Augurio

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Parpadea pesadamente, entre la penumbra su fino sentido de la audición detecta las exclamaciones de su alfa a la lejanía. Necesita abrir los ojos, no entiende nada, pero Viktor se escucha desesperado, lo está llamando. Quiere correr a su lado, pero su cuerpo pesa... está increíblemente cansado.

Se pregunta si realmente acabaría todo de esta forma. Su historia de amor; su deseo por formar una vida tranquila y llena de cariño, de vivir su libertad y rodearse de gente confiable. ¿Se había terminado?

Le llena de pena la idea de no ver crecer al fruto de su amor, de dejar al amor de su vida enfrentar este nuevo reto en soledad. Quiere luchar, tiene que luchar.

La bruma que lo rodea se vuelve más densa, todo en él se siente más frío. La voz de Viktor llamando su nombre se va apagando de a poco, hasta que ya no puede oírlo.

Ya no siente nada.


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Tres días antes.

—¿Me veo muy gordo?

—Ehmm...

Horacio observa a Viktor con una ceja arqueada, los ojos del alfa se desvían hacia cualquier parte de la habitación, y dónde lo haga, no encuentra más que un tremendo desorden ocasionado por el omega en su intento de hallar el "outfit perfecto" para esta noche.

«¡Sexy pero decente, eh! Que ya no ando disponible», fue lo que dijo Horacio la tarde del día anterior cuando salieron de compras. A Viktor realmente no le importaba la cantidad exorbitante de dinero que Horacio era capaz de gastar en prendas que probablemente no le entrarían hasta mucho después del embarazo, su economía se lo permitía. Sin embargo, consideraba excesivos los preliminares a un evento de carácter tan simple.

Para celebrar el onomástico de Greco, se organizó un evento privado para todas las amistades del alfa en su club nocturno favorito. Aquel evento causó una serie de discusiones y desavenencias con su pareja.

Horacio se moría por asistir, y Volkov se negaba a que lo hicieran.

El alfa repitió infinidad de veces que un antro no era el ambiente adecuado para un omega de casi nueve meses, que podría resbalar, caer o que el ambiente en sí iba a ser demasiado para el bienestar de Horacio y su bebé. Pero el omega, terco como ninguno, se empeñaba en tranquilizar al mayor diciendo que sólo harían acto de presencia por un par de horas y luego se marcharían.

«Iré contigo o sin ti», fue lo que dijo. Y el alfa no tuvo palabras para ir en contra de su voluntad.

Llegados al punto actual, Volkov no sabe realmente qué hacer o decir. Horacio lo estudia con ojos felinos —no necesariamente cómo le gustaría que lo haga—, su mirada no lo abandona y puede notar cómo su bonito rostro cambia a la par que su ceño se frunce en disgusto.

STREETS - VOLKACIO (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora