Daniel y Johnny entraron a la habitación que era de Miyagi. El pelinegro quería enseñarle algunas cosas de su sensei para que entendiera mejor la historia del karate de Miyagi.
─ ¿Qué es eso?
─ Es el espejo del señor Miyagi.
─ ¿Y por que esta cubierto con una sábana? ¿eres supersticioso o algo por el estilo?
─ No, desde que vine por primera vez ha estado cubierto y después de la muerte del señor Miyagi preferí dejarlo así.
─ ¿Nunca le preguntaste la razón?
─ Sí y me contestó con un especie de acertijo. "Daniel-San, reflejo ser muy poderoso. Puede mostrar verdadero ser o aquello que estar muy escondido en el interior. A veces dar mensaje, pero si no entender es peligroso". ─ Pasa sus manos por la sabana y esta cae.
El espejo queda descubierto y ambos se sienten atraídos. Pero Johnny se fija bien y nota algo raro.
─ ¿Cuántas cervezas nos tomamos?
─ Dos ¿Por qué?
─ Mira nuestra ropa. ─ Daniel baja la cabeza revisando su atuendo y Johnny rueda los ojos. ─ En el espejo, demonios. ─ El pelinegro abre la boca, es el pero su reflejo trae puesto el Gi rojo de Johnny. ─ Hombre, donde compraste la cerveza.
─ No está adulterada, la compre en un lugar 100% legal.
Los dos se acercaron para ver mejor.
Johnny tocó el vidrio con el dedo índice. El fondo cambió un poco, algo más ochentero. Entonces se vio de 16 años, un poco más delgado y bajo.
─ Johnny-San, recuerda "karate solo para defensa".
─ Si, señor Miyagi.
─ Esperar aquí, iré por regalo.
─ No tiene porque darme nada, con las clases de karate y su amistad es suficiente.
─ Es cumpleaños, tener regalo. ─ Miyagi le entrega una caja y Johnny la abre.
─ Oh señor Miyagi, es precioso. ¿De dónde lo saco?
─ Esposa de Miyagi hacerlo para hijo.
─ Si quiere que se lo devuelva, yo lo entender.
─ Se que Johnny-San entender.
Mientras Johnny sigue viendo a la nada, Daniel se acerca y su reflejo se transforma en su yo de 17 años, un poco más alto y músculos de los que recuerda haber tenido. Al lado suyo está Lucille, lleva puesto uno de eso vestidos que siempre se detenía a ver en los aparadores y que nunca pudo comprar. Su cabello es lacio y largo.
─ No me gusta este lugar, quiero ir de vuelta con mis amigos.
─ Danny, cariño no grites. ─ Le acomoda bien el suéter que lleva sobre la espalda y segura el nudo de las mangas.
─ Que se joda Eric, no quiero su dinero.
─ No digas esas palabras, un joven de tu clase no debe decir esas palabras.
─ ¿De mi clase? Por favor mamá, si tenemos un gran rango social es por él y si el día de mañana el quiere votarte volveremos a lo mismo de antes.
Daniel corre una larga distancia y se detiene frente a un dojo de karate. Espía por la ventana.
─ Cobra nunca muere. ─ Dice el sensei.
...
Ahora en el espejo están los dos. Johnny con su Gi blanco y un bonsái bordado en la espalda. Daniel lleva su Gi negro con el logo de Cobra Kai, sin piedad dice Kreese.
─ Rompele la pierna. ─ Ordena y Daniel se estremece. Nunca antes había tenido una sensación tan desagradable, el no quería hacerlo no era ese tipo de persona.
Johnny puede ver en la mirada de Miyagi confianza en él, teme decepcionarlo, ha luchado tanto por llegar hasta ese momento. Tiene miedo, miedo de Daniel, sabe que si no gana volverá a ser su saco de boxeo.
Daniel regresa, quedan frente a frente y todo a su alrededor se detiene.
─ No quiero pelear más. ─ Admite Daniel.
─ Tampoco yo. ─ Dice cayendo de rodillas. ─ Perdón, no sabía cuanto miedo tenías. ─ Daniel se sienta en el piso.
─ Y yo no entendía lo mal que lo pasabas. ─ Johnny entiende el brazo.
─ ¿Tregua? ─ Daniel le sonríe.
─ Tregua. ─ Se dan un apretón de manos.
Su reflejo cambia a ellos adultos, compartiendo una copa de vino en medio del dojo.
Lo entienden, saben que se dieron una oportunidad y esas versiones suyas vivieron lo que ellos debieron ser.
De pronto es como si salieran de un trance hipnótico. Daniel y Johnny adultos se abrazan. Siente que todo ese peso sobre su espalda que los atormento por 35 años ha desaparecido por completo. No hay enojo ni resentimiento. En su lugar aparece paz y calma.
Johnny golpea primero y besa a Daniel, él no se queda atrás y lo corresponde.
─ Papá. ─ Lo llama su hija desde afuera y se separan. ─ ¿interrumpí algo? ─ Daniel entrelaza sus manos con la de Johnny y Sam sonríe. ─ Lo siento, es que ... no sabemos qué pasó exactamente, pero nos sentimos diferentes y quería saber si estaban bien.
─ De maravilla. ─ Contesta Daniel.
─ Esoveo, felicidades. Los dejaré continua. ─ Antes de que Sam se vaya nota algo raro. ─ Creíque era un espejo. ─Señala al espejo, pero se llevan una sorpresa al descubrir que no había más quemadera.