Una petición.

104 11 1
                                    

Harry y Malfoy se quedaron a solas mientras un tropel de alumnos recorría el pasillo y bajaba al mal iluminado andén. Malfoy echó las cortinas de la puerta para que los del pasillo no lo viesen. Luego se agachó y abrió de nuevo su baúl. 

Harry observaba desde el borde de la rejilla con el corazón palpitando. ¿Qué era eso que Malfoy no había querido enseñarle a Lily? ¿Estaba a punto de ver el misterioso objeto roto que tan importante era que le repararan?

— ¡Petrificus totalus!

Sin previo aviso, Malfoy apuntó con su varita a Harry, que al instante quedó paralizado, perdió el equilibrio y, con un doloroso golpe que hizo temblar el suelo, cayó casi a cámara lenta a los pies de Malfoy. 

Quedó encima de la capa invisible, con todo el cuerpo expuesto y las piernas encogidas. Aturdido y paralizado, a duras penas logró mirar a Malfoy, que sonreía de oreja a oreja.

— Ya me lo imaginaba — se jactó éste. — He oído el golpe que Goyle te dio con el baúl. Y cuando Zabini regresó me pareció ver un destello blanco... 

Sus ojos se detuvieron un instante en las zapatillas de Harry.

— Supongo que fuiste tú quien atascaba la puerta cuando entró Zabini. — Se quedó mirándolo. — No has oído nada que me importe, Potter. Pero ya que te tengo aquí...  

Y le propinó una fuerte patada en la cara. 

— No sé por qué tienes esa estúpida tu obsesión con Lily, la has observado por todo el año anterior... — soltó un gruñido. — Pero no permitiré que la vuelvas a ver nunca más.

Volvió a golpearle en la cara. Harry notó cómo se le rompía la nariz, salpicando sangre por todos lados.

— No permitiré que le haga algo y la alejes de mí, como a mi padre. — continuó. — Y ni te atrevas con acercártele o lo lamentaras. Y ahora vamos a ver... 

Sacó la capa de debajo del indefenso cuerpo y se ocupó de cubrirlo bien.

—  Listo. No creo que te encuentren hasta que el tren haya regresado a Londres — comentó con tranquilidad. — Ya nos veremos, Potter... o quizá no.

Y dicho eso, salió del compartimiento, no sin antes pisarle una mano.

Lo único que podía hacer era observar, vio por el rabillo de su ojo por la ventana a Lily, que se reunía con Malfoy y caminaban rumbo a Hogwarts. Él le sonreía como si no hubiera pasado nada malo. Y para variar su pobre hermana estaba en un profundo encantamiento que no podía defenderse.

No podía mover ni un músculo. Tendido bajo la capa invisible, oía voces y pasos provenientes del pasillo y notaba cómo la sangre que le brotaba de la nariz le resbalaba, caliente y húmeda, por la cara.

Lo primero que pensó fue que seguramente alguien se encargaba de revisar los compartimientos antes de que el tren volviera a partir. Pero enseguida se dio cuenta de que, aunque alguien mirara en el que él se hallaba, no podría verlo ni oírlo. Su única esperanza era que entraran y tropezaran con él.

Harry nunca había odiado tanto a Malfoy como en ese momento, tendido patas arriba como una tortuga, mientras la sangre se le escurría en la boca entreabierta y le producía náuseas.

En qué situación tan estúpida había acabado...

Los últimos pasos que se percibían en el pasillo iban apagándose; los alumnos ya desfilaban por el andén, y Harry los oía hablar y arrastrar los baúles.

Ron y Hermione creerían que había bajado sin esperarlos, y cuando llegaran a Hogwarts y ocuparan sus asientos en el Gran Comedor, miraran a ambos lados de la mesa de Gryffindor varias veces y por fin comprendieran que no se encontraba allí, él ya estaría a mitad de camino de regreso a Londres.

La Hija De Los Potter. (6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora