Sólo unas palabras para aclarar que a partir de aquí me permito algunas licencias respecto a la historia original, así que no va a encajar mucho lo que se plasme con lo que todos ya conocemos, pero me apetecía representarlo así.
###
Cenizas.
Todo lo que quedaba no eran más que cenizas.
Las cenizas de sus celos. De su humillación. De su derrota.
La desesperación de saberse perdida, traicionada, engañada...Las ansias de recuperar algo que quizás nunca había poseído habían llevado a Pandora a materializar frente a sí misma la armadura maltrecha del Dragón Marino, y transformarla en una Sapuris que diera la satisfacción a Radamanthys de haber conseguido un nuevo compañero de armas, y darse la oportunidad a ella misma de creer que así podría reconquistarle. Atraerle de nuevo a su lado. De disfrutar otra vez de su compañía, matando así, aunque fuera sólo un poco, su oscura soledad.
Pero no había podido. Simplemente, no podía permitirse semejante debilidad, semejante muestra de angustiosa necesidad.
Ella comandaba el completo ejército de Hades. Un ejército que al fin, después de trece años, estaba a plena disposición del Señor de las Tinieblas. Y no debía mostrarse débil. Menos aún después de haber sido testigo de las muestras de desprecio e insumisión que le había ofrecido Radamanthys, su más valioso soldado, y su más baja perdición.
Era ella la que el destino había elegido para gobernar 108 estrellas malignas. Era ella la que se debía hacer respetar, y no ceder a los deseos transitorios de sus soldados, vinieran de dónde vinieran. Aunque fuera el Juez Radamanthys del Wyvern el que la pusiera entre la espada y la pared. No podía haber concesiones a cambio de nada con nadie. Ni siquiera con él.
La lanza aún seguía firme en su mano, y frente a ella las cenizas que habían quedado de una armadura que podría haber servido al Averno, y que sus recelos habían convertido en nada.
Nada...
Nada quedaba de una armadura que provenía de otro reino, y para la que nunca había habido lugar en el infierno.
Nada quedaba en su corazón que la salvara de su condena.
Nada quedaba en el Castillo capaz de aliviar su pesar.
Nada...
Unas tímidas lágrimas se otorgaron la osadía de seguir delineando sus bellos ojos, apagados tanto tiempo atrás, mientras seguían fijos en los despojos resultantes de la afrenta de Radamanthys. La armadura intrusa había desaparecido, pero no aún su defensor...y éso era otro pequeño detalle que no podía dejar a los caprichos del azar.
El extremo de la lanza revolvía las cenizas con desídia, esparciéndolas sobre las losas de mármol como si fueran los restos de simple papel consumido por las llamas de un candelabro. Y con ellas se revolvían sus resentimientos, sus anhelos y frustraciones, y todo un cúmulo de sentimientos demasiado humanos para alguien que había perdido esa cualidad cuando ni tan sólo había sabido lo que era la inocencia de su alma. Y allí estaba, una y otra vez, la viva imagen de Radamanthys detrás de sus párpados cada instante que éstos decidían cerrarse, recordándole que estaba allí, y al mismo tiempo lejos, muy lejos...
Sólo un estruendoso ruido, propiciado por el cierre de la puerta por sí misma y la aparición de una pesada atmósfera invadiendo su alcoba fueron lo suficientemente intensos para arrancarla del regocijo de sus propios rencores, haciendo que soltara la lanza con súbito pavor antes de congelar todos sus movimientos al acto. Acelerando su respiración y erizando la piel de sus brazos con una intensa pátina de temor.
ESTÁS LEYENDO
The Dead Skin
FanfictionPost Poseidón. "Kanon había llegado con vida a un reino dedicado a los muertos. Burlando sus leyes y con la ignorancia que al despertar, la traición le volvería a tentar." ¿Realmente el encuentro de Kanon con los espectros de Hades una vez convertid...