Capítulo O1

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Habían veces en las que quería caerle a coñazos sin creencia a Daesun y está era una de esas veces.

Vamos a empezar por el principio.

Se suponía que Daesun iba a llegar con los muchachos y mi tío a las seis de la mañana porque teníamos que salir tempranito a Yaracuy para que los policías no se pusieran pajuos y la cola de los peajes ni estuviese tan ladilla, pero resulta y acontece que llevo tres mamaguevas horas esperando sentada en la sala de mi casa con medio pan en la jeta y cabeceando del sueño porque a esa gente no se le ocurrió si quiera decirme que venían tarde, porque sí, venían tarde y justo ahora a las ocho y media es que esa gente viene saliendo para Santa Rosa a recogerme. Mano, yo no estuviese tan molesta sino fuese porque me tuve que parar a las cuatro de la mañana —porque doy más vueltas que un trompo— a verificar que todo estuviese en el bolso, que llevara la plata, la cédula, la partida de nacimiento y ese verguero, además de bañarme y desayunar a la carrera porque se me había hecho tarde. A demás de que me dormí a las doce de la madrugada, tenía ganas de agarrar a Daesun y tirarla a mitad de camino para que se la llevaran los zamuros.

¡Pero no mardición!

Nadie avisó y doña pendeja se quedó desvelada revisando el facebook para por lo menos distraer la mente mientras esperaba pacientemente —y eso que paciencia no tenía— que pasaran a buscarme y así poder mandarme los tres pastelitos que la china el coño que tenía por prima me debía al tener que acompañarla pa esta vaina. Entonces estaba muerta de sueño, muerta de hambre siempre y con el humor más amargo que mi mamá cuando le entra la tocoquera.

Juro que cuando vea a Daesun la escoñeto.

— ¡Alexandra De Jesús! —llamó mi mamá desde la ventana de la casa.

— ¿Qué? —grité de regreso estando en la cocina, estaba viendo que coño comía porque parecía que tenía una solitaria en el estómago de tanta hambre.

— ¡No es "¿Qué" es señor, coño! Hasta cuándo te lo tengo que decir vale, es señor. —llegó a la cocina regañando y dándome una mirada cochineada— Ahí afuera está una pickup cuatro por cuatro negra, tocó corneta pero yo no sé quién es.

— Me lleva el diablo. —solté dejando de coñazo el pan dulce en el mesón para irme a asomar. Las hormigas se lo iban a comer, pero me sabía a culo.

— Mira chica pero que fue, tú como que estás buscando que te caiga a coñazos por andar tan vulgar. —volvió con el regaño dándome un golpe en el brazo cuando pase por su lado— Deja de maldecir tanto.

— Perdón, se me sale solo. —me disculpé corriendo la cortina pa ver por una de las ventanas del porche que daban pa la calle una camioneta como había dicho mi mamá— Es que la voy a matar dios mío.

Y es que la voy a lanzar para el río si lo que está maquinando la cabeza mía es verdad.

— Es la camioneta del papá de Alejandro, ma. —le avisé regresandóme para agarrar el pan y después ir a la sala por el bolso y lo demás.

— ¿De quién? Yo no conozco ningún Alejandro. —me miró raro, entrecerrando los ojos después. Le giré los míos.

— Mamá, de Soobin Alejandro, de a bolas que lo conoces. —la mire como si fuera obvio y ella captó rapidito— Ese mismo, el alto cara de ángel que te encanta.

— Es que si yo tuviese la edad de ese chamo le caigo, hija mía. —confesó haciéndome dar un grito— No sé que estás esperando tú para hacerlo mi nuero.

— Hablas puras gafedades, Soobin es pana mamá. —le sonreí con diversión acercándome para darle un abrazo de despedida— Nos vemos la semana que viene, me despides de mi papá y del ladilla de Alexander.

𝐃𝐄𝐋 𝐎𝐃𝐈𝐎 𝐀 𝐋𝐎𝐒 𝐂𝐎Ñ𝐀𝐙𝐎𝐒. ━ Beomgyu. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora