Doble cita

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     PAULA

No sé si ha sido peor aceptar, que rechazar la propuesta de Olimpia. Ha estado demasiado simpática durante lo que ha restado de semana en el trabajo. Igualmente, mi lado precabido ha seguido mostrándose rígido; desconfiado. Trabajar en plena tensión sigue ocupando el mayor tiempo de mi estancia laboral.

     «No pasa nada. Ella tiene a Pandora. Se cortará».

     «¿Se cortará? ¡Si me soltó a la cara que estaba con ella porque yo no la acepto! En fin».

    Eso. En fin. Que hemos llegado al sábado sin comerlo ni beberlo. Ya no me he atrevido a preguntarle a Marcos si ha tenido más problemas con su hermano. Se cabrea mucho cuando lo hago y paso de que se disguste. Tampoco le he mencionado a la mujer que su padre ha puesto de por medio para quedarse tranquilo de que no va a casarse con cualquiera. Yo no soy esa cualquiera. Tampoco sé si quiero casarme. Quizá incluso nos quedemos como pareja de hecho. No seríamos ni los primeros, ni los últimos. Y menos papeleos si la cosa no funciona.

     Noto una mano en el hombro y doy un salto.

     —¿Vas a quedarte ahí como un pasmarote?

     Rio nerviosa.

     —No, tía.

     —Bien. Porque llevas como cinco minutos con la flor cortada, en la mano. —Pone cara de circunstancia—. Se va a poner mustia antes de ponerla en su lugar.

     Reacciono.

     —¡Oh! Ah. Madre mía.

     Olimpia se ríe desde donde está. Le dedico una mueca contradictoria y ni así se corta. Se lleva la mano a la boca para no carcajearse. ¡Asquerosa! Sabe de sobra por qué me tiene atacada de los nervios.

     —Bien. Acaba el ramo. Vendrán a por él dentro de un rato.

     —Claro. Voy.

     Vuelvo a mirar a Olimpia. Ella eleva el dedo pulgar. ¿En serio? ¿Me sigue retando?

     «¡Voy a ganar esta asquerosa batallita, chavala! Porque quiero en mi vida a Marcos. Y nada me hará cambiar de opinión. Espero».

     Le muestro el dedo corazón pidiendo que me deje en paz. Se encoge de hombros, como si nada.

     Les he dicho a las chicas que pasen a por mí. Marcos había insistido en acompañarme a casa de César para verlos ensayar y que estuviese con ellos, pero he dicho que no. Prefiero que ensayen tranquilos, sin ningún tipo de interrupciones. Nos veremos antes en una pizzería de Lavapiés, que hay como a doce minutos en coche del barrio donde se encuentra el pub Tragos. Ya le he mandado la ubicación a Olimpia de este segundo lugar. Y la hora. Solo faltaría que acudiera la novia de pega de Marcos al evento y ya estaríamos todos reunidos... ¡Viva la madre superiora! O eso reza un dicho. ¿No es así? Me descojono al mencionarlo en mi cabeza. Es como si hiciera un épico monólogo para ese programa de televisión de humoristas donde cada cual se deja la piel sobre el escenario. A diferencia de que mi escenario es el mundo, y hay mucho más tétrico que humorístico.


    Ellas son puntuales. Hemos ido en el coche de Martina. Estacionar en Madrid es un caos completo. Tampoco hubiera estado mal cogerse un taxi. O un Uber. Pero ese piquito, mejor esta noche lo invertimos en otras cosas.

     —¡Uauuuh! Te has puesto muy guapa, Paula. ¿Es para Marcos?

     —¿Y para quién, si no, va a ser, Martina?

     —¿Qué harás cuando alucine Olimpia con tu atuendo?

     Arrugo los labios en un mohín de disgusto

Música para el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora