𝚀𝚞é𝚍𝚊𝚝𝚎 𝚊 𝚖𝚒 𝚕𝚊𝚍𝚘 | ʟᴇᴠɪ ᴀᴄᴋᴇʀᴍᴀɴ

𝙲𝙰𝙿𝙸𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟺.

𝙽𝚞𝚎𝚜𝚝𝚛𝚘 𝙰𝚖𝚘𝚛.

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ʜᴀɴᴀʙɪ'ꜱ ᴘᴏᴠ

Mis ojos se abren con dificultad por los destellos de luz eléctrica, no recuerdo en qué momento me quedé dormida; el aroma a perfume varonil se siente muy cercano, mientras me remuevo un poco en el asiento, estirando los brazos, encuentro el abrigo gris del profesor Ackerman cubriendo la mitad de mi cuerpo.

— Estamos en el hospital chicas, despierten. 

— Demonios, ¿Nos trajiste al polo norte? Está helando — se queja Mikasa envolviéndose en una manta y baja del coche. 

— Gracias profesor, creo que empaqué algo calientito, lo buscaré en la cajuela — digo tendiendo su chaqueta de vuelta, sin embargo, detiene mi mano negando con la cabeza. 

— Descuida, esta playera es suficiente, puedes buscar tu abrigo después, ahora debemos subir a ver a Sandra, antes de que termine la hora de visitas.

Una vez se quita el cinturón de seguridad, abre la puerta para ayudarme a bajar, los tres caminamos por un pasillo semi-oscuro que nos lleva dentro del hospital; el olor a antibióticos y el ambiente ajetreado es una de las razones por las que descarté estudiar medicina hace años, todo lo relacionado me pone melancólica; la última vez que estuve en uno, fue cuando visité a Erwin en el área de oncología. 

Seguimos a Levi hasta un elevador que nos lleva al quinto piso, al abrirse las puertas, revelan un espacio amplio con candelabros, cuadros, y muebles de lujo, supongo que es una planta especial para personas millonarias como los Ackerman. 

— Están en la habitación 501 — señala la primera puerta.

 Hay una pizarra sin nombre, imagino que por seguridad, Mikasa llama un par de veces a la puerta, que se abre en seguida; los ojos de Hange Zoe se iluminan en cuanto nos ve. 

— ¡Hana-chan! — exclama lanzándose a abrazarme — el enano no me dijo que venías, ¿Querías sorprenderme, eh? 

— Mikasa sólo habló de una amiga, mas, no especificó de quién se trataba — explica el profesor entrando a la habitación. 

Al fondo, en una cama rodeada de monitores, Sandra Ackerman nos observa, tiene la piel más pálida en contraste a la última vez que le vi, su cabello castaño mantiene el largo arriba de los hombros y,  bajo sus orbes verdes, pequeñas bolsas moradas se marcan como consecuencia de su enfermedad. No obstante, conserva una expresión amable, la misma que mostró cuando nos conocimos. 

Levi camina hasta ella, delinea su rostro con los dedos, mirándola fijamente, como si quiera grabar en su memoria cada facción, Sandra levanta una mano con dificultad rodeando la del profesor, a la vez, la oprime contra sus mejillas esbozando una sonrisa amplia, veo como sus ojos lagrimean un poco, un acto tan sencillo logra conmoverme, porque muestra todo el cariño que siente hacia él. 

— ¡Mamá! ¿Cómo te sientes? — Mikasa se acerca hincándose frente a la cama, rodea cuidadosamente su regazo, puesto que las conexiones de oxigeno están de por medio. 

— Estoy bien, mucho mejor ahora que veo sus rostros... — gira su cabeza hacia mi ubicación y sonríe — Hanabi, no te reconocía, cada día estás más hermosa.