Epílogo 2

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     PAULA

  La boda de Olimpia ha sido brutal. Todos íbamos muy guapos. Se celebró a mitad de la primavera del siguiente año. Mi barriga ya era tan evidente que sobresalía de mi vestido con gracia. A pesar de ello, me siento rebosante de felicidad. Finalmente, he dado en el clavo con mi predicción. Héctor será tan guapo como su papi. Guapo y famoso. Con lo que aporrea mi barriga, debe de ser, al menos, un futuro baterista.

    Los padres de Marcos están que se salen de felicidad con nuestro embarazo. Sí. Era obvio que querrían que nos casáramos a prisas y corridas y... bueno, ya tengo en mi dedo anular izquierdo la prueba de que se salieron con la suya. Fue una ceremonia preciosa a la que acudió medio planeta. ¡Creía que no se terminaba la lista de tanto invitado como acudió! Suerte que la madre de Marcos —y la mía que se apuntó, cómo no, y actualmente ellas se llevan genial—, me ayudaron con la organización.

    Callum iba muy guapo llevando los anillos. La madre de Marcos fue la madrina de boda. Mi padre, el padrino. Todo muy pomposo. Todo excesivo, a mi parecer, aunque, para la señora Quesada, nada es suficiente para su querido hijo.

    Como ya se adelantó que estaba embarazada, recibí regalos de boda, pero también para el pequeño. ¡Se me haría complicado guardar todo aquello en el piso de mi esposo, por grande que fuese!

    Lloré de la emoción cuando el grupo de mi marido me cantó una canción romántica en pleno banquete. El muy canalla —dicho de un modo cariñoso—, la había compuesto hacía tiempo para nosotros y no me había dicho nada. Juro que lloré más a mares que nunca.

   Aunque para lagrimilla la de mis suegros. Esos que juraban y perjuraban que no querían ver a su hijo sobre un escenario. Al principio parecían un poco abochornados. Pero a medida que la canción iba transcurriendo, terminaron aplaudiendo como los que más, con los ojos húmedos por la emoción. ¡Sí, señor! Así es como tenía que ser y fue.

    Cando lancé mi ramo, justamente lo atrapó Martina.

   —¡Ah, amiga! Eres la próxima —le dije, muerta de risa.

    —¡Traidora! Lo has hecho adrede —soltó, muerta de risa.

    Volver a sonreír es todo un regalo para mí. Sonreír. Estar rodeada de gente tan maravillosa. Incluso Olimpia y su chica vinieron a la boda. ¡Pues sí que las invité! Ahora es mi tercera amiga en discordia. Mi otra mediohermana a quien poder confiarle mis cosas. Me quiere tanto como me ha querido siempre. Solo que me respeta, queriéndome y cuidándome desde el otro lado de la valla. Porque ya tengo a quien lo hace de forma directa. Vale. Son muchas personas las que tratan de decirme que no hacer para caer mala. ¡Por Dios! ¡Un poco de espacio, familia!

    Marcos y su grupo consiguieron entrar en la lista de los Cuarenta Principales. Han hecho ya ni se sabe de conciertos, entrevistas... Tienen millones de seguidores en la red. Ya puedo imaginarlo cantando a nuestro pequeñín mientras lo mece entre sus brazos para dormirlo. Eso cuando tenga un poco de tiempo. El pobre nunca da más de sí. Siempre, con su agenda abordada por todos, esperando a que les dé una cita para resolver algo, hacer algo, pedirle ayuda.

    ¿Y yo? Yo sigo trabajando en la floristería con mi tía. Ella no me deja coger cosas pesadas porque no sé qué cosa le puede ocurrir al feto y... ¡Yo qué sé! En resumen: estoy demasiado mimada. Y Olimpia encima la apoya. ¡Menudas impostoras! Dicho de un modo cariñoso, ¿eh?

    Marcos me ha invitado a comprar un ramo de flores y hacerle una visita a Guillén. Se ha querido presentar como mi nuevo marido recién estrenado que es. Contarle que vamos a tener un bebé. «¿Pero tú no sabes que él va a ser su ángel de la guarda de primera, chiquillo?»

Música para el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora