bills quiere quedarse hasta que termine la fiesta- le dijo Whis de forma amable, un poco condescendiente.

Malta subió las rodillas hacia su mentón para abrazar sus piernas. Parecía un pequeño huevo de escarcha en la forma en que se acurrucó. Tan pequeña y frágil que Whis pensó que de tocarla con su dedo meñique, Malta se rompería.

-Estas personas han sido muy amables conmigo- habló en voz baja, la muchacha- ¿Pero sabe una cosa señor Whis? Me sentí extraña entre ellas. Era como cuando el señor Bills me dijo que no debía ponerle manzana a la ensaladas a las ensaladas.

Whis no pudo evitar sonreír con ese ejemplar, pero comprendió perfectamente a lo que ella se refería. De forma muy lenta, Malta vio ir la mano de su maestro hacia su cabeza y descansar allí.

-Todo estará bien, Malta- le dijo con una mirada llena de ternura y de algo que la muchacha desconocía por completo.

El señor Whis era gentil, pero no era alguien de quién se pusiera estar cerca o que buscará acercarse físicamente a los demás. De hecho parecía ser un tanto renuente a ese tipo de cosas, pero con ella se permitía esos gestos y a Malta, pese a que no comprendía del todo la actitud de Whis, aquello le llamaba bastante la atención. Incluso el señor Bills tenía una actitud especie con ella. Algo que la hacía sentirse incómoda.

-Quiero ver a Daishinkan- dijo en voz baja.

-Lo llamaré para que hable contigo más tarde...

-¿En serio lo hará?- preguntó emocionada.

-Lo prometo. Ahora ¿Por qué no vuelves a la fiesta? Diviértete un poco- la ánimo Whis y la muchacha asintió para después salir volando hacia el pasillo.

Whis la vio alejarse con un semblante muy serio. Había llamado a su padre cuando llevó a Malta a esa habitación que le facilitó Bulma, pero él no respondió. No insistió, pues supuso estaba ocupado, mas le era urgente hablar con el Gran Sacerdote. Había examinado el cuerpo de Malta y descubrió algo un tanto inquietante.

La muchacha regreso a la fiesta y fue bien recibida por la mayoría. Los guerreros en cambio se mostraron más recelosos respecto a ella. Vegeta incluso manifestó que le gustaría que ella se fuera a lo que Bills le advirtió que más le valía no molestar a la chica, pues era una invitada suya. Una criatura ilustre.

-Me pone nervioso- gruñó el príncipe de los Saiyajin.

-Tiene algo raro, pero a mí no me parece que sea una mala persona- comentó Goku que estaba parado al lado de él, con un plato en la mano en el que tenía varias brochetas- Aunque su cuerpo es muy duro. Nunca había golpeado nada igual.

-Eso te ganas por andar repartiendo golpes sin ton ni son- le dijo Bills- Malta no se parece a nada con lo que hayas luchado antes. Es una criatura única y especial. Por tu bien mantente lejos de ella, zoquete.

-Pero sería muy interesante pelear con...

-¡Te digo que te mantengas lejos de ella!- le gritó Bills levantándose de su silla.

-No grite, me está escupiendo comida en la cara...

Vegeta se apartó de esos dos y siguió a Malta con la mirada. En efecto la chica parecía ser inofensiva, pero no podía librarse de esa incómoda sensación. Al ver a Whis fue hacia él para preguntar algo más, pero el ángel estaba reacio a dar cualquier información.

La fiesta siguió su curso. Malta se mostró más compuesta, pero pese a su actitud curiosa y divertida, no parecía más cómoda. Se puso muy feliz cuando Whis anunció volverían a casa. La pequeña Maron le dió una flor que tomó del jardín. De todas las personas que Malta conoció ese día, esa niña fue la que más le agrado. Jugo bastante con ella y Chaos. Bulma le obsequió unos dulces al decirle que podía volver a visitarlos cuando quisiera. Malta se los fue comiendo mientras volaba de regreso al planeta de Bills. El dios que iba sujeto a su ángel no podía verla, pero sabía iba casi a la misma velocidad de Whis. Este si podía apreciarla haciendo giros y formas con la estela de luz que dejaba tras de si.

Poco antes de llegar a su destino, Malta se detuvo y Whis también. Delante de ellos estaba el Gran Sacerdote. Parecía llevar un rato ahí, esperándolos. La muchacha fue directo hacia él como de costumbre, pero en esa ocasión hizo algo nuevo. Malta le dió un beso en la mejilla.

-¿A qué vino eso?- preguntó Daishinkan.

-A que te quiero mucho y sólo tú me haces sentir bien- le contestó Malta

El Gran Sacerdote la sostuvo entre sus brazos y le sonrió. La muchacha había aprendido una nueva demostración de afecto. Eso era bueno, muy bueno. No así que lo estuvieran espiando en la distancia, razón por la que se llevó a Malta a otro lugar.

-Supongo que hablaremos después- murmuró Whis y retomó su camino.

-No me digas que estás celoso de esa chica- le dijo Bills en tono burlón.

-Que tontería...- exclamó un poco molesto.

No eran celos, era preocupación lo que estaba alterando a Whis.





Innocent Donde viven las historias. Descúbrelo ahora