De regreso a eso llamado «hogar»

32 4 7
                                    

     MARCOS

  Finalmente, el viaje a Toronto ha servido para unir más a la familia. Pablo se ha acoplado a nosotros. Gracias a la misma labia y cabezonería que tiene como mi igual, hemos hecho grandes logros. Bastantes ventas. Regresamos a Madrid satisfechos de nuestro trabajo. Y yo, con unas ganas tremendas de ver a Paula. He hecho muchísimas fotos para que las vea. Ya le mandé una mía con la Art Galery iluminada en la noche, a mis espaldas. Al menos, esa esconde mi rostro cansado al hacerla de noche, en la distancia —fue Pablo quien la hizo—. Quería que viera que estaba bien. Con demasiadas ganas de abrazarla. Con muchas cosas que contarle del viaje. Y algunos regalos que traigo para ella, conmigo. Y para los chicos. Tengo un par de canciones más terminadas. Esto va viento en popa. Imagino que César y Julián habrán compuesto algo en mi ausencia. Me gustaría ensayar una de tantas y mostrarla en nuestro canal de YouTube. Cantarla en nuestros próximos conciertos como final apoteósico y primicia de cada uno de ellos.


    Sé que tengo que ir a la oficina. Puede que me pase a la hora del almuerzo por la tienda. ¿Por qué no? Aunque me encuentre con la cara de malas pulgas de Olimpia. O me lance cualquiera de sus indirectas hirientes. O la dueña de la tienda me saque los colores porque conoce mis sentimientos hacia su sobrina.

    Encuentro un mensaje de Paula. Me cuenta la visita que anoche tuvo de Martina. Pero también de Olimpia. Eso levanta unas repentinas ampollas. Me cuenta que hablaron. Hablaron largo y tendido. Han hecho las paces. Ella va a mantenerse al margen. Aunque pide cuidarla bien como lo haría por cualquier buena amiga. ¡Como si pudiera fiarme de ella! ¿De qué va esta chica? ¿En serio va a creerla? Sacudo la cabeza tratando de espantar imágenes fuertes sobre posibles escenas que Paula sé que no dejaría que sucedieran. Pero que no puedo evitar imaginarlas. Ella se está llevando a su terreno a mi chica. Lo está consiguiendo. ¡No sé cómo Paula se está dejando! No quiero ser celoso. Pero Olimpia... Al menos ha sido sincera y me lo ha contado.


    Me doy prisa por terminar de desayunar. Para salir escopeteado hacia la oficina. Pablo se ha acoplado a nuestro equipo. Parece que mi padre acepta que forme parte de este. En Toronto, hizo grandes ventas. Muchos logros. Sigue diciendo que es favor por favor, por el que vamos a hacerle con su hijo. Parece que va en serio cuando cuenta lo que le está ocurriendo. De verdad su estado sentimental, y el vínculo necesario con Callum está en grave peligro. Haré, junto a mi padre, lo que pueda, para que pueda recuperar su custodia. Me encantaría que Callum viajara este verano a Madrid. Me gustaría que pasara parte de las vacaciones con nosotros. Poder abrazar, por fin, a ese pequeño enredador que tanto se hace querer, aunque aún no lo hayamos visto en persona, y puede que ya haya perdido los pocos recuerdos de nosotros. Internet no es mejor que cualquier contacto humano.

    —Voy a decir que sí —mascullo, a punto de salir a ver a Paula.

    Estamos solos mi hermano y yo delante del pasillo de mi padre.

    —¿Qué vas a hacer? ¿Casarte con esa preciosa chica? ¿Mojarte aceptando lo que se te ofrece para que cumplas tus sueños?

    Lo miro.

    —Asegúrame que no has venido hasta aquí para traicionarnos de nuevo.

    —Te lo prometo. Hablo en serio.

    —¿Me ayudarías en esto?

     —Totalmente.

    Parece sincero. Aun así, siempre queda esa vocecilla que te susurra: «cuidado, por si acaso».

    —Me gustaría abrazar a mi sobrino este verano.

    —Si papá hace las cosas bien; si sus abogados lo hacen bien, no veo por qué no. Aunque sabes muy bien que estas cosas van despacio.

Música para el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora