MARCOS
No puedo evitarlo. Durante el viaje, Paula está presente en mi cabeza. Escenas de ella que me enternecen, me fortalecen, me enardecen, y me hacen echarla demasiado de menos. No voy a dejarla de lado aunque esté de viaje. Y me parece que la libreta que traigo consigo para los apuntes importantes de mi otro lado divertido de mi inspiración se va a llenar de estrofas, incluso de canciones enteras. Voy a echar de menos tocar con los chicos. Lo haré el fin de semana si nada se tuerce. ¿Volverán a contratarnos para tocar en otro lugar significativo de la noche de Madrid? ¿Por qué no puedo ser capaz de decir que me embarco en esta aventura que tanto significa para mí, junto a mis amigos, ahora que mi hermano me apoya?
... Pero mi padre no. Lo observo de soslayo. Está sumergido en sus pensamientos con la mirada fija en un puñado de papeles que lee con interés. Tendré que hacer lo mismo con las carpetas que me ha entregado. Además de echar un vistazo al resto de documentos que están guardados en mi ordenador portátil. Me froto la nuca abrumado. ¿Por qué no puedo concentrarme adecuadamente? Puede que las diferencias que se han adueñado ahora de la confianza con mi progenitor me haga zozobrar de vez en cuando agarrándome a donde puedo, en este maldito barco.
Él ha hablado poco. Desde nuestra pelea, es como si intentara mantener las distancias conmigo, ejerciendo de jefe, que no de padre, como sería lo correcto en algunos momentos. Me observa de soslayo, frunce el ceño, para luego continuar con lo suyo.
«Eso es. Sigue con tu tonta idea de ignorarme por la razón de no apoyar mis logros en otros campos distintos a este».
Vuelve a mirarme. Su mirada es fría, incómoda, impregnada de un disgusto que me incomoda. Lo sé. He traicionado cada uno de sus principios: quiero ser músico, estoy con otra mujer muy distinta a la que él me había buscado, y encima parezco apoyar a la oveja negra de la familia que, repentinamente, precisa de nuestra ayuda. ¡Qué irónico! Pero es lo que hay.
He puesto mi teléfono en modo avión. Me gustaría usarlo. Llamarla y hablar un rato con ella. No tardará en levantarse. Por inercia, echo un vistazo a mi reloj. Sí. Dentro de unas horas, mi chica estará en pie, dispuesta y perfecta para dar lo mejor de sí. Y se acordará tanto de mí como yo me acuerdo de ella. Tendrá sus diferencias con Olimpia... ¿Qué habrá pasado con Olimpia? ¿Estará cumpliendo su promesa? Es de las primeras cosas que pienso preguntarle.
Noto que tocan mi hombro. Es mi padre. Lo tengo justo al lado.
—Esto... —Señala en una de las hojas que tiene él—; aquí hay que aclarar al cliente un par de cosas. Fíjate. Hay una errata que debemos de rectificar.
—A ver. —Es verdad. Parece que, a la hora de redactar, no se ha escrito bien una de las excepciones de la contrata. Y no es mío el error. ¿Qué hago? ¿Se lo echo en cara, tal y como él me lo hace a mí? ¡No soy tan despiadada!
—¡Vaya! Buenos días. ¡Espabila, que hay trabajo!
—Siento haberme dormido. Me sentía agotado.
—No me extraña. Has estado tomando más apuntes en esa roñosa libreta que estudiando los papeles que te he dado.
¡Ya empezamos con la pelea, nada abrir los ojos! ¡De verdad! ¿Es que nunca va a premiarme con un simple «gracias» por todos mis logros? Claro. Papá siempre será papá.
No tardaremos en llegar a nuestro destino. Una tormenta de esa sorpresa de verano nos prepara para unas fuertes turbulencias. Me agarro fuerte al asiento del avión. He volado infinidad de veces y todavía así, las tormentas fuertes, aquí arriba, me parecen sinónimo de catástrofe. ¡Sea quien sea el que esté al mando ahí arriba de todo esto, le pido benevolencia! Necesito pisar tierra firme, terminar con el trabajo que me espera, para luego regresar a buen puerto junto a la mujer que quiero para futura esposa. ¡Esta tormenta no estaba programada! Al menos, yo no lo sabía cuando no había echado un vistazo al parte meteorológico, tan y como suelo hacer antes de salir de viaje.
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Música para el corazón
RomanceMi vida se apagó cuando Guillén desapareció de la mía. Creí no poder avanzar más allá de donde me detuve. Algo me hizo cambiar de parecer. Porque nadie sabe cuán fuerte es, hasta que ser fuerte se vuelve tu última opción posible. Obra registrad...