Susurros.

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En el resto de la semana, Liliana se mantuvo tranquila, hacía de todo para olvidar la petición que le dieron, evadía olímpicamente la mirada de Dumbledore en las cenas y todo relacionado con él en varias ocasiones. Ya había tomado que las sospechas de que su padre supiera algo, eran nulas. No sabía nada del tema. 

Shimezer la miraba con recelo de vez en cuando se recuperó el sábado por la tarde, después de estar todo ese tiempo en la enfermería. Madame Pomfrey le había quitado la maldición, pero no el dolor que sentía en la entre pierna. Y aun, caminaba como si le doliera.

— Um.... — Liliana observo el horario de prefecta, se suponía que hoy, tendría que dar sus rondar por la noche, en el castillo. — Que mal...

— ¿Qué paso? — pregunto Theodore, acercándose.

— Me toca patrullar. — dijo, con un poco de irritación y miedo. — No me gusta estar cerca de esos aurores pero por culpa de las nuevas medidas de seguridad...

— No entiendo por qué te molesta. — Theodore se cruzó de brazos. — El año pasado ni te importo ir a un centro de duelo mientras peleaban contra un semigigante mientras tu corrías donde la profesora McGonagall. ¡Incluso bloqueaste sus maleficios!

— Ellos no saben pelear. — le remarco. — ¿No has oído que han comprado a Sortilegios Weasley sombreros escudo? ¡Significa que son unos inútiles!

— Ya. Si, tienes razón... — accedió. — Pero ellos solo hacían su trabajo.

— ¿Atacar a una profesora que se acercaba?

— Dijo que se detuvieran. 

— Porque estaban atacando a Hagrid, comenzó a atacar cuando lastimaron a Fang y a la profesora McGonagall. — le defendió. — ¿Y a poco estás de acuerdo con lo que se hace en el Ministerio?

— Pues no. — le aseguró. — Pero por lo menos la cara de sapo obtuvo su merecido. ¿Y es cierto, como la viste correr mientras que Peeves la perseguía? — le preguntó en un susurró. — ¿Te lanzo la maldición cruciatus?

— Si. — dijo sin quitar su mirada al horario. Trato de olvidar aquel día, la Profesora McGonagall salió tan herida, que tuvieron que mandarla a San Mungo; aquel día, Hagrid se fue, aquel día, Filch la azoto hasta sangrar. Pero, sobre todo, ella no solo había golpeado a Umbridge, ella trato de acecinarla, impulsándose por aquellos susurros de su poder, que cada vez, se hacían más y más presentes. Reclamándole y exigiéndole que la escuchara. Liliana no pudo evitar sonreír a medias, criticándose a ella misma. — Pero ella y yo tenemos un acuerdo, no veo por qué habría de denunciarla.

— ¿La amenazaste....? — susurró, con el rostro pálido.

— ¿Qué si la amenace? — le dijo, con burla. — Si, pero ella también lo hizo, así que estamos a mano.

Theodore sonrio mientras soltaba una breve risa. — Eres increíble.

«No eres increíble. Si lo fueras, al menos no estarías huyendo de la persona que creías tu familia, en el hombre en quien confiabas con los ojos cerrados» Escuchó un susurro molesto, en su oído. «El desea que mueras, que dejes de existir. ¿Pero porque tienes miedo? Él no puede hacerte daño, no mientras este yo dentro de ti. Ni Dumbledore o Voldemort te entienden tanto como yo, ellos no saben nada. No te conocen y tú tampoco, solo yo lo hago a la perfección. ¡Ya acéptame, yo soy tu destino! La muerte nunca no podrá tomarte, no mientras estes bajo mis manos... Lo único que tienes que hacer es aceptarme...» Liliana movió su cabeza, ignorándolo. 

— ¿Y cómo estás? — le pregunto.

— La verdad es que mi padre me da igual. — se alzó de hombros. — Y Beatrice ha sido muy amable al cuidar de mí. Así que, estoy bien.

La Hija De Los Potter. (6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora