Fuga y deseo

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     MARCOS

—Hola —me saluda—. En primer lugar advertirte que yo tengo muchas menos ganas de estar aquí. Por muy mono que seas.

    —Un segundo... ¿Es un truco para que me caigas en gracia y termine haciéndote caso?

    —No. No te equivoques. Preferiría estar en otra parte, con otra persona.

    —¿Y qué haces que estás aquí?

    —Engañar a mi autoritaria familia para que dejen de darme la brasa. Espero que tú estés en ese mismo lugar.

    Es directa. Va de cara.

    —¿Y si no hubiera sido ese el caso? ¿Y si yo buscara otra cosa, eso que tus padres quieren?

    Enarca una ceja.

    —¿Buscas lo mismo? ¿Buscas un matrimonio arreglado? —formula, abriendo mucho los ojos amedrentada.

    No tardo en responder.

    —No... no. Desde luego que no. Si te soy sincero, querría estar en otro lugar, con otra persona a la que ya he escogido.

    —¿Lo ves? ¡Tenemos esa cosa en común! —celebra.

    Sonrío. Esto tiene que ser un sueño. Algo así no sucedería en el mundo real.

    —En fin... creo que ambos estamos perdiendo el tiempo.

    —Estoy totalmente de acuerdo.

   —Igualmente —estira el brazo mostrándose su mano en un saludo formal—; me llamo Estefanía. Pero mis amigos me llaman Estef. Llámame así, si lo prefieres. —Le llega un mensaje al teléfono, el cual descansa boca abajo sobre la mesa—. Dame un segundo —pide, elevando un dedo.

    Se levanta y se coloca en un rincón algo alejado del resto de la muchedumbre. Mi cita se está buscando otro plan. Y yo debería de haberme pasado por el piso de Paula. Me encantaría pasar la noche con ella. En realidad me encantaría pasar todas las noches de mi vida con ella.

    Ella regresa.

    —Tengo que irme... —Se queda a la espera de que le diga mi nombre mientras chasquea los dedos como si fuera ella quien tuviera que recordarlo por descuido. Se lo digo y asiente—, Marcos. Lo siento —agrega, junto a una mueca lastimera—. Mi hombre me reclama. Sé bueno y miente diciendo que hemos estado cenando y que luego dando un paseo muy agradable. Has de mostrarte convincente, ¿entiendes? Además, ya puedes salir corriendo en busca de tu chica. Seguro que te estás conteniendo para no llamarla. Porque tienes pareja, ¿no?

    —Sí... —afirmo sin esconderme.

    —Entonces ve y estate donde debas de estar. Al igual que yo.

    —Gracias.

    Asiente.

    —Oh. Espera. —Me entrega un papel con algo garabateado. Es su número de teléfono—. Tendremos que planear conjuntamente las excusas, las escenas... ¡Lo que sea! Para que no nos pillen. Necesitaremos, para eso, estar en contacto.

   —Claro.

    —Guay. —Levanta una mano y la hace oscilar despidiéndose—. Chao. Gracias por colaborar.

    —Un placer —asiento feliz de no tener que cargar con algo que no me apetece. No es que la muchacha sea fea. Ni mucho menos. Pero mi corazón pertenece a otra persona. Y sé a quién quiero ofrecérselo.

Música para el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora