XI:

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Después de la cena, se encontraron en la torre y Lúa repitió el proceso para llamar a Katja, la daga, el collar y las palabras.

—Sortir, Katja.

Una vez montadas en Katja Lúa estaba contemplando la luna y Adhara la contemplaba a ella.
—¿Por qué escogiste hoy?
— Te lo dije, hoy mis padres no estarán en la casa.
— Lo sé, pero ¿acaso no quieres verlos? Aunque sea de lejos, sin hablarles solo... verlos.
— No.
— ¿Los odias?— se atrevió Adhara.
— ¿Odiarlos? No, eso requeriría que les prestase atención. En realidad creo que me desapegué de ellos hace mucho tiempo; cuando éramos niños casi nunca estaban, solo nos dejaban con los maestros e institutrices que contrataban para que nos enseñaran cosas como modales, a usar nuestra magia, defensa personal, ese tipo de cosas y cuando estaban nos exigían demasiado. Fueron ellos quienes nos enseñaron a usar los collares, las dagas ya montaron a nuestros dragones pero jamás cuidaron de nosotros, el que cuidó de mi siempre fue Noah.
— Por eso es que estás tan preocupada.
— Por eso es que estoy dispuesta a hacer lo que sea para encontrarlo. Y salvarlo, si fuera necesario. El me salvó cada vez que lo necesité.—se le quebró un poco la voz.
— Lo vamos a encontrar.— Adhara le tomó la mano.

Katja comenzó a descender hasta que se aterrizó en el enorme patio de la mansión. Adhara estaba boquiabierta. La famosa mansión De'Ath, era exactamente como la había imaginado: enorme, oscura pero elegante y lo más importante, había dragones por todos lados. De colores oscuros, sin embargo destacaba uno negro como la noche y el más grande de todos, supuso que era el alfa y que le pertenecía al padre de los De'Ath.

— ¿Viste a Nox? El más grande.—preguntó la pelinegra.—Él es el dragón de mi madre. Ella es la más poderosa de todos nosotros por eso Nox es el más grande.

Bajaron del lomo de Katja y ella se fue como dando brinquitos en dirección a donde estaban todos los dragones. Y ellas caminaron hacia la puerta, Lúa sacó la pequeña daga y la introdujo en el cerrojo, la movió unas cuantas veces y este se abrió.

— Bienvenida, a la mansión De'Ath.

Todo dentro era del mismo tono negro que habia afuera, alfombras y muebles, sin embargo habia muchos elementos de cristal.

— Ven.— subamos.

Caminaron por unas escaleras de caracol que parecían de obsidiana. Hasta el segundo piso que tenía varias puertas cerradas, Lúa le distinguió el camino hacia la biblioteca de su madre.

— ¿La biblioteca de tu madre? ¿Es qué que aquí todos tienen una biblioteca propia?.—rió.
— Sí.— dijo Lúa muy seriamente.

Adhara dejó de reír y Lúa comenzó a forzar la puerta con la daga pero la puerta la lanzó hacia atrás y cayó al suelo. Maldijo, dijo unas palabras, intentó de nuevo forzarlo y esta vez lo consiguió. Entraron a un cuarto repleto de libros, de diferentes colores y cubiertas. Era increible. Adhara también tenía una biblioteca en casa, después de todo todas las familias importantes conservaban la historia de su sello.
La pelinegra dijo unas palabras y un libro hizo ruido. Lo dije y el libro flotó hasta sus manos.
—¿Tu sabes hacer ilusiones verdad, Edevane?
— Eh, sí.
— Bien, haz una para llenar ese espacio con este libro. Mi madre no puede darse cuenta de que falta.
— Bien.—movió las manos y unos segundos más tarde llenó el espacio con una ilusión que había creado a partir de un cabello de Lúa, para que la familia De'Ath pudiera ver la ilusión. La pelinegra ni siquiera había notado cuando se lo arrancó.
— Wow, no creí que fuera tan fácil...— dijo la pelinegra.
— Es un hechizo simple, solo tienes que...
— Robar el libro.
— Oh.
— Mis padres no volverán hasta dentro de varias horas.— La miró.— ¿Ya quieres volver al colegio?
— No tengo prisa.— le sonrió la pelirroja y después miró a la ventana.– Supongo que Katja estará feliz de pasar más tiempo con los demás.

M'ai Aidez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora