Regreso

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La suave brisa marina revoloteaba los rubios cabellos que se escapaban de la protección de su casco. A sus espaldas lucían medio derruidas las columnas que siglos atrás habían conformado el templo del dios Poseidón. A sus pies se extendía el basto mar, calmado, meciéndose en un dócil compás, acompañando su suave baile con una banda sonora capaz de encandilar los sentidos más ariscos. Su brazo izquierdo rodeaba con firmeza la cintura de Kanon, el cuál seguía sumido en una especie de trance hipnótico que pocos instantes más iba a durar. El brazo derecho de Kanon descansaba inconsciente sobre los hombros de una armadura que se percibía aterradora, y su muñeca estaba agarrada con fuerza por una mano que podía empezar a notar el completo despertar de un dormido cosmos, que iba llegando poco a poco a su punto de ebullición, fuera ya de los dominios de un castillo que inevitablemente había contribuido a mantenerlo en un precavido letargo.

- Kanon...aquí empezaste a labrar un destino que no te correspondía...- La voz del Wyvern sonaba serena, incluso tomada por un tímido tinte de tristeza.- Quizás aquí debas empezar a hallar la fuerza necesaria para aplacar tu dolor...y sanar tus remordimientos...

Las palabras de Radamanthys fluían a través de sus labios con la calma que siempre precede a la tempestad, pero Kanon no las escuchaba...Su rostro permanecía recostado sobre el frío metal que cobijaba un corazón sin música. La flacidez que mostraban todos los músculos de su cuerpo era la prueba inequívoca que sus sentidos aún se hallaban bajo el influjo del poder de Radamanthys.

- Desearía que te alejaras de esta guerra que está por comenzar...pero sé que no lo harás. Tu testarudez es impecable y tu cosmos ya reverbera al sentir la proximidad de un Santuario que nunca te respetó, pero que te atrae más poderoso que un imán...- El Wyvern ladeó su rostro lo suficiente para poder observar por última vez el inconsciente rostro de quién tanto había removido su inerte mundo, y a quién desearía no volverse a encontrar. Nunca más. Macerando dentro de sí la certeza que no sería así...- No flaquees...sé fuerte...y cuando nos volvamos a encontrar...no muestres misericordia ni compasión...porqué los pecados que estoy obligado a cometer no merecen ninguna piedad.

Radamanthys no dijo nada más. Simplemente se acercó todo lo que la tierra le permitía hasta posicionarse al extremo del acantilado que vestía el nombre de Cabo Sunion. Y le soltó.

- Hasta luego, Kanon...

El Wyvern aguardó unos pocos segundos más, hasta que el cuerpo de Kanon se zambulló en las plácidas aguas del mar. Cerrando su ambarina mirada por un instante, echó la cabeza hacia atrás al tiempo que inspiraba profundamente el salitre del mar. Dejando que una tímida lágrima se mezclara con esa reconfortante humedad.

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Agua...

Sal...

Aire...la desesperante sensación de necesitarlo, y de no poder encontrarlo.

Alarmas...muchas alarmas demandándole a su mente un urgente despertar.

Y el cosmos...el perdido cosmos ardiendo dentro de él, electrificando cada célula de su ser, reavivando sus sentidos, obligándole a querer respirar...oponiéndose con terquedad al hecho de no poder hacerlo.

La asfíxia que invadía su ser le obligó a ello, y sus ojos se abrieron de golpe, incapaces de ver con claridad mientras los pulmones le exigían aire...

Aire...aire...respirar...y hacerlo ya.

Una fuerza desconocida tomó el control de su voluntad, y todos los músculos se activaron prestos a trabajar juntos para conseguir una sola finalidad. Los pies empezaron a moverse con rapidez y los brazos apartaban el agua que le abrazaba con la única intención de emerger a la superfície.

The Dead SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora