Salida

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—¡¿Por qué demonios callaste algo como esto?! —gritó Volkov colérico, no pudiéndose creer lo que su amigo le estaba contando.

—¡Pero si yo también me enteré recién! Horacio le suplicó a Athenea que no dijera nada —respondió Ivanov con una mueca—. Tampoco me lo comentó a mi. Cuando llegué hoy a casa la vi muy rara y tuve que insistirle para que me contara. Volkov, ella también estaba muy preocupada por él.

—Pues si estaba tan preocupada debió decírmelo. ¡Soy su pareja, joder!

El ruso caminaba de un extremo a otro tratando de asimilar la situación y cómo procedería, Greco observaba la escena de pie y Michelle desde su asiento.

—Cometió un error Volkov, al igual que yo, me equivoqué juzgando a tu omega antes de tiempo —dijo Ivanov apoyando su mano en el hombro del ruso—. Sé dónde está, podemos denunciar y llevar a un par de oficiales para que lo saquen de ahí.

—Es mi culpa, si hubiese sido más atento... —murmuró Volkov peinando con ambas manos por sus hebras por milésima vez en la noche.

—No digas eso macho, verás que encontramos la manera y estará a salvo —tranquilizó Greco.

—Si Horacio decidió no denunciar en el pasado, seguro fue porque lo creía en vano —intervino la peliroja desde su posición—. Esa gente y su familia deben tener influencia en la policía, tenemos que jugar con lo que les gusta. —Michelle se puso de pie y caminó hacia el peligris—. ¿Acaso los Conway no son nuestros socios desde hace poco? Recuerdo perfectamente que tú cerraste ese trato proyectándolo a cinco años iniciales.

—S-Si pero-

—Conviértelos en diez y luego ponte en contacto con los Pérez para ofrecerles algo mejor. Si les gusta el dinero, pues hagamos negocios y que te dejen a ti y a Horacio en paz —dictó la mujer.

Volkov estuvo a punto de contestar, pero el timbre de su móvil anunciando una llamada proveniente de su residencia lo desconcertó un poco. Alejándose de sus amigos —quienes habían iniciado una discusión sobre qué hacer— se dispuso a atender la llamada, casi perdiendo el aliento cuando escuchó el tono alarmado del guardia de su edificio.

 Alejándose de sus amigos —quienes habían iniciado una discusión sobre qué hacer— se dispuso a atender la llamada, casi perdiendo el aliento cuando escuchó el tono alarmado del guardia de su edificio

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Una hora antes.

El calor resultaba insufrible, se sentía rodeado de una nube de excitación que recorría todo su cuerpo, alimentado por aquellos besos mojados que cubrían toda la extensión libre de su cuello y quijada. Suspiró y ladeó su cabeza en busca de mayor contacto, unas fuertes manos apretaban los huesos de su cadera manteniéndolo pegado contra la pared, cuidando que no cayera por culpa de sus rodillas débiles o realizar cualquier movimiento que lo alejara de su alfa.

Dolía, dolía mucho.

La nube se fue dispersando y los pensamientos cada vez fueron adquiriendo claridad. Su alfa... ¿Viktor? ¿Dónde estaba él?

STREETS - VOLKACIO (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora