El mejor regalo de cumpleaños es el veneno.

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Liliana limpio su rostro con el brazo, y continuó escribiendo en un pergamino, la tinta golpeaba contra su rostro y manchaba todo a su alrededor.

Miro rápidamente su libro que tenia a dos metros lejos, en el suelo y siguió escribiendo. 

Ekaitza mantenía la distancia, mientras la miraba por la ventana. Estaban en su cuarto, con la puerta cerrada y solo se escuchaba su pluma trazar en el papel con rapidez. 

— Madame Pomfrey necesitara unas pociones tranquilizadoras, así que es mejor hacerlas ahora. — dijo con una sonrisa y miro al ave, expectante, y volvió a mirar el pergamino. — En cambio la profesora McGonagall necesita aun tomarse la pócima de recuperación, aun le duele el pecho por aquel ataque aun que no lo diga, y el profesor Flitwick ha comentado que...

Y continuo escribiendo, varios calderos estaban prendidos a su alrededor, y en cada uno, varias notas estaban a su lado. Liliana mantenía escribiendo lo mas rápido que podía.

— Queda muy poco tiempo...

Febrero dejó paso a marzo y el tiempo no cambió mucho, aunque además de llover hacía más viento. Liliana se mantenía tranquila, como si nada malo ocurriera, pero una si, extrañaba hablar con su padre, que lamentablemente, desde la navidad, no hablaban.

«Vamos...» Miro a lo lejos el bosque prohibido, y sonrio. [Tal ves... No, mejor no.]

Decidió ir donde el profesor Slughorn. Al entrar vio que alguien se levantaba. 

— ¿Eres mi Romilda? ¿Mi hermosa...?

— ¿Que? — pregunto, retrocediendo un poco.

— ¡Ah, eres tu Lily! — exclamo el profesor Slughorn. — ¿Vienes por lo que me encargaste, verdad? Pasa, pasa...

Al pasar, observo a Ron Weasley que se había vuelto a sentar y el profesor Slughorn estaba buscando en sus almacenes. 

— Le dieron un filtro amoroso. — le contesto Potter.

— Me di cuenta. — dijo la chica, poniendo los ojos en blanco. — Según recuerdo, siempre lo veia besuqueándose con una rubia todo el tiempo.

— ¿Eres amiga de Romilda? — le pregunto el pelirrojo, en su rostro había una sonrisa enorme ey una mirada ilusionada. — ¿Dónde esta? No la veo.

— Aun no llega. — contesto Potter.

— ¡Uf, qué suerte! — dijo Weasley. — ¿Cómo me ves? 

— Muy guapo. — dijo Slughorn con naturalidad, y le tendió un vaso de un líquido transparente. — Bébetelo, es un tónico para los nervios. Te tranquilizará hasta que llegue ella. 

— Excelente... — repuso el chico entusiasmado, y se bebió el antídoto de un ruidoso trago.

Potter, Liliana y Slughorn lo observaron. El pelirrojo los miró con una amplia sonrisa en los labios, pero ésta se fue desdibujando poco a poco hasta trocarse en una expresión de desconcierto. 

— Veo que has vuelto a la normalidad, ¿eh? — sonrió Potter. Slughorn soltó una risita. — Gracias, profesor.

— De nada, amigo, de nada — dijo Slughorn. Weasley se dejó caer en un sillón con cara de consternación. — Lo que necesita ahora es algo que le levante el ánimo. 

Se acercó a una mesa llena de bebidas. 

— Tengo cerveza de mantequilla, vino... Y me queda una botella de un hidromiel criado en barrica de roble. Hum, tenía intención de regalársela a Dumbledore por Navidad... ¡Bueno — añadió encogiéndose de hombros — No creo que eche de menos una cosa que nunca ha tenido! Bien, ¿la abrimos y celebramos el cumpleaños del señor Weasley? No hay nada como un buen licor para aliviar el dolor que produce un desengaño amoroso...

La Hija De Los Potter. (6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora