MARCOS
Después del la decisión valiente tomada por Paula en la que deberé de estar —todavía no sé cuándo lo haremos porque nuestros trabajos nos ocupa la mayor parte de nuestro tiempo, y mi padre tiene pendiente un par de viajes de negocios a los que quiere que vaya—, ha llegado el instante «comida familiar». Según mi hermano quiere que le eche una mano porque la necesita. Necesita regresar al redil y que mis padres lo ayuden con su enorme problema: recuperar la parte de la custodia de Callum. No sé su historia. Ni sé qué habrá hecho para cabrear a su ahora exesposa. Lo que significa que poner la mano en el fuego ciegamente por alguien que ya nos traicionó en su entonces va a resultar complicado. Pero quiero ver a Callum. Quiero que el crío pueda venir a pasar algún verano con nosotros, Navidades... ¡Lo que sea!
Estos primeros calores no ayudan nada en mis pocas ganas de arrastrarme hasta la calle y conducir hasta mi casa. Pablo me ha mandado un mensaje. Le gustaría quedar a almorzar y hablar sobre lo que vamos a mencionar este mediodía y no pifiarla en el intento.
—Llegas de repente. Me dices que quieres que logre mi sueño. Que me ayudarás echándome un cable y que a cambio necesitas de mi ayuda sin saber en realidad qué quieres de mí y a qué viene todo esto —sigo insistiendo.
—Te necesito. ¡Ahora! Sé que cometí una estupidez mandando todo a la mierda antaño. Pero, hermanito, quiero regresar a Madrid. Buscarme un pisito y quedarme aquí. Colaborar con la empresa de papá.
Colaborar... dinero... Oportunista... ¡Es que no puedo pensar en otra cosa!
—Pablo...
—Además, me gustaría que vuestro grupo avanzara de escalón a marchas rápidas. Estoy seguro de que, si el mundo entero os escucha de verdad porque alguien os promociona, vais a triunfar.
—Esta es otra cosa que me mosquea. Tanto peloteo debe de tener un trasfondo oscuro —argumento pensativo.
—No. Voy de legal. Lo prometo.
—Tus promesas ya no me valen. En fin... —Me entra un correo electrónico de papá. Debe de ser papeleo para arreglar—. Papá me manda trabajo al correo. Te tengo que dejar.
—¡Ayúdame! Por favor. Te lo suplico.
—Ya veremos.
—Y otra cosa: sé sincero con nuestros progenitores. Paula se merece estar contigo. Esa chica me gusta como cuñada. No dejaré que la dejes escapar.
—Ese es asunto mío.
—¡Y mío! Paso de tener como cuñada a la empingorotada de Claudia, ni a nadie similar. No lo soportaría. Recuerda que me voy a quedar a vivir en Madrid.
—No eres quién para decir con quién me tengo que quedar en esta vida. Y tú ya la has cagado una vez, si no mientes.
—Sigues atacándome. Y no soy tu enemigo. Puede que lo fuera en un tiempo pasado. Pero ya no.
—Para creerte necesito pruebas.
—Las tendrás. Además, ¿no avisé a aquella famosa discográfica para que os oyeran? ¿A aquel productor musical que se interesó al instante por vosotros?
—Sigo pensando que detrás de esta cortina de humo hay algún favor enorme del que me voy a arrepentir si te ayudo.
—No te arrepentirás.
Mi padre me llama.
—Tengo que colgar. Papá me está llamando.
—Entonces, cógelo. No lo hagas esperar —concluye, finalizando con la llamada.
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Música para el corazón
RomansaMi vida se apagó cuando Guillén desapareció de la mía. Creí no poder avanzar más allá de donde me detuve. Algo me hizo cambiar de parecer. Porque nadie sabe cuán fuerte es, hasta que ser fuerte se vuelve tu última opción posible. Obra registrad...