Retos

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     MARCOS

Acompaño a mi padre hasta su despacho. Se sienta, dubitativo. Ha pedido a mi hermano que espere. Quiere hablar conmigo a solas.

    —¿Es verdad?

    —¿El qué?

    —¿Que tu hermano se ha divorciado? —Alzo los hombros aclarando que estoy igual que él en cuestión de sapiencia—. Ese chiquillo será mi ruina. Ahora aparece de repente y me cuenta que se ha divorciado. ¿Qué querrá ahora? ¿Que lo ayude? ¿A terminar de romper un matrimonio que jamás debería de haberse iniciado?

    —Todo el mundo se equivoca, papá. No sabes cómo va a ir hasta que no estás dentro del meollo.

    Me mira desafiante.

    —¿De repente estás de su lado?

    —No. Estoy como tú. No me fío de él. No sé si será verdad. Si buscará algo para su interés, o qué habrá venido a buscar. O si de verdad quiere volver a formar parte de este, nuestro proyecto.

    —Y tú... ¿Sigues pensando que quieres ser músico y dejarme tirado? ¿Todavía sigues con esa estupidez de querer triunfar en ese mundillo de poca monta, pudiendo estar mucho mejor aquí, alzando la empresa de tus padres?

    Parece que, de repente, le apetece echar todo en cara.

    —Me encantaría estar en ambos lados a la vez.

    —Eso es imposible.

    —Por qué. Hay actores que han ocupado cargos públicos importantes durante su carrera. Han podido ejercer las dos cosas.

    —Seguro que no se les ha tomado en serio. Que han sido el hazmerreír. Que han durado menos que un soplo fugaz.

    —Es mi sueño, papá. Y puedo hacer ambas cosas si Pablo me ayudara. Solo que ahora no sé exactamente de qué parte está, ni si va a ser realmente responsable.

    Se frota la frente abrumado.

    —Me vais a matar los dos. Seguro que acaba dándome un infarto. Mamá no duerme bien por vuestra culpa.

   —Yo tampoco con la preocupación de no saber qué debo de hacer.

    —Lo lógico: aceptar esto.

    —Mi corazón tira más hacia el otro lado.

    Mi padre me dedica una mirada cargada de reproche que esquivo, bajando la mirada hacia mis manos. Estoy demasiado nervioso. Su teléfono suena. Es un cliente. Aprovecho.

    —Voy a mi despacho. Te dejo hablar.

    —Esta conversación seguirá en otro momento. No dejaré que te tomes todo a la ligera como tu hermano.

    No respondo. Lo miro de mala gana y salgo intentando no dar un portazo para no causar mala impresión a la persona que escucha desde el otro lado del auricular.

    Nada más salir me tropiezo con Pablo.

    —¿Qué te ha dicho papá?

    Alzo el mentón retándole.

    —¿Qué has venido a buscar realmente? ¿Dinero? ¿Todo por tu interés?

    —Quiero que papá me ayude con la custodia de Callum. ¡Ya te lo he dicho! Y después de lo que vi, quiero que puedas triunfar sin que papá te lo impida.

    Niego despacio, airado. Aprieto los dientes.

    —No te creo. No sé por qué. Pero no te creo.

Música para el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora