AvernoII

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"We cannot soar and still stay on the ground,
Don't wanna see me, hear me, hate me...Hate, hate, hate..."

Kanon avanzaba con orgullosa seguridad por los inescrutables senderos de la Primera Prisión del Inframundo, siguiendo la estela de los dos jóvenes cosmos que presentía en apuros. Y Radamanthys le observaba. Le estudiaba. Y muy a su pesar, recordaba.

Pero ése no era momento de recordar. Los acontecimientos que su rebeldía había desencadenado no debían ser rememorados. Ése era un lujo que ahora simplemente no se podía permitir. Por mucho que en silencio siguiera preguntándose por qué le había salvado de las inundaciones desatadas con la derrota de Poseidón. Por qué lo había arrastrado al Castillo de Hades...Por qué había hecho lo posible para mantenerle con vida...Por qué había permitido que se acercara a él...Y por qué se había dejado manipular a su antojo, rindiéndose quizás por última vez, a su humanidad más natural.

Todas estas preguntas tenían como solución una única respuesta, y Radamanthys la sabía. Su marchita alma siempre la había sabido. Y Pandora también la había descifrado. Su última e íntima conversación así lo había dejado entrever.

Kanon era color. Kanon era vida. Kanon era la suma de todo, y la evidencia más apabullante de lo que él mismo y Pandora carecían. Kanon tenían en sus manos el control de su destino. Ellos, los espectros...no. A su destino se llegaba surcando un río de sangre oscura, tan negra como lo era su mundo, y no podían salir de él. Debían luchar para consagrar su mundo. Para y por su señor Hades. Para liberar a la humanidad de todo sufrimiento y dolor, y así, quizás, poder vivir en merecida paz su prometida eternidad.

Los destellos del oro que ahora protegía a Kanon resultaban insultantes en unas tierras que no conocían ni la luz ni el color, y el orgullo que exhibía en la seguridad de sus pasos le recordó al más poderoso de los espectros el porqué deseó convencerle de luchar a su lado. No había ningún espectro con semejante arrogancia y poder. Ninguno...Y Rune de Balrog era un claro ejemplo de la debilidad del ejército de Hades.

No le había resultado difícil a Radamanthys sentir que Rune se hallaba en problemas, ocasionados por dos jóvenes caballeros de Athena, que habían conseguido sacarle de sus casillas sin siquiera hacer uso de su poder. Y saber que Kanon se dirigía hacia ese foco de conflictos tampoco fue una incógnita complicada de resolver. Pero Radamanthys no iba a intervenir. Aún no. Quería volver a ver a Kanon en acción, ahora que por fin gozaba de la plenitud de su cosmos, luciendo una revivida determinación.

En un pestañeo Kanon desapareció de su vista, haciéndose invisible, pero su cosmos seguía estando allí, tan despierto como lo había conocido al lado de Poseidón. La curiosidad que sentía Radamanthys para averiguar qué era lo que Kanon estaba dispuesto a hacer no tardó mucho en verse satisfecha. Rune había atacado a los jóvenes caballeros de bronce, pero había caído de cuatro patas a las densas telarañas de una perfecta ilusión. Una ilusión creada de manera magistral por Kanon, cómo era de esperar del nuevo y radiante Caballero de Géminis. Y Radamanthys no pudo evitar sonreir para sus adentros al ser testigo de la locura que se estaba apoderando del espectro Rune, que había salido corriendo del Palacio de Justícia, sosteniendo su propio casco entre las manos, absolutamente convencido que era la cabeza de su Señor Hades la que sujetaban sus temblorosos dedos. Y en ese preciso instante, el Wyvern se permitió su propio momento de diversión, regocijándose con la insana locura que se había apoderado de un espectro que él siempre había considerado menor.

- ¿Qué ocurre, Rune?- Preguntó, apareciendo a su lado, llamándole la atención tanto con su voz como con su tacto, firme y frío sobre la surplice del espectro.- ¿De qué cabeza estás hablando?

- ¡Radamanthys! ¡No sabes la herejía que he cometido! ¡He decapitado a nuestro Señor Hades! ¡Su cabeza...su cabeza está en mis manos!

- ¿Pero qué dices, insensato?- Insistió el Wyvern, tremendamente divertido con la situación.- ¡Lo que sostienes entre las manos es tu propio casco, idiota!

The Dead SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora