Incógnitas

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"I see no reason to live in Hell.

How can life make me feel so incomplete?"


Los esfuerzos que había hecho Kanon para intentar hacer ceder las rejas habían resultado completamente inútiles, consiguiendo como único resultado que las heridas en su abdomen se abrieran de nuevo. El dolor que rasgaba sus músculos se había tornado insoportable, robándole las pocas fuerzas que le quedaban. Las piernas a duras penas eran capaces de soportar su peso, hasta que sus rodillas no pudieron seguir sustentándole de pie y se rindieron hasta tomar contacto con el húmedo suelo. Sus manos, que se resistían en abandonar los intentos de ganar a los barrotes no tuvieron otra opción que deslizarse a través de ellos, perdiendo fuerza cuando finalmente su cuerpo se quedó abatido y retorcido de dolor sobre el áspero piso. Con dificultad consiguió moverse hasta quedar sentado con la espalda recostada contra la pared, y cuando sus ojos se dirigieron hacia el foco del lacerante dolor, descubrieron que las manchas de sangre, que en un primer momento había apreciado ténues, se habían ensanchado, mostrando un color más viscoso y vívido que momentos atrás. La frente lucía perlada de un sudor frío, y los escalofríos que empezaban a azotar su piel cada vez se sentían más intensos.

- ¡Maldita sea! ¡Joder!- Exclamó Kanon al borde de la desesperación, apretándose el abdomen con rabia al tiempo que con la mano libre propinaba un inútil golpe a los barrotes.- ¡¿Dónde carajo ha ido mi fuerza?! ¿Dónde...? ¿Por qué...?.- Otro golpe de desesperación acompañó sus últimas palabras antes de escuchar un ruido distinto, un ruido que no provenía de él.

El sonido de unos pasos acercándose a la celda le enmudecieron en un instante, haciendo que se replegara en sí mismo, mientras se pasaba un brazo por la frente con la intención de secar el sudor que se deslizaba hasta las cejas y resbalaba a través de su sien.

- ¿No has pensado en que quizás es porqué estás herido que tus fuerzas te han abandonado?.- Kanon frunció el entrecejo al tiempo que sellaba sus labios para ahogar un gemido de dolor que luchaba por escapar de su garganta.- Qué estúpido que eres...has conseguido que las heridas volvieran a abrirse...

Frente a sus ojos apareció un hombre imponente, de cabellos rubios y revueltos y mirada ambarina, llevando en sus manos una bandeja con un vaso de agua y algo de comida acompañada con un trozo de pan.

Kanon se resistía a moverse. Ni siquiera osaba hablar. Su mirada se apresuraba en intentar descifrar qué era ese hombre que había aparecido en su presencia. Su anestesiado cosmos también luchaba para intentar hallar algún indicio de energía que procediera de él, pero lo único que consiguió suponer era que esa aparición era tan humana como él.

- Tienes muy mal aspecto.- Sentenció Radamanthys, que le observó largamente antes de pasarle la comida a través de una pequeña obertura dispuesta para dicho cometido.

Kanon seguía con sus cejas fruncidas, mirando con detenimiento al hombre que se presentaba frente a él, despojado de cualquier tipo de armadura, vestido únicamente con unos pantalones oscuros y una camisa blanca, abotonada hasta la mitad del pecho. Sus ojos pasaron del misterioso hombre hacia la bandeja de comida que ahora le esperaba a un par de palmos de distancia, llamándole con insistencia, aumentando más la sed que ya hacía rato que le martirizaba, para seguidamente volver la mirada hacia el inesperado visitante.

- Hay que cambiar el vendaje...o corres el riesgo que las heridas se infecten.

- ¡¿Y a tí qué te importa?!- Gruñó Kanon, queriendo parecer desafiante. Mostrándose únicamente confundido.- ¿Quién eres?...¿Dónde carajo estoy?.- El simple hecho de articular su voz hacía que las heridas punzaran más, y el sudor que insistía en cubrir su piel poco a poco le iba robando el escaso color que aún le dotaba de vida.

The Dead SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora