Inundación

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~THE DEAD SKIN~

"It's me I hate, not you at all
I am my own medicine,
Turned into a poison..."


Agua...

Sal...

Sangre...

Deshonor...

Toneladas de agua salada amenazando con barrer todo un Santuario submarino que nunca debió emerger.

Los pilares que sustentaban los siete mares habían sido derribados uno tras otro, convirtiendo sus ruinas en la caricatura de su propia traición. Una traición que se había revelado contra él mismo, como así lo evidenciaba el tridente del dios Poseidón clavado en su propio pecho.

Las gotas de sangre que traspasaban las agrietadas escamas marinas que aún cubrían su cuerpo se derramaban sobre la creciente marea, mezclándose con ella hasta diluirse por completo, reduciendo a nada su largamente alimentada ambición.

Trece años había pasado esperando el momento. Su momento.

Trece largos años de paciencia y maquinación, de lejana observación de un mundo que debería haber sido también suyo, y que le repudió. Trece años hilvanando los retales de su conjura, comandando un ejército de marinas que le seguía con fe ciega en aras de la lealtad al dios Poseidón. Una lealtad disimulada bajo los destellos anaranjados y dorados de una armadura que él mismo se adjudicó. Una lealtad que debía ser defendida frente a una amenaza que en realidad nunca existió. No más allá de los confines de su propia manipulación.

Trece años anhelando el segundo en el que su poder y valía fueran reconocidos, y que lo fueran frente a esa diosa que no había hecho nada para ofrecerle el mínimo respeto que cualquier mortal debería ser digno de merecer.

Tantos años esperando su oportunidad de brillar, de reivindicar su poder, de hacer oír su propia voz...tantos años, destruidos en unas pocas horas dónde no solo perdió el honor de caballero que alguna vez hubiera podido ostentar, sino donde además, probó el sabor amargo de su propio veneno. Un veneno que se volvió nocivo incluso para él, debilitándole el espíritu frente a un caballero que no tenía más edad de la que vivía él mismo cuando el mar empezó a tragarse su cuerpo, su alma, y la poca bondad que ésta alguna vez hubiera podido conocer.

No fue el persistente recuerdo de su hermano, que aún después de fallecido seguía visitándole cada vez que cerraba los ojos, el que acabó con su aplomo y fingida dignidad.

No fue un nimio destello de sobria lucidez el que le arrebató el orgullo y el poder.

No fue el resultado de la batalla que nunca libró el que le arrebató las mentiras que hasta él mismo se creyó.

Fueron las simples palabras de un muchacho que defendía un verdadero honor las que le abrieron el alma en canal. Las palabras que revelaron el porqué de su existencia en un mundo en el que debería haber perecido si no eran los dioses que decidían lo contrario.

Tuvo que ser la voz de un inmortal Ave Fénix el que le desvelara que su vida no la debía al dios de los océanos que fingía defender, sino a la diosa de la justícia que durante años había planeado aniquilar.

No le derrotó ninguna herida asestada mortalmente en algún punto vital. No le derrotó el derroche excesivo de su cosmos en una guerra de incierto final...

Le derrotó la indiferencia. La hiriente indolencia mostrada hacia a quién nadie pensaba tener en cuenta. Una vez más.

La indiferencia...siempre la indiferencia...la de Saga...la del Santuario...la de sus propios compañeros de armas...la de los rivales...la de Poseidón...la condenada indiferencia de todo el mundo menos la de ella. La diosa que había planeado matar junto a su hermano o sin él para hacerle pagar su desequilibrada compasión. La diosa de la tierra, la justícia y el amor...Athena...la maldita y odiada Athena había sido la única en estar a su lado cuando las fuerzas le flaqueaban en Cabo Sunion y el agua amenazaba con inundar sus pulmones sin vacilar. Athena le había ofrecido su cosmos divino cuando sus propias fuerzas se ahogaban en las profundidades del mar...y él no lo había sabido ver. Su sed de venganza y traición le habían empujado a ardir un trabajado plan para acabar con aquella que empezó siendo un pequeño capricho a desafiar, y que acabó recibiendo la furia de un dios con el que no tenía lugar batallar.

The Dead SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora