Entre enredo y enredo

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     MARCOS

 —Hola, Marcos.

    Acabo de quedarme de piedra. ¿Qué hace mi hermano aquí? ¿Quién lo ha llamado?

    —¿No estabas en Inglaterra perdiéndote por ahí? ¡Pasando de la familia! —espeto.

    Se ríe sin darle importancia a mi enfado.

    —¡Vaya recibimiento, hermano! Pensaba que te alegrarías de verme.

    —No apareciste para el cumpleaños de mamá.

    —La llamé por teléfono.

    —Estás pasando de las obligaciones con nuestro padre.

    —Ya sabes qué opino al respecto.

    —¡Me dejas solo ante la tormenta! ¡Vete a la mierda! —digo, apretando la mandíbula con rabia—. Tengo que actuar —busco concluir para emprender la huida.

    —Espera. —Me agarra del brazo, aunque me revuelvo para soltarme—. Tenemos que hablar.

    —No hay nada de qué hablar.

   —Sí que lo hay. Estoy cansado de llevar tantos años enfadado contigo.

    —Tú te lo buscaste. Es lo que hay.

    —Sí. Lo reconozco. Pero...

    —Tengo que actuar —insisto de nuevo.

   —Enhorabuena, porque tu grupo es una pasada —me felicita—. Pienso hacerte mucha publicidad.

    —No necesito tu limosna. Así que olvídalo.

    —No es ninguna limosna. Conozco el talento cuando lo veo.

    —Por tu culpa no voy a tener este tipo de opción —le recuerdo—. Tengo que actuar —repito por tercera vez, esta, dejándolo plantado en su sitio sin darle oportunidad de discutir nada más.


    Mi voz no sale tan melodiosa como antes. Mi hermano ha regresado para seguir jodiéndome la vida. Porque seguirá recordándome que mi sitio está en obedecer a mi padre mientras que él toma el vuelo alto haciendo lo que le viene en gana. Haciendo lo que ha planeado para su vida. Disfrutando de ella. Sigo despidiéndome de mis sueños. Es lo que más me revienta. Siquiera tengo una mínima oportunidad para hacer lo que realmente me gusta. Aunque tenga que escabullirme de vez en cuando para echar un cable, siempre que no falle a mis seguidores. ¡Qué follón de cabeza! Estoy hecho un cacao mental.

    Termina la actuación. Digo que no con la cabeza a Paula para que no se acerque. Paso de que mi hermano se entere de que tengo una relación. Paso de que se ponga a hacerle la pelota como si necesitara de su aprobación para tenerla en mi vida.

    —¡Ey! —vuelve a hablarme.

    —Lárgate por donde has venido.

    —No voy a hacerlo.

   Le reto con la mirada. Mis amigos nos observan desde la distancia con pasmo.

    —No necesito que ahora vengas para ejercer de mi protector. Soy suficiente para valerme y conseguir las cosas por mí mismo. Soy un adulto que no necesito de una carabina —escupo del tirón—. No necesito a nadie que me haga la pelota.

    —¿Y ella? —Señala a Paula con el mentón—. ¿Es tu chica?

   —Eso no te importa.

   —Yo creo que sí. Si va a ser mi futura cuñada...

Música para el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora