La fiesta

46 4 7
                                    

     PAULA

¡Bienvenidos a la zona más pija de todo Madrid! Donde la calidad se mide por la pasta, por la clase social, por el número de plantas de sus edificaciones, anchura del terreno, piscina y toda clase de lujos posibles. Donde alardea quien es capaz de permitírselo. La Alicia pija del otro lado del espejo, porque en el lado opuesto estamos los que tenemos que trabajar un porrón de horas si queremos conseguir algo. Ganar todo con el sudor de nuestra frente, ¡vamos! Y ser capaces de llegar hasta final de mes sin alcanzar los números rojos, evitando acumular deudas. ¿Por qué eso es realmente difícil?

    No sé qué estoy haciendo aquí. Ya lo dije en su momento sin esconderme. Las brujas de mis amigas me han secuestrado y arrastrado hasta aquí. ¡Qué bien! —Nótese la ironía en mis pensamientos, los cuales solo escucho yo—.

    Observo con pasmo el patrimonio de bienes que se extiende en la zona. En este barrio solamente podría vivir si me tocara el gordo de la lotería de Navidad. Cosa que no sucederá jamás de los jamases. Tampoco querría vivir en mitad de todo un falsete de apariencia y narcisismo. Tal vez querría vivir con un poco de dinero más en el banco que evitara que me diera un infarto cuando se me vaciara la cuenta casi del todo. Pero esto, definitivamente, no me pega.

    Martina es quien conduce. Vamos embutidas en su Fiat Cinquecento blanco al tiempo que canta a coro con Alba la canción de Formentera, de Aitana y Nicki Nicole, a voz en grito.

    —¡Venga! ¡Canta con nosotras! —me invita Alba dándome un codazo.

    —¡No me la sé! —protesto.

    —¡Qué más da! Al menos, tararea un poco. Únete a nuestro coro.

    Como si me apeteciera cantar. ¡Ni siquiera me apetecía ir de fiesta y mira dónde estoy! Niego.

    —¡Sosa!

    —¡Anímate, Paula! Vamos a pasarlo genial —me insta Martina haciendo una pausa en su horrenda interpretación.

    —Me habéis traído a punta de pistola. Así que dejadme en paz.

    —¡Encima que vas a infiltrarte en una fiesta pija!

    —Aburrida, rimbombante y exagerada. ¡No, gracias! —Murmuro entre dientes con hastío.

    —A lo mejor, allí, consigues un chico con pasta que cambie de color y de perspectiva tu vida. —Le lanzo una mirada asesina. Alba que rectifica—. Perdona. Es solo que no quiero que te quedes pendiendo del tiempo porque Guillén murió. ¡No puedes hacer eso! Envejecer sola... Eso es la mar de triste.

    Sacudo la cabeza, molesta de que opine por mí.

    —Fíjate que, si yo pillara uno de esos, me pasaría el día de compras y en el Spa —agrega Martina queriendo romper la tensión del momento. Suspira como lo haría una enamorada melancólica—. Ojalá le gustase a Borja. Es guapo, tiene pasta, y es el cumpleañero de la fiesta a la que asistimos hoy. Voy a ver por fin su preciosa mansión. Su imperio de riqueza. El que me encantaría que compartiera conmigo.

    Alba niega a mi lado.

    —Codiciosa... ¡Sigue soñando despierta! —bromea Alba.

    —Más te gustaría a ti. Encontrar a un tipo como Borja en esta fiesta. —Hace una breve pausa—. Vale, chicas. Ya estamos llegando.

    Lo estamos porque se puede escuchar hasta aquí el sonido atronador de la música, no tardando en avistar el chalet. Hay un cartel con una flecha donde hay escrito «estacionamientos». Parece que están fuera del recinto del enorme caserón.

Música para el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora