MARCOS
Estoy en mitad de un campo de golf. ¡Bonito lugar para pasar mi día de descanso! Mi padre se ha empeñado en que quedemos con unos de los clientes más importantes de nuestra empresa. Uno que, incluso, nos sirve de proveedor de nuevos clientes en España y parte del extranjero. He llegado a ser un entendido del juego sin llegar a gustarme. No soporto tener tanta paciencia en algo así de aburrido, a mi parecer, y pausado.
—Podrías ocupar el lugar de tu padre en nuestro próximo juego —me propone el señor González.
Niego.
—Prefiero ejercer de público, o simplemente, de ayudante —aclaro, con una sonrisa cordial.
Asiente con benevolencia.
Seguimos con el hilo de la conversación que tuvo que pausarse cuando mi padre tuvo que concentrarse en uno de los tiros largos. El señor González está maravillado con mis jóvenes ideas que se ajustan perfectamente a este negocio para su expansión. Supongo que debo de sentirme orgulloso de que se me valore como el hijo del CEO que se ha empeñado en que herede su empresa cuando él se jubile, ya que, su hijo mayor, tomó un rumbo y destino distintos y se encuentra viviendo con su pareja en Londres.
Y en realidad, yo desearía dedicarme al mundo de la música. Todavía no he sido capaz de discutirlo con él. Sé que llegará el momento y tendremos que poner las cartas sobre la mesa. No me veo sosteniendo la empresa. No porque no tenga dotes. Sino porque mis sueños se encuentran en otro lado. El problema es que él no me deja elegir. Pero también es capaz de dejar que el mayor de la familia, quien debería de cargar con el mayor peso de todo, se escabulla junto a su preciosa mujercita a Londres donde realizar su sueño. Digamos que soy el paso del testigo de lo que se quedará en el aire y debe ser atendido. ¿Por qué yo? Mi familia y yo vamos a tener más de una trifulca por ello.
—Pásame el palo número dos.
Lo hago. Va a ser un golpe largo. Cruzo los dedos para que le salga certero. Lo logra, impresionando a su rival de juego. Impresionándome, incluso a mí.
—¡Vaya! Ese golpe ha sido limpio y preciso. Eres eficiente, amigo —comenta el señor González.
—Como nuestros productos: adecuados para aquellos que los adquieren sin margen de decepción —responde mi padre alzando el mentón con orgullo.
Con ese mismo orgullo que nos describe a los que formamos esta poderosa familia.
—Cierto —le da la razón el señor González.
Mientras estoy a la espera de qué palo va a pedirme, a continuación les mando un mensaje a César y a Julián. Quiero saber a qué hora quedamos para ensayar. Aunque más tarde tenga que ajustar esa hora a mi apretada agenda. Tras el juego, tengo que asistir a una comida de negocios. Va a ser una mañana provechosa, aunque agotadora. Al caso, igualmente de agotadora para ser un maldito día dominical. Y yo sin haber dormido apenas la pasada noche.
Luego, hay otro asunto que no puedo sacarme de la cabeza. ¿Cómo se encontrará Paula? La mujer triste y escurridiza. Su mirada y su gesto de derrumbe me impactó de semejante manera que me parece hasta haberla soñado esta noche. Digna de formar parte de ser la protagonista de una de las canciones compuestas por mí. ¿Y por qué no? Bien. Tampoco es que vaya a saber de ella después de aquello. Las personas vienen y van. Solo están de paso. Raramente, coincidimos con aquellas con las que más queremos coincidir, si no dejamos un hilillo suelto que tire de ellas.
Después de un rato de golpes certeros de mi padre. De varios metros de tierra y césped, él me vuelve a pedir un cambio de palo. Esta vez, para finalizar la partida. Sé cuál tengo que darle. Y se lo entrego.
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Música para el corazón
Lãng mạnMi vida se apagó cuando Guillén desapareció de la mía. Creí no poder avanzar más allá de donde me detuve. Algo me hizo cambiar de parecer. Porque nadie sabe cuán fuerte es, hasta que ser fuerte se vuelve tu última opción posible. Obra registrad...