Nueve

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Malta se quedó hablando con el Gran Sacerdote hasta que se cansó de hacerlo. Estar junto a él la hacía sentir muy bien y no era raro que se durmiera en su compañía.

-Me gusta dormir- le confesó la muchacha mientras descansaba su cabeza en el hombro de él- Porque así puedo soñar ¿Te gusta soñar, Daishinkan?

-Soy un ángel, Malta- le dijo el Gran Sacerdote con un tono amoroso- Nosotros no soñamos, pues no dormimos.

-Una vez me dijiste eso, pero no sé hace cuántos días fue.

-Demasiados días en verdad- le dijo él sonriendo.

- Tú eres un ángel, el señor Whis también es un ángel, el señor Bills es un dios y la gente en los planetas son mortales, pero Daishinkan... Nadie me ha dicho que soy yo.

El Gran Sacerdote le acarició el cabello con ternura mientras cerraba los ojos.

El ángel del que se extrajo el ADN para crear a Malta se llamaba Malbec. Era más joven que Whis, pero mayor que Merus. Usaba el cabello muy largo y peinado con una cola a la altura de la nuca. Su túnica tenía un tono verde amarela y siempre estaba sonriendo, pero no como él, el Gran Sacerdote, o como el resto de sus hermanos, Malbec realmente sonreía. Nada le gustaba más que ver todo lo que los mortales eran capaces de hacer. Nunca intervino más allá de su labor, pero siempre estaba al pendiente de los humanos. Los objetos mecánicos eran algo que cautivaba mucho su interés del mismo modo que lo hacía la comida con Whis, llegando a aceptar uno que otro soborno con tal de conseguir algún juguete nuevo. Malbec tenía un ánimo jovial y con una capacidad de asombro extraordinaria. Era un ángel entrañable sin duda alguna. Daishinkan lo evocó en ese momento y besando la frente de Malta, le dijo:

-Tengo que irme.

-¿Qué? ¿Tan pronto? Quédate un poco más- le pidió la muchacha acomodándose en los brazos del Gran Sacerdote. Quería dormir.

-Esta bien. Sólo unos minutos más- contestó logrando que ella sonriera.

Una vez que Malta se durmió, el Gran Sacerdote la llevó a su habitación y la tendió en su cama. Para alguien como él, que había visto decenas de soles nacer y morir, la inocencia seguía siendo algo asombroso. La pureza era hermosa, pero efímera. La ley de la vida conducía a todos los seres a perder la inocencia y corromperse para convertirse en esas criaturas binarias de luz y sombra. Incluso los angeles no escapaban de esa regla. Tal vez el único ser cuya inocencia prevalecía con el paso de las eras era Zen Oh Sama. El Rey De Todo no obraba con maldad o benevolencia en realidad. Estaba por encima de ambos conceptos de un modo que los humanos difícilmente iban a entender y que incluso a él generó controversias en el principio de las eras. Era un ser puro al extremo. Malta era muy semejante a Zen Oh Sama, pero ella no estaba a salvó de corromperse mediante la sabiduría que le entregarían sus experiencias en la vida. Y eso era lo que asustaba a Daishinkan. Después de besar la frente de la chica, se marchó.

Cuando un hombre comprende lo que es desarrolla un vacío y ese vacío es lo que buscara llenar toda su vida. Para algunos hombres el amor llena ese hueco, para otros es lo material y así según cada quien ¿Cómo llenaría Malta el vacío de su ser en el momento en que entendiera que era? Esa pregunta era el motivo de su zozobra.

Los días pasaban y Whis seguía instruyendo a Malta en todo los aspectos. Era curiosa por lo que si estimulaba esa característica conseguía que ella le prestará toda su atención. Aquello era todo un logro, debido a que Malta era muy dispersa y su capacidad de concentración resultaba demasiado inestable. Literalmente pasaba un ave ante sus ojos y Whis perdía toda su atención, sin embargo, aquello fue cambiando con el tiempo. A medida que las semanas iban transcurriendo, Malta empezó a mostrar un intelecto mayor y a desarrollar hábitos para su beneficio. Uno de ellos era usar la imagen del Gran Sacerdote para lograr que Bills hiciera lo que ella le pedía. Con Whis intentó lo mismo un par de veces, pero él no respondía a sus manipulaciones.

Malta aprendió artes marciales muy rápido. En sólo dos meses era capaz de sostener peleas con el dios de la destrucción, sin embargo, no lograba lanzar ki. Sus combates eran sólo cuerpo a cuerpo y podían llegar a hacer bastante destructivos, razón por la cual Malta no gustaba de esos entrenamientos. Para su suerte Bills rara vez se prestaba para esos juegos por lo que aquello no ocurría muy seguido. Aquel día, después de un encuentro, Malta dijo estar exhausta logrando que Whis le permitiera ir a refrescarse. No era buena idea forzarla a continuar.

-¿Se encuentra bien señor Bills?- preguntó el ángel al ver al dios descender a su lado sujetándose el antebrazo izquierdo.

-Es difícil evitar salir lastimado al pelear con esa chica. Su cuerpo es lo más duro que he visto- comentó el dios con gravedad.

-Ciertamente una materia como esa es difícil de combatir, pero también lo es de sostener- comentó el ángel como pensando en voz alta- Pero es bueno para usted entrenar de vez en cuando. Últimamente estaba fuera de forma..

-¿Qué dijiste?- exclamó la deidad.

-Nada, nada...no me haga caso. Por cierto, señor Bills, estaba pensando llevar a Malta a la Tierra cuando vaya a buscar sus comidas favoritas.

-Por mí está bien, pero ¿No crees que el Gran Sacerdote se pueda molestar por eso?- le consultó Bills de manera tranquila, sería.

-Él la dejó a mí cuidado, supongo que confía en mis criterios.

-Sí, pero...

-Imagino que está preocupado por Goku ¿Me equivoco?

-Goku es el favorito de Zen Oh Sama y esta chica es la protegida del Gran Sacerdote. Un encuentro entre ellos podría acabar nada bien, en especial porque ese idiota podría provocar a la chica para que pelee con él.

-No creo que Malta responda a provocaciones como esa. A ella no le gusta combatir. Pero usted tiene razón en que un encuentro entre estos dos podría no ser algo bueno, en especial por la cercanía de Zen Oh Sama con Goku- admitió el ángel y se llevó la mano a la barbilla- Sin embargo, no conozco otro lugar donde ella podría aprender ese tipo de cosas...

Bills lo miró un poco intrigado.

-¿Qué hay de ese habilidad de la chica? ¿Es poder mental, no es así?- lo interrogó Bills.

-Ella en si no tiene ki- contestó Whis- Esa habilidad para proyectar su voluntad es algo que la puede convertir en un enemigo verdaderamente difícil de derrotar.

-Por supuesto que sí. Incluso tú te verías en problemas para dominarla si se llega a salir de control- le señaló Bills con un tono burlón.

Whis frunció el ceño, pero no dijo nada. El dios tenía razón. Malta tenía el ADN de un ángel. Aquello no hacía de ella un ser celestial. Aquella criatura no era su hermana, no era hija de Daishinkan, ni siquiera podía considerarse un ángel, sin embargo, tenía un poder semejante. Enfrentarse a ella era algo que no estaba en condiciones de hacer por su neutralidad y aunque le doliera s su ego, también por la posible diferencia de poder.

Unos días después Whis recibió una invitación de Bulma para una fiesta. Bills no quería perderse el festín y el ángel tenía que ir con él, pero había un problemas: no se les hacía buena idea llevar a Malta. Molestar al Gran Sacerdote para que se quedara con la chica no era opción. Decidieron dejarla sola un par de horas. No iban a tarderse mucho y Malta no pareció interesarse demasiado en lo que ellos iban a hacer, después de la explicación que el ángel le dió. Los vio partir sin protesta y esperando volvieran pronto.

En el tiempo que Malta llevaba ahí, vio a Whis, un par de veces, ir a algún lugar del que volvía llevando toda clase de alimentos. Usaba una especie de tela para poner esa carga en su espalda y aquella prenda estaba sobre la mesa. Con ella en las manos partió tras él y el señor Bills. Desde que estaba en ese mundo, no salió a ningún otro, pues esa era una de las condiciones que el Gran Sacerdote le dió para dejarla allí, sin embargo, Malta había estado firmando sus propios criterios y desde ellos lo que estaba haciendo no era precisamente una desobediencia. Ella estaba haciendo un favor al señor Whis, al llevarle lo que él olvidó. Cuando el ángel y el dios pusieron los pies en Corporación Cápsula, ambos miraron arriba, Malta estaba descendiendo a ese preciso momento. Cayó suavemente delante de Whis con ese delicado vestido que el viento agitó. Su sutileza y blanca apariencia se ganó la atención de todos, pero ella no lo notó. Sonriendo de forma cándida y amistosa, Malta extendió las manos hacia el ángel enseñando aquella tela y dijo:

-Olvido esto, señor Whis.

-Mocosa desobediente- murmuró Bills mientras Whis soltaba un suspiro.

Innocent Donde viven las historias. Descúbrelo ahora