Diesiseis

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Malta se sujetó a él con temor. Toda esa situación la tenía muy asustada, pero las palabras de Daishinkan la llenaron de terror. Jamás, en todos los años que pasaron juntos, el Gran Sacerdote había pronunciado una oración tan terrible como esa. Nunca, hasta ese día, él expresó por ella un sentimiento de forma verbal y tal vez tampoco en acciones. Aunque de eso último Malta no estaba segura.

-Quiero irme- fue lo único que pudo articular después de tan profunda declaración y Daishinkan la levantó en sus brazos para llevarla de regreso al planeta de Bills.

Goku seguía allí y vio llegar al Gran Sacerdote junto con la muchacha, que al verlo frunció el ceño. Whis se puso algo nervioso. Su padre le dijo que hablaría con él después y ese después había llegado demasiado pronto. No fue necesario que Daishinkan lo llamará. Él ángel se encaminó hacia él por su cuenta. Juntos se alejaron por la adoquinada vereda mientras la muchacha se quedaba parada ahí, temiendo acercarse a Goku que la miraba de una manera muy diferente a la última vez que lo vio. Algo en esos ojos no le gustó.

-Oye...- le dijo aquel hombre que dió un paso hacia ella.

Malta no esperó a ver qué iba a decirle ese sujeto. Escapó volando a toda velocidad hacia el palacio y allí se escondió en los aposentos de Bills. El dios dormía tan profundamente que ni siquiera advirtió que la muchacha se tendió a su costado cubriéndose con la manta que Whis dejaba ahí. No era extraño que hiciera eso. Le gustaba permanecer cerca de él.

La cabeza de Malta daba vueltas y vueltas en un torbellino de ideas amargas que la sumergieron en un mar de dudas del que salió varias horas después, cuando Whis la despertó. No estuvo segura de cuando se durmió, pero sintió que no descanso nada. Se arrodilló sin quitarse la manta de encima. No quería ver al ángel ni hablar con él, pero no sé atrevió a pedirle que la dejara en paz.

El cuerpo de Malta era muy pesado. En especial si estaba dormida, pero la cama del dios era bastante resistente y no dejaba de levitar cuando ella se subía, sin embargo, en esa oportunidad el ángel la descubrió al nivel del piso lo que llamó bastante su atención. Cuando la muchacha se levantó el lecho volvió a subir a su ubicación habitual y ella quedó parada delante de él escondiendo su rostro con la manta sobre su cabeza.

-¿Dónde está Daishinkan?- le consultó Malta a su maestro cuando él se inclinó buscando su mirada.

La chica estaba medio dormida todavía.

-Él tuvo que volver con Zen Oh Sama- le contestó Whis con una mirada paciente y una sonrisa delicada.

-¿Daishinkan es como usted?- preguntó la muchacha después de bostezar- ¿Él también sirve a un dios de la destrucción?

El ángel la miró un tanto sorprendido por la conclusión a la que había llegado. Se llevó el puño a la boca como para toser y aclarar la garganta, mas se interrumpió a media acción para mirar hacia una puerta en el costado de aquella gigantesca habitación.

-No exactamente- exclamó y le señaló lo siguiera- El Gran Sacerdote me pidió que aclarara todas tus dudas, Malta. Así que puedes hacerme todas las preguntas que...

-¿Qué soy yo?- le cuestionó la muchacha de forma rápida dejando caer la manta para volar e ir a cruzarse en el camino del ángel, que la quedó viendo directo a los ojos. Malta flotaba y Whis no podía avanzar con ella delante de él.

-Eres un híbrido- contestó el ángel tras una larga pausa en que no apartó sus pupilas de las de ella- Es decir...naciste de la mezcla de dos especies similares.

Malta apoyo sus descalzos pies en el piso. No entendía nada de lo que Whis le estaba diciendo y él lo notó.

-Uno de tus padres fue un ángel, por así decirlo- continuó Whis mientras comenzaba a avanzar por el pasillo. Malta lo siguió.

-¿Tengo un padre? ¿Dónde está? ¿Lo puedo conocer?- preguntó la chica con bastante entusiasmo y flotando un poco para asomarse sobre el hombro de Whis.

-Me temo que es un poco más complicado, pequeña.

Esas palabras fueron el inicio de un discurso que Malta apenas pudo digerir.

Hacia mucho, pero mucho tiempo en verdad, existió un hombre llamado Adán. Él vivía en un planeta llamado Edén en un universo que dejó de existir. Aquel hombre estaba dotado con una gran inteligencia, pero tenía un cuerpo muy débil. Aún así su extraordinario intelecto lo hizo conseguir la atención de los dioses, llegando a ayudarlos a resolver problemas de índole universal y celestial. Pese a su colaboración con las deidades nunca fue merecedor de una recompensa a la altura de sus servicios. Al menos así lo sentía Adán, que a medida que el tiempo avanzaba veía como su cuerpo decaía más y más. Parecía que no había algo en la existencia que permaneciera inmutable, pues hasta los dioses eran mortales. Sin embargo, Adán vio a una criatura a la que el tiempo no hacia mella y cuyo poder lo ponía en la cúspide del universo. Ese ser era un ángel. El conocimiento de Adán le permitió replicar a este ser, con una diminuta muestra de su saliva que no fue algo difícil de obtener, pues el ángel era descuido.

El propósito de aquel hombre era crear un cuerpo digno de su mente, pero para su sorpresa el cuerpo que sintetizó resultó conciente. Sorprendido Adán, tomó a aquella criatura y cuido de ella. Pero ese ser tenía un problema. El clon del ángel era inestable. Su poder era demasiado para el cuerpo sintético que tenía por lo que aquel recipiente se rompió. Con ayuda de sus máquinas Adán consiguió retener la esencia de la criatura y ponerla en un nuevo cuerpo. Uno mucho más resistente, mas no tuvo tiempo de ver su obra terminada. Zen Oh Sama descubrió que había sucedido, y en vista de la peligrosidad de que un hombre fuera capaz de crear ángeles, decidió terminar con el universo completo. Incluído sus dioses y su ángel.

-Esa criatura de la que habla, la que fue creada, soy yo ¿Verdad?- preguntó Malta después de oír aquel relato en absoluto silencio.

Whis se tomó un momento antes de contestar. Su padre le pidió a él que la contará esa historia que si bien era verdad, escondía una parte de los acontecimientos ¿Por qué su padre le solicito que fuera él quien le revelará a Malta su orígen? Era una pregunta que tenía varias posibles respuestas, pero tal vez la más acertada de todas era que Daishinkan no quería influenciar a la chica de ninguna forma. Y si no quería tal cosa era porque genuinamente le preocupaba lo que Malta pudiera llegar a pensar y a sentir al respecto. Sobretodo respecto a él, el Gran Sacerdote.

-Así es- contestó Whis después de un momento.

-¿Fue... Daishinkan quien me rescató?

-Mi padre te encontró a la deriva en la nada- continúo el ángel- Y te llevo a la jaula donde estuviste todo este tiempo.

-Me oculto de Zen Oh Sama...- murmuró la muchacha bastante conmocionada- Yo no debería existir. El que me crearan causó la destrucción de todo un universo. Todos esos mundos, todas esas personas... Dejaron de existir porque yo existo. Y...

-Malta- la llamó Whis al ver el estado en que estaba cayendo la muchacha.

-Y...Yo no... ¿Por qué?... No puedo...No debo...

-Malta- la llamó Whis nuevamente intentando tomarla por el hombro, pues ella estaba dando torpes y tremulos pasos atrás balbuceando- ¡Malta!

La muchacha salió volando del castillo. Fue un acto espontáneo. Posiblemente ni siquiera sabía a dónde iba, pero Whis salió detrás de ella  inmediatamente.  Ella no lo advirtió hasta que fue demasiado tarde. El ángel descargo su mano, como una espada, en la nuca de la chica. Uso bastante fuerza para poder dejarla inconsciente y su mano sufrió un poco de daño tras el golpe, pero eso no evitó que la sujetara por el brazo para que no cayera. La puso sobre su hombro para llevarla de vuelta al palacio. Whis la acostó, con mucho cuidado, en su cama y aprovechando que estaba inconsciente hizo aparecer una caja de color rojo que le dió Daishinkan. De ella extrajo dos brazaletes metálicos de color plateado que le puso en las muñecas y una tiara que coloco en la frente de la chica.

-Lamento hacerte esto en estás circunstancias, pero estoy seguro que de otro modo jamás hubieras accedido- le dijo Whis una vez terminó. Sin prisa dejó la habitación, pero antes de cruzar la puerta miró arriba y a la derecha- Está hecho querido padre- le dijo al Gran Sacerdote que lo veía a través de su cetro.

Innocent Donde viven las historias. Descúbrelo ahora