Averno III

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Los grandes portalones de Giudecca se abrieron, dejando paso a Minos, Aiacos y Radamanthys encabezando el séquito, hallando a Pandora frente al postrado Orfeo de la Lira, antiguo Caballero de Athena que había ofrecido sus servicios a Hades a cambio de poderse mantener al lado de su amada, víctima de una terrible maldición que la mantenía anclada a los infiernos.

A una distancia considerable y presidiendo la inmensa escalinata que nacía en el centro del salón, una oscura silueta permanecía sentada y en silencio, tras unos cortinajes que nunca dejaban ver en claro las facciones de la imponente figura que ocupaba el gran trono. La figura de su dios y señor. La figura de Hades. Raras veces los espectros accedían a esos aposentos, pertenecientes a su Señor Hades, al cuál tenían vetado dedicarle ni una palabra y firmemente prohibido mirarle directamente a los ojos. Sólo Pandora podía hacerlo. Sólo ella podía hablarle. Sólo ella había sido bendecida o condenada con esa confianza.

- Pandora...¿Se puede saber a qué se debe tu llamada? Espero que sea un asunto urgente por habernos hecho acudir a los tres jueces aquí y ahora.- Farfulló, aproximándose amenazante hacia ella, olvidándose de las formalidades con las que debía hablarle cuando no estaban solos.

- Orfeo va a tocar su lira para nuestro Señor Hades, y he pensado que alguna vez también os apetecería poder disfrutar de la suavidad de su música. Y ahora es una buena ocasión para ello.

No...éso no podía ser...Radamanthys no daba crédito a las palabras que Pandora acababa de pronunciar con inapropiada serenidad, y la exasperación que le despertaba esa ridícula situación empezó a quemarle por dentro, tomando el control de sus piernas, que avanzaron sin rubor hacia Pandora al tiempo que mostraba severa indiferencia a la presencia arrodillada de Orfeo en medio del gran salón. Dejando atrás a Minos y Aiacos, que le observaban en silencio.

- ¡Estaba en medio de un combate, maldita sea!- Le espetó entre dientes, mirándola con furor.- ¡¿Y nos reclamas, para qué?! ¡¿Para escuchar música?! ¡Ésto es surrealista, Pandora!- Radamanthys se estaba exasperando por momentos.- Creo que estás perdiendo la noción de nuestra realidad...- Masticó entre dientes, ofreciéndole una furiosa mirada cargada de incomprensión.

- Radamanthys...presiento que algo va a ocurrir...- Susurró ella con suavidad, invitándole a rebajar el impropio tono de su voz mientras sus violetas ojos se fijaban en él.- Algo grande...algo magnífico. Realmente lo presiento...- La intensa mirada que siempre vestía el rostro de Pandora se había anegado por la emoción.

- ¡¿Me has hecho dejar una batalla por un simple presentimiento?! ¡Maldita sea, estaba cumpliendo con tus órdenes!- Radamanthys se estaba impacientando sin medida, y parecía no importale en absoluto que sus compañeros le vieran completamente fuera de la rectitud de comportamiento que siempre debían mostrar ante su señora.

- Radamanthys, dejemos de fingir...Hace tiempo que ya no cumples mis órdenes...Sólo estabas satisfaciendo tu obsesión.- El Wyvern quiso replicar, pero su razón le detuvo las intenciones, permitiéndole únicamente chasquear la lengua con sonoro desagrado.- Y tu obsesión puede esperar...- Concluyó Pandora en un susurro cargado de tensión.- Y ahora sí que me vas a obedecer, aunque sea por última vez...- Su violeta mirada irremediablemente se perdió dentro de los ofuscados ojos de Radamanthys, que mantenía su mandíbula cerrada con dureza.- Presiento que algo va a suceder...y tú me vas a seguir la corriente...Estarás atento a todos los movimientos de Orfeo...nunca me he fiado de él.

- Yo tampoco...- Susurró al fin Radamanthys, observando de reojo a Orfeo, que rápidamente bajó su mirada al saber que el visual estudio al que había sometido al Wyvern había sido descubierto por éste.

Pandora asintió dulcemente, sin poder evitar regalarle una mirada de eterna devoción al soldado que por enésima vez en su vida debía rendirse a los dictados de su voluntad.

The Dead SkinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora