Desde distintas perspectivas

27 4 7
                                    


    MARCOS:

He preparado café. Anoche fuimos a casa de Paula para coger la ropa y lo necesario para llevarse hoy al trabajo. Y aquí estoy, preparándole el desayuno. Madrugando bastante a pesar de trasnochar para no fallarle. Porque creo que sigue durmiendo. Y va siendo hora de despertarla. Suspiro un pelín decepcionado. Podría haber sido una noche épica. Sin embargo, solo ha querido dormir abrazada a mí sin que la cosa derive en nada más. Me hubiera gustado hacerle el amor. La deseo. La he deseado más con su cercanía. Con el aroma natural de su piel y de su agua de colonia. Pero he tenido límites. Y si quiero tenerla conmigo es mejor que me comporte educadamente.

    ¡Vaya! Como normalmente haces en el trabajo.

    —Cállate, vocecita cabrona.

    Entro en mi habitación. Es extraño, pero esta mañana huele a ella. Ojalá que su aroma tarde en desvanecerse porque es un aroma que me encanta. Dulce, agradable, aditivo.

    Estoy tentado a besarla. Sus preciosos labios, todavía con algo de carmín coloreados, están entreabiertos. La tentación está frente a mí. Y debo contenerme.

    Así que todo su brazo con cuidado.

    —Eh. Despierta —susurro—. Paula, despierta. Has de ir al trabajo.

    Abre los ojos poco a poco y cuando me ve, entra en confusión.

    —¿Qué hago aquí? ¿Qué...? —Cae en la cuenta—. Vale. Anoche me quedé en tu casa. Lamento haber sido tan empalagosa.

    —Es un placer ayudarte. Conoces mis sentimientos.

    —Pero no quiero confundirte.

    Llega un golpe de decepción en la boca de mi estómago. Pero, ¿acaso no es lo normal hasta ahora? Ella está ahí. Alargo el brazo y no llego a rozarla. Qué desesperación. En fin.

    —Yo tampoco quiero hablar de esto ahora. Tienes que desayunar e ir al trabajo. Yo tengo que ir a ensayar con los chicos.

    —¿Ensayar? ¿Tenéis más conciertos?

    —Te pasaré el programa —confirmo, asintiendo.

    —Genial.

    —Bien. Te espero en la cocina.

    Voy a salir de la habitación pero me llama.

    —¡Marcos!

    Giro con rapidez. ¿Puede que haya esperanza?

    —¡Gracias! Otra vez...

    Sonrío. Asiento.

    —No hay de qué —respondo como puedo, pues esperaba que me dijera algo diferente a eso. ¡Qué tontería pensar que vaya a fijarse en mí! Por más que me esfuerce, sigo estando en un segundo plano para ella.


    Mientras tomamos el desayuno hablamos de los conciertos que tenemos estos días festivos, salvo que se tuerza la cosa por cuestión de trabajo. Ya avisé a mi padre. Pero un autónomo ha de estar disponible cualquier día de la semana, a cualquier hora. Soy como ese limón que debe exprimirse su jugo hasta la última gota. ¡Qué lindo!

    —¿Qué pasará con Olimpia? —pregunto sin pensar. Pone mala cara—. Vale. Olvídalo. No he dicho nada.

    —Anoche me mandó un par de mensajes. Dice que debo de tener cuidado contigo.

    —¡Ah! Claro. Porque soy el chico malo de la historia que terminará por corromperte para, poco después, abandonarte.

    Tuerce su sonrisa en plan divertido.

Música para el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora