Capítulo 14.

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En este momento mi cerebro andaba bailando kuliquitakati mientras las únicas dos neuronas que parecían querer funcionar para mí estaban intentando hacer sinapsis para llegar a la conclusión sobre qué coño de la madre había pasado en menos de cinco minutos.

Hasta los momentos había llegado a tres conclusiones que me tenían la mente echa un zaperoco: a) mi cara de fastidio, arrechera y molestia había tenido que ser estrafalaria para que alguien desde lejos notara que el espécimen de poco coeficiente intelectual que había estado hablando conmigo lo único que estaba haciendo era cagarla y logrando ponerme incómoda con solo una pregunta; b) si Jesús no piraba de la silla iba a darle un coñazo en la cabeza contra la mesa porque no había posibilidad que una persona fuese absoluta y completamente repelente como él lo era y c) Choi Beomgyu había llegado como quién no quiere la cosa a salvarme de cometer un crimen de odio, pudiendo solamente decirle algo, pero armando un show que me había dejado tan o más tiesa que la arepa que Alexander había dejado en el horno hace dos días.

Me había dado un beso, leve, pero lo había hecho y mi mente presentaba un error en el sistema que no me permitía apartar mis ojos sorprendidos de los suyos que miraban a Jesús con las cejas alzadas esperando a que alguien le respondiera lo que había preguntado. Los dedos de sus manos habían pasado de mi barbilla a mi pierna y yo concentré toda mi energía en hacer que lo sorprendida no se notase porque entonces el otro mamarracho no me iba a dejar en paz.

──Beomgyu, tiempo sin vernos. ──le dijo Jesús, se le había ido la sonrisita que tenía momentos atrás── Estaba hablando tranquilamente con Alexandra.

──Mas bien molestándola. ──aludió el otro, alzando las cejas un poco.

──Claro que no. ──frunció el ceño── ¿Verdad, Alex?

──Los estoy viendo desde que te sentaste aquí, la tienes incómoda, claro que la estás molestando, mi pana. ──el pelinegro me acercó más a él cuando vio a Jesús hacer amago de tocarme, que pasó, eso me gustó── Si no te diste cuenta, pues te lo digo yo.

Me sentía en un partido de ping pong, marico, miraba de uno al otro y así sucesivamente, sin saber que decir.

── ¿Ustedes son cuadres? ──alzó la ceja, acomodándose mejor en la mesa cuando lo único que quería es que se fuera pal coño e' su madre vieja.

──Somos novios. ──corté a Beomgyu, dispuesto a responderle algo. Sentí como me apretó la pierna y haciéndome la loca le sonreí a Jesús de forma hipócrita── Me disculpas mi loco, pero de pana me pusiste incómoda con tu mariquera hace un momento. Madura un poquito, Betancourt, y evoluciona. Si eres tan amable de dejarnos a Beom y a mí solos.

Lo corté antes que decidiera quejarse diciendo algo o incluso quedarse con nosotros. Me miró mal, pero también me sabía a culo.

No porque habíamos estudiado juntos, no porque había sentido algo por él y mucho menos porque antes yo andaba detrás de él porque me parecía la mejor persona del mundo, tenía que venir a decir las cosas que dijo, a incomodarme y a hacer preguntas que realmente no le interesaban y que no tenía por qué saber; bastante lo había tenido que tolerar en quinto año con sus burlas locas y guachafita como para que me amargara la fiesta con su existencia, así que no me importó la forma en la que me vio como si no fuese la gran cosa, ni que él fuese la última Coca-Cola del desierto y estaba clara que yo sí era la gran cosa, porque no por nada había evolucionado, sabía en dónde estaba parada y había logrado parcialmente uno de mis sueños.

Y no era egocentrismo, uno tenía también que reconocer cuando andaba triunfando y cuando avanzaba.

El guebón se fue después que Beomgyu se despidiera de él agitando sus dedos con una sonrisa de burla en la boca, lo conocía tanto que sabía que se había divertido con la situación pasada. Realmente era una persona que disfrutaba chalequear a los demás, le encantaba formar peo y andar metío' en un chisme, sino no era Beomgyu Francisco.

𝐃𝐄𝐋 𝐎𝐃𝐈𝐎 𝐀 𝐋𝐎𝐒 𝐂𝐎Ñ𝐀𝐙𝐎𝐒. ━ Beomgyu. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora