Cap. 1 ¿Qué pasó anoche?

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Ellen se levanta temprano. Regresó pronto de la fiesta de anoche, que los veteranos de la universidad celebraban en el campus. En realidad, no habría ido, pero su amiga Laia insistió, porque quería encontrarse con Jared, su amor platónico de los últimos cuatro años. 

Fueron juntas, se tomó una copa y cuando dejó a Laia en buena compañía, volvió a casa antes de la media noche. 

No se enteró de la hora de regreso de su amiga, pero conociéndola, lo más seguro es que llegara poco antes de que ella se levantara para ir a desayunar a la cafetería de la plaza.

Ellen y Laia se conocieron en la universidad. Ambas provenían de familias adineradas. El padre de Laia era director de una gran multinacional. Su madre, marchante de arte. Los dos viajaban constantemente y la idea de que su única hija viviera en un piso compartido, cercano a la universidad donde cursaría Derecho, les pareció la idea más acertada. 

Los padres de Ellen eran propietarios de un importante bufete, donde su hijo mayor, Dante, ya había empezado a ejercer la abogacía. Ellen decidió estudiar Derecho no solo por tradición familiar, sino porque quería hacerse cargo de todos los casos que el bufete de sus padres rechazaban: deshaucios injustos, extradiciones injustas... y otras causas que para Ellen también eran injustas.

Cuando conoció a Laia y la invitó a compartir el piso que sus padres le habían comprado cerca de la universidad, le pareció una gran oportunidad para huir del control que sus padres tenían intención de ejercer sobre su carrera, sus prácticas y su vida.

Ambas tenían muchas cosas en común, pero la mayor diferencia que existía entre ellas era que, mientras Ellen tenía el propósito de aprender y ejercer su profesión para cambiar el mundo, Laia buscaba la salida más fácil para entrar en el mundo laboral —con la influencia de sus padres—, y la carrera de Derecho le iba a abrir cualquier puerta. 

Las dos eran muy inteligentes, estaban llenas de vitalidad y les gustaba mucho divertirse, aunque a Laia parecía que le costaba más encontrar la diversión si no había alcohol de por medio. Eso era algo que a Ellen desesperaba, pues veía cómo su amiga perdía el control con varias copas de más y eso la disgustaba. Intentaba sacarla del ambiente de fiestas universitarias donde el alcohol siempre era un invitado indispensable, pero Laia se había enamorado locamente de Jared, un estudiante de segundo, al que quería seguir allá donde fuera.

A pesar de que habían terminado la carrera el pasado año, Ellen y Laia seguían viviendo juntas en el mismo piso. Ellen había empezado a trabajar, a media jornada, en un pequeño bufete del centro, donde solían llevar casos de maltrato. Sus padres habían puesto el grito en el cielo por semejante decisión, pero su hermano Dan les convenció de que podía ser una buena opción para que se diera de bruces con una dura realidad, que posiblemente la animara a unirse al bufete familiar al poco tiempo.

Laia había conseguido un puesto en una de las empresas de su padre y en todo el año había ido a trabajar solo un par de meses. Cobraba un importante sueldo tanto si se presentaba a la oficina como si no, y cumplía religiosamente las indicaciones de su padre, cuando le pedía que hiciera de perfecta anfitriona en las recepciones que su empresa organizaba para ejecutivos que venían de visita. Quizás no necesitaban nada más de ella, era una labor que no le disgustaba y tenía libertad económica. No tenía más aspiraciones profesionales, por el momento.

Cuando Ellen regresa a casa, después de tomar un suculento desayuno y sumergirse en la lectura del libro que la tenía enganchada, se sorprende al ver a Laia tumbada en el sofá:

—Te has levantado muy pronto, ¿no? ¿La resaca? —le pregunta.

Laia hace un leve movimiento con su cabeza como respuesta. 

El entrenadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora