Dulce Espera

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—¡Ni pienses que voy a volver a pasar por est- ¡uhm! —las palabras de Horacio se vieron interrumpidas por una arcada que llevó su rostro directo al inodoro.

Viktor rodó los ojos y apartó los mechones de la frente de Horacio a la par que sobaba su espalda en busca de reconfortarlo. «Ahí va su almuerzo», pensó. Aguantó la respiración cuando el sonido de una arcada de Horacio amenazó con contagiarle las náuseas a él también.

Elevó la mirada hacia el techo y trató de pensar en otras cosas cómo dulces y esa torta de chocolate que vió el otro día en una panadería de camino al trabajo, tal vez podría pasar mañana por ese lugar, últimamente se encontraba muy antojadizo.

Llevaban una semana movida, Horacio estaba a punto de cumplir los tres meses de embarazo, las visitas al hospital se habían acortado y su bebé crecía fuerte contradiciendo las advertencias y malos pronósticos que en su inicio los doctores habían dado. Sin embargo, seguían pendientes y cuidadosos de todo. El único y actual problema que tenían, eran las náuseas atacando a Horacio con todo lo existente a su alrededor.

Desde el olor del pollo, hasta el aroma del shampoo de Volkov. Eran pocos los olores que Horacio actualmente podía aguantar, habían cambiado por completo su rutina y el baño se había vuelto un espacio recurrente para el omega al punto en que el alfa tuvo que disponer de comprar un felpudo para que Horacio no pasara frío en los ratos que se negaba de salir del baño por si las náuseas no lo abandonaban. Algo que últimamente pasaba seguido.

—Cariño, ¿Quieres que te traiga agua? —ofreció el ruso alcanzando una toalla limpia a su pareja para que se limpiara.

—Ajá —respondió seco Horacio. Recostándose exhausto contra la pared frente al inodoro.

El alfa fue a paso tranquilo hacia la cocina y con las mismas regresó al baño de la habitación, donde Horacio seguía en la misma posición donde lo dejó.

—Esta no es la marca del agua que tomo —dijo el omega viendo con desagrado la botella de agua que su alfa le ofrecía.

Volkov se tensó de inmediato—. ¿N-No lo es? —cuestionó.

Horacio frunció el ceño—. ¿No sabes qué agua tomo?

—Ahm...

—Eres increible...¡Voy a tener a tu hijo y no sabes qué agua tomo! —exclamó Horacio alzando los brazos con exageración.

—¿Pero acaso no todas las aguas son iguales?

—¡Esa agua sabe a mierda!

—Horacio, amor, el agua no tiene sabor —dijo Volkov mirando impasible a su pareja, como si estuviese tratando con un lunático.

—¡Si tiene!

—Pero-

Horacio enrojeció de la furia, no podía creer que Volkov no lo entendiera—. Mi vida se ha reducido a vivir frente a un maldito inodoro ¿Y me das de beber esto que probablemente me deje aquí durante quince minutos más?

—¡Vale! ¡Vale! Ahora te traigo otra —dijo el alfa elevando los brazos en señal de rendición y regresando a la cocina por otra botella.

Horacio volvió a su posición haciendo un puchero. Cuando Volkov regresó, lo encontró con el rostro escondido entre sus piernas. El alfa suspiró al escuchar los hipidos de su pareja y con pesar, se agachó hasta quedar a su costado

—Amor ¿Qué sucede? —preguntó Volkov en voz baja. Últimamente se le estaba siendo más complicado seguirle el ritmo a su pareja, trataba de ser paciente pero le dolía ver a Horacio llorar.

—Perdón por gritarte —dijo entre lágrimas —, estoy siendo un pesao' ¿verdad?

—Por supuesto que no, cariño. Es normal que te sientas así —le dijo pasando un brazo sobre su hombro para que este pudiese reposar contra él—, estás pasando por mucho estrés últimamente... En tu siguiente chequeo le preguntaremos a la doctora qué podemos hacer con las náuseas ¿vale?

STREETS - VOLKACIO (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora