Renacer

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"I fear your words, the things they mirror

Maybe that is all I am, just a reflection... please help me.."

Kanon había visto desaparecer a Radamanthys con su natural altivez a cuestas, dejándole a las puertas de una habitación que fácilmente cedió a sus deseos de abrirla, hallando en su interior una sencilla cama y poco más. Su mirada se paseó inquisitiva a su alrededor, descubriendo que todo lo que llenaba ese cuarto era sobriedad. Lentamente se adentró más y dejó el frasco que aún seguía en su mano sobre una pequeña mesa que alguna vez quizás habría servido de escritorio a alguien. Haciendo algunas pequeñas cábalas, llegó a la conclusión que si éso alguna vez había sido un castillo de verdad, ésa debía ser una de las estancias destinadas al servicio, así como en el Santuario recordaba que había las moradas de los asistentes de los Caballeros Dorados fuera de los templos. No había nada que iluminara la estancia, pero cuando sus ojos rodaron hacia el techo se toparon con la inesperada visión de una bombilla.

- Vaya...parece que aquí llegó la electricidad...- Dijo Kanon para sí, y rápidamente se volteó hacia la puerta en busca del interruptor que arrojaría algo de luz en esas pesadas tinieblas.- ¿Funcionará?

Efectivamente, al lado del marco de la vieja puerta halló el interruptor, el cuál no dudó en accionar, respirando aliviado al ver que la bombilla seguía respondiendo a su obligación. La luz que se ofrecía no era nada espectacular, pero suficiente para poder moverse con comodidad.

Apestaba. Radamanthys tenía razón. Todavía llevaba adherida sobre su piel y sus cabellos la sal marina que se había cristalizado maliciosa por todo su cuerpo, mezclándose con sudor. Y sangre. Restos de sangre esparcidos por su magullado torso, que seguramente se apreciaban negros y agrietados. Asearse ya no era una opción, sino una obligación, pero no sabía si esa modesta habitación dispondría de algo para poder satisfacer dicha necesidad.

Dando una vuelta sobre sí mismo acabó dando con otra puerta, la cuál no dudó en abrir, hallando al fin el esperado baño. Tan sencillo y modesto como la misma habitación, pero al fin y al cabo, suficiente para lo que necesitaba. Para su satisfacción había toallas y jabones dispuestos en un orden que parecía que hacía siglos que nadie perturbaba, y sin pensarlo más abrió los grifos y dejó correr el agua abundantemente, tapando el sumidero de la bañera para llenarla casi al completo. El agua salía hirviendo, y éste común detalle le sorprendió. Instintivamente se había mentalizado con la idea de bañarse en agua fría, cosa que tampoco le importaba, pero agradeció inmensamente la presencia de esa calidez rodeándole por completo. El vapor pronto empezó a emerger de las aguas que iban llenando la bañera, humedeciendo todas las paredes, difuminando su imagen reflejada en el pequeño espejo que colgaba sobre el lavamanos hasta hacerla imperceptible del todo.

Con gestos enérgicos empezó a desabotonarse la camisa que le vestía, y que también lucía manchada de sangre, arrojándola sin ningún cuidado sobre el suelo. Luego llegó el turno de las vendas que rodeaban su cuerpo. Todavía se apreciaban firmemente amarradas, y cuando consiguió dar con el extremo, empezó a aflojar su cobertura, dejando que se fueran deslizando hacia el suelo al tiempo que iban cayendo rodeándole los pies.

Y allí estaban. Finalmente sus ojos podían ver con claridad las tres heridas que el tridente de Poseidón había infringido en sus carnes. Era innegable que la armadura del Dragón Marino le había salvado de morir destripado, e inconscientemente sintió agradecimiento hacia ella. Dos de las perforaciones parecían cicatrizadas, pero una todavía insistía en seguir derramando su sangre, aunque con menos intensidad que antes. Seguramente habían sido los golpes del maldito Wyvern los que la habían abierto de nuevo. Pero entonces...¿por qué el mismo Wyvern le había ofrecido la posibilidad de curarse? ¿Por qué?

The Dead SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora