Veinte

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El primer recuerdo de Malta era el agua. El segundo recuerdo nítido era Daishinkan. Cuando salió de la cápsula que la contenía fue él, el primer ser viviente que vio, escuchó, olió, sintió y hasta saboreo porque por alguna razón cuando el Gran Sacerdote la cargo en sus brazos ella le dió una lamida en la mejilla. Entonces no hablaba. Era como un bebe. Desde ese día ella siempre estuvo en esa gigantesca habitación en que comenzaron a crecer unos árboles con largas raíces. Allí siempre había luz y un profundo silencio apenas interrumpido por el sonido del agua. Era un sitio seguro y pacífico, pero resultó no ser otra cosa que una prisión.

Malta tenía delante al ser que hizo de ella una prisionera ignorante y quería saber el motivo que Daishinkan tuvo para ello. Quería escuchar una explicación de parte del Gran Sacerdote, pero en lugar de eso obtuvo una disculpa y eso lejos de menguar su dolor lo aumento. Si algo había aprendido Malta es que las personas no se disculpaban a menos que hubieran hecho algo malo o incorrecto. Si Daishinkan le estaba pidiendo perdón era porque no había hecho algo bueno. Razón por la que se fue sobre él con la intención de hacerle daño, mas Daishinkan se limito a esquivar su golpe dándole a entender que ella no siquiera podía hacerle daño.

El movimiento de Malta y el del Gran Sacerdote fue tan veloz que Gokú no estuvo seguro si realmente había sucedido. Ambos estaban a otro nivel. Sin embargo, inmediatamente el Saiyajin notó algo. Y es que Malta no había usado sus puños con nadie hasta ese momento. Su ataque más poderoso era a nivel psíquico, como lo que le hizo a Vegeta e intento hacer con él, pero no uso esa técnica con el padre de Whis ¿Por qué? Se preguntó.

-¡Te odio Daishinkan! ¡¡Te odio!!- gritó la muchacha y él se apartó.

La onda psíquica que Malta libero borro un planeta cercano. Las ondas electromagnéticas que escapaban de su cuerpo estaban creando una burbuja de color azul, que causaba una distorsión en cualquier materia a su alrededor.

-Lo sé- fueron las dos breves, pero concisas palabras que salieron de la boca de Daishinkan- Siempre temí que llegara este momento y, sin embargo, volvería a ponerte en esa jaula de nuevo.

Si lo que Daishinkan buscaba era aumentar  la ira de Malta, lo logró. La chica junto sus manos formando un triángulo con los dedos, sobre su pecho, para expulsar de ahí energía color violeta que se volvió una especie de materia semejante al caucho. Cuando aquella cosa colisionó con el dedo que el Gran Sacerdote levantó para repelerla, se expandió intentando envolverlo. Solo atrapó aire, pero fue suficiente para que él y Goku pudieran apreciar el efecto que tenía aquella cosa. Cuando esa materia se consenso estallo generando una explosión semejante a una supernova en miniatura. La energía expulsada fue tal que medio planeta se volvió escombros. Daishinkan no salió lastimado, pero no estaba seguro de que hubiera sucedido si esa materia lo hubiera alcanzado. Aunque lo que en ese momento le preocupaba era las grietas en el cuerpo de Malta. Se estaban haciendo más profundas. Evadiendo un nuevo ataque de la muchacha le dió una señal a Goku para que interviniera. Daishinkan no dejaba de ser un ángel y como tal, estaba limitado también.

Con pesar tuvo que tomar distancia para estar en primera fila en aquella triste situación. Le dolía lo que estaba sucediendo. Pero como siempre, como lo exigía su casta, Daishinkan permanecía indiferente y sin intervenir en un asunto que era cosa de mortales. Los hombres crearon a Malta, los hombres tendrían que haber lidiado con ella hace mucho. En lugar de eso la confinaron a un contenedor que abandonaron en un sótano. No los culpaba. Haber creado vida tuvo que haberlos asustado demasiado. Tener un hijo puede ser algo aterrador. Nunca se está absolutamente listo para algo así. Para la responsabilidad de educarlo en moral, en como vivir y todo lo demás. Tener entre las manos una nueva forma de vida era todavía peor. Ni él estuvo seguro de que hacer con Malta. Pero no pudo dejarla flotando en la nada. No teniendo en ella una parte de su hijo Malbec.

Compasión, un poco de nostalgia y algo de vanidad fueron lo que en un principio impulsaron a Daishinkan a salvarla. Después tenía que admitir lo embeleso la inocencia de esa criatura. Ella no sabía del mal, ni del bien. No respondía a prejuicios o subjetividad. Su mirada era la cosa más honesta y pura que pudiera existir. En cierta forma era como Zen Oh Dios. No. Ella era mucho mejor que él, pues no conocía el hastío, la fatiga de las eras de ver la vida fluir siempre tan voraz y violenta. Malta era la inocencia encarnada y solo él tenía acceso a ella. Pero solo se mantendría así, si permanecía aislada e ignorante. En cuanto Malta viera la vida fluir se corromperia. Dejaría de ser pura. Dejaría de ser valiosa. Al principio fue egoísta. Muy egoísta, mas con el paso del tiempo eso cambio. Ella fue cautivando su corazón con esa misma inocente esencia que él tanto quería preservar. Es que era tan refrescante poder mirar una criatura que no era mancillada por la angustia, el miedo, el amor y todo eso que ensucia al hombre. Daishinkan había visto sucumbir especies completas víctimas de su propia corrupción. Lo había visto tantas veces que lo naturalizo hasta el cansancio, pero Malta le recordaba que todavía quedaba inocencia en la existencia. Todavía había algo que valía la pena preservar a toda costa.

Las eras fueron desvaneciendo el recuerdo de Malbec en el ángel sintético denominado Malta. El tiempo fue volviendo amor lo que una vez fue vanidad y egoísmo. Pero con el amor vino un temor todavía más grande que el hecho de que Malta dejara de ser inocente y ese fue el miedo a que ella dejase de existir. Si Zen Oh Sama la descubría buscaría la forma de destruirla. Estaba seguro de eso. Mas incluso si no era así Malta acabaría muriendo y de una forma horrible. Ella colapsaría producto de la densidad de la materia de la que estaba compuesto su cuerpo. Aquello Daishinkan lo descubrió mucho después de ponerla en esa habitación y lo corroboró cuando la jaula cedió. El cautiverio de Malta, en ese entonces, respondía al temor de su prematura destrucción. Con el paso de los años su cuerpo se había estado volviendo más y más denso debido a la acumulación de energía que provocó su inactividad. Esto mismo fue el origen de los enormes poderes psíquicos de Malta y el verdadero motivo por el cual la jaula se rompió. El anhelo de la muchacha por ver el mundo exterior comenzó a afectar aquella estructura haciendo que colapsara. Daishinkan sabía que de suceder aquello no podría volver a confinarla.

Una vez libre, producto de los estímulos, su poder mental comenzaría a crecer y la producción de energía aumentaría haciendo de ella una bomba de tiempo. Por eso Daishinkan la dejó al cuidado de Whis, pues él debía acelerar las cosas. Tenía que encontrar la manera de evitar que sucumbirá sin tener que sellarla en la nada. Pues para entonces muy posiblemente Malta sabría de la soledad, el miedo y todas esas cosas que harían de su estadía en aquel lugar una auténtica tortura. Hizo mal, al principio, y por eso Daishinkan le pidió disculpas, mas no iba a abandonarla a su suerte. Así ella lo detestase, el Gran Sacerdote iba a tomar la mejor decisión para salvar su vida. Sin embargo, sobre él pendía una condición que de no ser cumplida haría que Zen Oh Sama entrara en acción y entonces, Daishinkan no podría protegerla más.

Apoyado por el escudo que el Gran Sacerdote le dió, Gokú logró sostener una pequeña batalla con Malta. Pero si bien era prácticamente inmune a sus ataques psíquicos, los físicos lo lastimaban demasiado. Pese a eso, Goku era mucho más diestro en el combate logrando lo que Daishinkan le habia pedido previamente, ponerle una argolla en la cabeza, semejante a una tiara, que la inmovilizo por completo. A su alrededor todo seguía evaporandose, mas Daishinkan consiguió acercarse sin tener que evadir los ataques de la muchacha.

-¡Aléjate! ¡No te acerques! ¡Te odio! ¡Te odio! ¡Detente! ¡No vengas!- le gritó Malta cuando terminó de rodillas en el suelo, pero el Gran Sacerdote estaba sordo a sus advertencias.

Cuando al fin estuvo de pie frente a ella, apoyo una rodilla en el suelo, la miró y la abrazo logrando silenciar a la muchacha que no pudo más y rompió en un llanto abundante.

-Quitame está sensación, Daishinkan- le pidió Malta entre lágrimas- Quitamela por favor. Duele demasiado- le suplico y él solo la abrazo más fuerte.

Innocent Donde viven las historias. Descúbrelo ahora