Canción: Subtítulos
Notas: Basado en una historia que hice para el reto 31 días SamBucky.
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Media noche y el silencio inundaba el departamento. Sus dos ocupantes compartían el terrible insomnio sin saberlo.
Uno de ellos era Johnny Lawrence, quien llevaba una hora dando vueltas en la cama tratando de encontrar una posición cómoda para dormir. Aunque era inútil nada serviría pues la única persona que necesitaba para conciliar el sueño estaba a unos cuantos pasos de su habitación.
Al otro lado de la casa, Daniel estaba en las mismas. Cansado de solo ver el techo, prefirió sentarse a la orilla de la cama. Tallo sus ojos con el dorso de las manos y suspiro.
Él acostumbraba a dormir con la puerta entreabierta así que podía ver la puerta del dormitorio de Johnny. Suspiro frustrado, se regañó por sus malas decisiones, ¿Qué estaba pensando al proponer ese estúpido trato? Aquello lo mataba por dentro, había caído en su propio juego, se enamoró primero aun cuando fue él quien estableció las reglas.
¿Cómo permitió que las cosas salieran de control? Pero su mente voló a la primera vez que lo hicieron.
Esa semana había sido la peor, Johnny iniciaba en su nuevo trabajo, era algo pesado, pero mucho mejor pagado que el anterior. Además, le dejaba el tiempo suficiente para entrenar a los chicos. Lo que le molesto más fue que Kreese insistía en llevárselo a su nuevo dojo.
Por otra parte, el proceso de divorcio se dio por finalizado, Amanda y Daniel quedaron en buenos términos, pero eso no significaba que fuera menos difícil después de todo estuvieron casados por varios años.
Ambos llevaban viviendo en el departamento desde hace dos meses, pensaron que era mejor compartir el alquiler de un lugar donde pudieran recibir a sus hijos. Ya no peleaban tanto como antes, pronto se acostumbraron a la nueva rutina y estaban bien con eso, pero ese día ninguno tenía buen humor.
─ No era necesario que intervinieras, yo solo habría podido con Kreese.
─ Estabas acorralado, un gracias no estaría nada mal. ─ Johnny volvió a quejarse de dolor cuando sintió de nuevo el algodón sobre la herida. ─ Somo un equipo y aunque no lo queramos admitir, somos algo como amigos. ─ El rubio desvió la mirada. ─ Tú me cubres a mí y yo a ti.
─ Gracias. ─ Daniel parpadeo, no esperaba que le agradeciera. ─ Pero me siento culpable porque también te lastimo. ─ Sus miradas se conectaron.
─ La mayoría del tiempo me proteges, eres como águila al acecho, esperando a que alguien se atreva a tocarme para salir en mi defensa. ─ El espacio entre ellos se reducía, podían sentir sus respiraciones. ─ Era tiempo de devolverte el favor. ─ Johnny asintió.
Culparon a la adrenalina cuando rozaron sus labios en perfecta sincronía. Se recusaron sobre el sofá, Johnny encima de Daniel mientras las manos ansiosas recorrieran cada centímetro de la piel morena.
Daniel jamás olvidaría la primera vez que se entregó a Johnny, porque fue una experiencia única. La manera en que el rubio lo beso era intoxicante, su toque lo hizo temblar un sinfín de veces y sus labios marcando sus clavículas y pecho.
Johnny creía lo mismo, Daniel pronunció tantas veces su nombre entre suspiros que perdió la cuenta.
Pero al día siguiente el miedo hizo de las suyas y prefirieron excusar sus ganas de repetir aquello con el pretexto de repetirlo solo para relajarse después de un día malo.
Daniel, precavido como siempre, fue quien estableció las reglas. Tendrían sexo en cualquier lugar casa, menos en las habitaciones. Y después de terminar no habría abrazos ni muestras de afecto íntimas, cada quien continuaría con sus actividades. Po último, tenían la libertad de salir con otras personas cuando quisieran.
Johnny acepto con tal no perder lo único que le hizo feliz en meses. Estúpidamente los dos creyeron que las reglas serían fáciles de cumplir, cosa que se complicó con el tiempo.
Johnny mordía sus labios para reprimir las ganas de besarlo frente a todos cuando veía a mujeres y hombres muy cerca de Daniel, odiaba que LaRusso no hiciera nada para alejarlos o detenerlos.
Mientras tanto, Daniel dormía cada vez menos, la ausencia de las caricias de Johnny era mil veces peor que una pesadilla. Anhelaba besarlo, tomarlo de la manos en público para que todo el Valle supiera que le pertenecía a Johnny Lawrence.
Regresando presente, frotó su cara, no aguantaba más, se tragaría su orgullo antes de perder la cordura. Se levantó, dio menos de 10 pasos y giró la perilla.
─ ¿Johnny? ─ Preguntó al ver la silueta recargada en el marco de la puerta.
Gracias al silencio podían escucharse a los dos corazones latiendo velozmente. Johnny se metió bajo las sábanas y Daniel lo envolvió con sus brazos. Se sentía cálido y muy correcto.
─ Rompamos la estúpidas reglas, no pienso compartirte con nadie más, no quiero dormir solo. ─ Confesó el pelinegro y esperó con temor la respuesta.
─ Venia a pedirte lo mismo. ─ Rieron bajito. ─ Quiero todo contigo.
Por fin el sueño los estaba venciendo, sus parpados pesaban y antes de cerrarlos por completo, confesaron por lo que muchos meses callaron.
─ Te amo. ─Dijeron al mismo tiempo. Sonrieron y rozaron sus narices en un beso esquimal, para después quedar profundamente dormidos.